CULTURA
Palabras cruzadas

Los debates efímeros (y estériles) sobre la serie “El Eternauta”

La versión original de “El Eternauta” fue publicada entre 1957 y 1959 en “Hora Cero Semanal”; la serie de Netflix estrenada hace pocas semanas es, vale aclarar, una adaptación de aquélla. La urgencia por la apropiación ideológica de los personajes, entre los que rescatan al líder colectivo y los que reconocen en el protagonista un adalid del individualismo, desembocó en infructuosos debates con argumentos de los que opinan sin haber visto la serie, con los que desconocen la historieta original.

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Diferencias. El Juan Salvo de la serie ostenta diferencias con el protagonista de la historieta; en las últimas semanas asistimos a un tironeo ideológico entre los entusiastas del individualismo y los del colectivismo. El enclave libertario esgrime a la novelista preferida de Milei, Ayn Rand, algo así como la imagen opuesta a Jean Paul Sartre. | cedoc

En la revista Otra Parte (fundada por Graciela Speranza y Marcelo Cohen), la semana pasada se publicó el artículo “Una isla de Robinson superpoblada”. Sobre la serie El Eternauta, firmado por el escritor y editor Federico Reggiani. Allí señala “que los personajes discutan de manera constante sobre liderazgos y que esas discusiones siempre tengan como origen un psicologismo que se superpone a cualquier problema exterior, aunque el problema sea el mismo apocalipsis, elaboran una representación que replica el mecanismo típico de las series estándar de la industria estadounidense.”

Cuestión que, llevada a un extremo en la construcción del personaje de Juan Salvo, lo convierte en “el correspondiente veterano conflictuado de Vietnam.” Que, pensado como héroe administrador de violencia también vindica el entrenamiento militar como calificación social aceptable, evocando al Rambo de Silvester Stallone o los múltiples Arnold Schwarzenegger, sin olvidar a De Niro en Taxi Driver.

Reggiani también reprocha que en la serie poco importa la muerte de la población y se concentra “en la búsqueda de Clara (que no Martita, como en la historieta), la hija de Juan Salvo. Como si sobrevivir no fuera suficiente estímulo. Se desperdicia así la zona más sutil de la historieta, lo que Oesterheld llamó “mi versión de Robinson”: la supervivencia en un entorno aislado, extremadamente hostil, un océano de muerte que rodea la casa.”

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De esta manera se sustituye “por ansiedad y urgencia la morosa construcción del suspenso, y por hechos inmediatos lo que la historieta proponía como resultado del lento trabajo humano.” Y entonces “todo ocurre un poco porque sí, como si atender al cuidadoso encadenamiento de causas y efectos fuera demasiado para los espectadores que la serie imagina.” Concluyendo que deberíamos preguntarnos “por qué la industria cultural decide tomar libros del pasado para modificarlos casi hasta lo irreconocible, y por qué los títulos de la adaptación de un libro famoso dicen “Creada por…” el director de la serie. Quizás haya que esperar a la segunda temporada para entenderlo.”

Estas citas tienen un noble efecto, como detener el delirio mediático-virtual (entre el periodismo y las redes sociales) en el cual se mezclaron aquéllos que opinan sin haber visto la serie, con los que desconocen la historieta original. Y en más de un caso, emitiendo conceptos ignorando todo. Y también desactiva el burdo tironeo ideológico (cierta propiedad simbólica de El Eternauta), entre los entusiastas del individualismo y los del colectivismo.

Batalla cultural que, justamente, ante la falta de cultura lució como pelea de homínidos con gritos elementales. La división consistía en que para unos Juan Salvo representaba al héroe nacional malvinero capaz de enfrentar todo desafío por el bien superior del país, mientras que para otros era la encarnación sagrada de la salvación colectiva. Dos reduccionismos por demás optimistas.

El enclave libertario oficialista, alineado al héroe individual, esgrime a la novelista preferida del presidente Milei, Ayn Rand, seudónimo de Alisa Zinóvievna Rosenbaum (1905-1982), rusa nacionalizada norteamericana, filósofa y novelista, defensora del objetivismo, conjunto teórico conformado por el egoísmo racional, el individualismo acérrimo y la defensa absoluta del capitalismo. Algo así como la imagen opuesta a Jean Paul Sartre.

Se puede afirmar que ella introdujo las nociones antibolcheviques en la inteligencia norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial, mucho antes de la cumbre de Yalta. Con esa ascendencia sobre la elite del poder tuvo acceso al cine de Hollywood. La versión de su novela El manantial (1943), la filmó King Vidor en 1949, con guión (respetado en detalle) de la misma Rand. Pero ella también fue víctima de la “adaptación irreconocible” señalada por Reggiani: sin mencionarla, El Brutalista (2024), dirigida por Brady Corbet –película que ganó tres Oscar–, es una reinterpretación libre de El manantial.

Respecto al comportamiento grupal en situaciones extremas, de donde surge el supuesto héroe colectivo opositor, existe un film de Hitchcock, Lifeboat (1944), basado en la novela homónima de John Steinbeck, futuro Premio Nobel de Literatura (1962). Sufrió un vendaval de críticas porque el personaje del nazi que hundió el barco, y estaba en el bote con los sobrevivientes, tuvo un trato benévolo en el guión.

¿De qué otro héroe colectivo podemos hablar sino de los que asoman en la deshumanización? El ejemplo cercano es la caída del avión uruguayo en la cordillera de los Andes –en 1972–, cuyos sobrevivientes casi mueren entre la nieve soportando condiciones terribles, como el canibalismo. La sociedad de la nieve (2023) de Juan Antonio Bayona, reconstruye la situación y también el documental del mismo nombre (2008), de Gonzalo Arijón.

Lejos de todo esto, El Eternauta enfrenta las condiciones de su producción con similitudes en cine. Son los casos de Starship Troopers (1997) de Paul Verhoeven; Disctrict 9 (2009) y Elysium (2013), ambas de Neill Blomkamp; La guerra de los mundos (2005) de Steven Spielberg, Oblivion (2013) de Joseph Kosinski y Al filo del mañana (2014) de Doug Liman, las tres con Tom Cruise como protagonista. Más las cinco temporadas de la serie Falling Skies (2011-15), con guión de Steven Spielberg y Robert Rodat, que denota una sospechosa inspiración en El Eternauta.

Pese a este caudal fílmico (la historia del cine reciente del género sci-fi), El Eternauta mantiene su integridad narrativa, que emana otro tipo de inquietudes como la sentencia: “es tan peligroso aferrarse a una sola idea como ser indiferente a todas”.