CULTURA
dios y el diablo

Mircea Eliade, fascismo y experiencia religiosa

Eliade fue un intelectual de ultraderecha que perteneció en su juventud a movimientos tradicionalistas en su Rumania natal antes de la Segunda Guerra Mundial. El joven Eliade, profundamente influenciado por Nae Ionescu, defendió la ideología fascista como la única doctrina capaz de salvar a Europa del progresismo hegeliano. Desde el año 1945 hasta 1957 se radicó en París, donde intentó borrar las huellas de su pasado político. Allí escribió su monumental su “Tratado de historia de las religiones”.

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Quien quiera adentrarse en la fascinante y controvertida historia de las ideas religiosas tiene como lectura casi obligada la obra del filósofo Mircea Eliade. Precursor de la fenomenología de la religión y gran detractor del animismo evolucionista en favor de un monismo radical. Sin embargo, muchos estudios académicos acerca de las creencias espirituales humanas, aunque parezca mentira, puede que hayan sido impulsados por intermedio de oscuras ideologías políticas y de justificaciones racistas.

Eliade fue un intelectual de ultraderecha que, junto con Emil Cioran y Nae Ionescu, entre otros, perteneció en su juventud a movimientos tradicionalistas en su Rumania natal antes de la Segunda Guerra Mundial. Su adherencia al fascismo lo llevó a militar en la Guardia de hierro, un grupo fundamentalista y xenófobo que trataba de imponer un nuevo orden espiritual para la Nación. La principal crítica estaba centrada en el progreso moderno, en el avance tecnológico y en las ansias de retornar a un pasado primigenio. Exploraban, por otra parte, las raíces en las culturas ancestrales para legitimar su fe. Asimismo, la necesidad de armonizar a la sociedad con los ciclos biocósmicos y de instaurar una depuración étnica. Esta reprobación al avance ilustrado a través de construir una narrativa para la restauración de lo sagrado, fue lo que sedujo también a Eugen Herrigel, a Martín Heidegger y a Carl Jung, simpatizantes tanto de Oriente como del nazismo alemán.

Eliade fue discípulo de Ionescu, un metafísico y profesor de Bucarest, antisemita y opositor a la masonería y al marxismo. Este, valiéndose del estudio de las mentalidades arcaicas, fue el precursor ideológico de un proyecto para volver a las raíces del mito, cuya meta consistía en edificar un nuevo mundo cósmico mediante la violencia. Veía la muerte de los soldados en batalla como un sacrifico primordial necesario para el renacimiento de un nuevo eón, y era, además, un adorador del Dios de la guerra. El joven Eliade, profundamente influenciado por su mentor, realizó originalmente una tarea periodística prolífica y defendió la ideología fascista como la única doctrina capaz de salvar a Europa del progresismo hegeliano tanto comunista como liberal. Buscaba descubrir las bases de un cristianismo prehistórico y fundar una religión cósmica de carácter totalitario. Pero como sabemos la quijotada acabó en tragedia. Una vez terminada la Guerra el escritor se llamó a silencio. No así sus ideas que fueron expresadas ocultamente en sus obras sobre la historia de las religiones.

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En 1944 publica El mito del eterno retorno y dos años después aparece su Tratado de historia de las religiones. En ambos trabajos defiende el concepto de tiempo circular arcaico en antagonismo a la visión lineal judía. Ante los cambios que experimentaba el mundo es, hasta cierto punto lógico, que entendiera a su época con una tendencia dictatorial como el regreso al mito y el inicio de una nueva etapa mesiánica. Desde el año 1945 hasta 1957 se radicó en París donde intentó borrar las huellas de su pasado político. Curiosamente fue protegido por personalidades como Paul Ricœur, George Dúmezil y Gershom Scholem (este último un gran erudito de la Cábala judía que, inexplicablemente guardó silencio; algo similar ocurrió entre Hannah Arendt y Heidegger o entre Jolande Jacobí y Jung, vaya uno a saber por qué). Cuando comienza a salir a la luz su reputación escondida, un compañero de antiguas fechorías vino a su rescate. El predicador de los “arquetipos colectivos” intercedió para que ingresara en el Círculo Eranos, en ese momento claramente de orientación antisemita en reivindicación de la mitología aria, además, a través de la Fundación Bollingen le consiguió un cargo de docente en la Universidad de Chicago. Eliade quién nunca se retractó se exilió en los Estados Unidos hasta su muerte en 1986.

Antes de abandonar este mundo y fiel a su causa, pudo establecer en su nuevo hogar americano a otro grupo de fanáticos que reviviera la antigua Guardia de hierro. Un ex alumno, Ioan Couliano, intentó publicar algunos trabajos en donde exponía la ideología escondida de su oscuro maestro y misteriosamente fue asesinado de un disparo en la cabeza en uno de los baños de la universidad. El asunto nunca se esclareció. Hoy se sospecha que la camarilla instituida por Eliade pudo haber estado detrás del hecho.

Los conceptos del filósofo rumano son vox populi en el marco de la escolástica, como la noción de hierofanía (la manifestación sagrada del régimen nacionalista que está oculta y se revela en los símbolos y en la estructura ideológica del partido); el eterno retorno y el terror a la historia (una visión antigua del tiempo pagano donde todo volverá al origen mítico en crítica al historicismo lineal del marxismo y del judaísmo); el sacrificio sagrado como rito necesario para venerar al Dios supremo de la guerra (el Holocausto); el viaje del héroe (ampliado por Joseph Campbell, en este caso refiere a la aventura fascista de “aumentar el espacio vital” en función del bienestar del pueblo elegido).

Vemos que “no todo lo que reluce es oro”. Este es el caso de algunos juicios que hoy son casi incuestionables en la dialéctica de la filosofía comparada de la religión. Aunque polémicos, no por ello son todos desechables. Muchos son rescatables y de gran importancia para la comprensión de la experiencia cultual humana y para dar sentido a su existencia. Otros, en cambio, deberían ser revisados. No obstante, hay que estar muy atentos, porque Dios y el diablo a veces parecen ser dos caras de una misma entidad. Detrás de muchas concepciones filosóficas aparentemente inocentes se ocultan opacas ideologías totalitarias que, cual “huevo de la serpiente” descansan ahí, en estado latente, aguardando el momento oportuno para despertar e intentar devorar al mundo.