CULTURA
Dar en la clave

Si Beethoven naciera hoy, sería una estrella del rock

Más símbolo de libertad que de fraternidad, la Novena sinfonía del compositor alemán es inalterable y sobrevive a todas las épocas y reinterpretaciones. Una pieza clásica pero a la vez revolucionaria. Galería de fotos

Ludwig van Beethoven
Ludwig van Beethoven | Cedoc

El cuarto movimiento de la Novena sinfonía que compuso Ludwig van Beethoven puso aún más ritmo al poema de otro romántico incurable como él, Friedrich von Schiller, autor de Oda a la alegría (Ode an die Freude).  Pocas melodías se volverían tan universales como esta joya alemana que Beethoven estrenó en Viena, en 1824. 

Cristiana, utópica y casi panteísta la pieza enardece y no deja indiferente incluso a quienes se sientan lejos de las épicas germanas. Hija de los dioses, la alegría es un destello que llama a unirse entre hermanos, olvidar la tristeza y avanzar hacia la victoria.

Durante la Revolución Francesa, los estudiantes la entonaban con la letra de la Marsellesa. En 1989, el Himno de la Alegría fue el anatema de los jóvenes que fueron desalojados por los militares chinos en la Plaza de Tiananmen. Y la noche del 9 de noviembre de 1989, Leonard Bernstein dirigía la orquesta que acompañaba la caída del Muro de Berlín con su interpretación de la Novena Sinfonía. Beethoven y Schiller volvían a unir los pedazos de una Alemania rota

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En plena dictadura de Augusto Pinochet, las mujeres chilenas marchaban por las calles canturreando el Himno y pasaban delante de las cárceles, para que los detenidos políticos, detrás de los barrotes, pudieran oírlas y saber que no estaban solos.
En Japón el Himno de Beethoven simboliza la juventud y es el único tema alemán clásico que figura en el menú de opciones de los salones de Karaoke.

En Francia, Jean Ruault, Maurice Bouchor y Julien Thiersot se pisaron los talones para patentar sendas versiones líricas del Himno a la Alegría, del mismo modo en que España nos legó la suya, en 1970, de la pluma de Miguel Ríos. Y aunque Julio Iglesias también había entonado su propia versión sajona, el artista-británico-punk-activista-de-izquierda Billy Braag reinterpretó con su guitarra el Himno del siglo XIX y deslumbró -nada menos- a la Reina Elizabeth, cuando la escuchó ejecutada por la solemne Filarmónica de Londres.


Si Ludwig van Beethoven naciera hoy, sería probablemente una rock star: libre, con determinación y dispuesto a sacar la lengua frente a las cámaras, como otro genio alemán del siglo XX quien, en vez de la música, eligió la física para expresar su libre-pensamiento.

Beethoven improvisaba en medio de sus sonatas, esto me transmite la sensación de que tal vez en el pasado los compositores se permitían ver la música no como algo rígido sino como algo flexible”, analiza la pianista Gabriela Montero. “Beethoven sabía que la música es un gran amplificador. Por eso utilizaba su música para contar una historia, despertar la conciencia y dejar huella”, agrega Montero, una venezolana antichavista radicada en Barcelona. 

“Hoy nos cuenta cómo era, cómo vivió y es válido para todas las generaciones. Creo que es un buen ejemplo de alguien que veía la música no sólo como diversión o herramienta de goce estético sino como medio para transmitir un mensaje, que es quizá más importante que el simple hecho de hacer algo sublime”, opina la compositora.

En 1972, el Consejo de Europa anunció la elección de la Oda a la Alegría como himno europeo, pero a pesar del ímpetu fraterno que desborda la composición, a los países integrantes les llevó 13 años más ponerse de acuerdo y convertirla en el estandarte musical de la Unión Europea. Y como es instrumental, alguien propuso convocar el espíritu del padre de la Eneida y, por qué no, escribir tres estrofas en latín, para asegurarse de que nadie entendiera nada, pero subrayando el lema rector del organismo: “Unido en la diversidad”.

Creo que Beethoven es uno de los modelos a seguir” opinó Billy Bragg, luego del éxito de su relectura de la dupla Schiller-Beethoven. “En vez de traducirlo literalmente, tomé sólo una línea: ‘Todas las personas serán hermanas’. Esta es la idea, la humanidad se construye sobre ella. Mi letra es la expansión de esa idea y trata de trascender las épocas. No importa cuándo la escuches, siempre será vigente”.

En la Base Marambio de la Antártida Argentina, el 31 de diciembre de 2016, la Banda de Música Conjunta de las Fuerzas Armadas interpretó, con arreglos propios, su “Himno a la Alegría”, “un mensaje de paz y unión al mundo”. Sólo pasaron cuatro años y parecen cien. 

En marzo de este año, el Teatro Colón le propuso a su público juvenil que la escuchara on line para dibujar un mundo mejor. Y días más tarde, varios integrantes de la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata interpretaban segmentos que luego el director artístico Ernesto Bauer ensamblaba. La pandemia recién comenzaba. 

“Escucha hermano la canción de la alegría / el canto alegre del que espera un nuevo día. / Ven, canta, sueña cantando! / Vive soñando el nuevo sol / en que los hombres / volverán a ser hermanos”.