CULTURA
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Szymborska y lo que debería leerse

Acaba de aparecer “Prosas reunidas” (Malpaso), de la escritora polaca Premio Nobel de Literatura 1996: ensayos sobre libros que nunca llegan al escritorio de los críticos.

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Poeta. Szymborska falleció el 1º de febrero de 2012 en Cracovia, Polonia. | cedoc

Cuando en 1996 la Academia Sueca le concedió el Nobel de Literatura a la poeta polaca Wislawa Szymborska, tuvimos que salir a enterarnos de quién se trataba. No la conocíamos y probablemente jamás la habíamos escuchado nombrar. Cuando la leímos, pudimos admirarla. De ahí al amor el paso fue muy corto. Szymborska (1923-2012) tiene la envidiable virtud de poder ver siempre el otro lado de las cosas. Su cerebro trabaja siempre invirtiendo, con una simpleza deslumbrante. Cuando parece que nos está diciendo una cosa, en verdad es que la está mirando del revés. Algunos de sus poemas más famosos acusan este misterio. Por ejemplo, en Agradecimiento, nos dice: “Debo mucho/ a quienes no amo”. Y más adelante: “Desde el encuentro a la carta/ no pasa una eternidad,/ sino simplemente unos días o semanas./ Los viajes con ellos son siempre un éxito,/ los conciertos son escuchados,/ las catedrales son visitadas,/ los paisajes nítidos.” En esa inversión de términos reside en gran parte la personal ironía de Wislawa.

La editorial Malpaso acaba de publicar sus Prosas reunidas, que incluye Lecturas no obligatorias. Se trata de una recopilación de textos aparecidos durante décadas en el Zycie Literackie, un semanario polaco de literatura y cultura, y posteriormente publicadas en otras revistas y en el periódico  Gazeta Wyborcza. En apariencia, se trata de reseñas de libros que nunca llegan al escritorio de los críticos: monografías, antologías, diccionarios, libros de divulgación científica. Pero Szymborska, quien prefería mirar las cosas del lado del revés, utiliza los libros como una excusa para contar –casi siempre– otra cosa. Por ejemplo, en La vida psíquica de las mascotas empieza relatándonos que ha leído un libro (Cuando el perro enferma), que trata de enfermedades caninas. Empieza por la conclusión: “Los perros sufren y mueren de lo mismo que las personas”, nos dice (he aquí una prueba más de su adorable ironía). Y luego indica que este libro, de más de cuatrocientas páginas, no es sin embargo una obra exhaustiva, puesto que no relata las afecciones psíquicas de los caninos. Desarrolla entonces diversas ideas acerca de la vida psíquica de las mascotas que son para desesperar a cualquier amante de los perros, para terminar concluyendo que, en el clímax de la locura, el perro corretea detrás de su propia cola. “En los humanos, dado que no tenemos cola, esta etapa de la enfermedad pasa inadvertida”, concluye.

Prosas obligatorias no son en verdad reseñas, sino ensayos. Ensayos perfectos, irónicos, tan faltos de certezas como toda la obra de Szymborska, a quien nada de lo cotidiano le resulta ajeno, a quien la menor de las cosas le habla porque las toca con el genio de su inteligencia, pero también con profundo amor.

Szymborska nos habla, y nos seguirá hablando, porque nos hace más entendible la complejidad de la existencia, pero sobre todo porque jamás juzga. Entiende, acompaña, ironiza, piensa, pero nunca pelea con la realidad: acepta. Como cuando en su poema Aquí nos dice: “La vida en la tierra sale bastante barata./ Por los sueños, por ejemplo, no se paga ni un céntimo./ Por las ilusiones, sólo cuando se pierden./ Por poseer un cuerpo se paga con el cuerpo”.