CULTURA
ENTREVISTA A Luis carlos barragÁn castro

Todos los futuros que podamos imaginar

En su paso por Buenos Aires para participar del Filba, dialogamos con el escritor e ilustrador colombiano, uno de los referentes latinoamericanos de la ciencia ficción, en especial del weird, subgénero que atiende con sofisticada erudición, y su último libro, “Parásitos perfectos” (Caja Negra), da muestras de ello.

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Senda. Publicó sus cuentos en numerosas revistas y antologías, y también diseñó docenas de portadas de libros. | cedoc

La langosta arcoíris es el insecto preferido de Luis Carlos Barragán Castro, escritor y artista colombiano, y uno de los referentes del llamado weird latinoamericano. “Sería como un artefacto muy lujoso. Como el más cotizado, carísimo, y que te da una experiencia increíble. Algo deluxe parecido a la ilustración mía del libro de Caja Negra”, se lo imagina high tech, y simbiotizado a los humanos del flujo distópico que teje en sus historias de amor y espanto. En su paso por Buenos Aires, en la primera vez en Argentina para el Filba24, y en gira con los cuentos de Parásitos perfectos, Barragán Castro repite su mantra eléctrico acariciado por licuadoras alzadas, cucarachas estelares y hongos interdimensionales, en las esquinas de Bogotá o El Cairo: antes infectada que sencilla.

“Para mí el weird representa lo mismo que la teoría queer pero para los subgéneros literarios. Es un espacio, un flujo, una zona liminal, intermedia, entrelíneas, que es difícil de describir, pero donde se me permite a mí, y seguro que a muchos de los otros autores, una libertad extraordinaria de llevar la imaginación sin límites, de explorar sin ataduras ni prejuicios”, comenta el narrador de la contagiosa El gusano (Vestigio.2018), en su propuesta transgenérica y poscronotopo que dialoga con argentinos como Michel Nieva y Cynthia A. Matayoshi, “sí, mezclar géneros, body horror, cyberpunk, con los más tradicionales sci fi, policial negro, thriller y horror. Y, por cierto, lo queer está metido en mis relatos porque mis personajes son bastante queer. Entonces brotan las identidades mezcladas, evitando todos los espacios clausurados, géneros, clases o sexos, a la manera de la dislocación queer”, sintetiza Barragán Castro, con formación académica en artes plásticas e historia, y una vida errante entre su país y enclaves exóticos en Medio Oriente y Asia.

Y con los cables enchufados en su aclamada novela anterior, que contaba un presente alterno donde las personas pueden traspasarse y fusionarse, obteniendo características compartidas, y todo “el mundo se mezcla. Toda la humanidad en El gusano tiene miedo de tocar al otro, porque si tocas a alguien inmediatamente te fusionas. Entonces la gente tiene miedo, por ejemplo, de fusionarse con alguien pobre, o alguien de otra raza, o alguien gay, o simplemente alguien. Es sobre eso, es sobre ese tire y afloje entre el individuo y el otro, y el colectivo”, y que lo vincula con las derivas de esta antología cuentística de la serie Efectos colaterales de Caja Negra, entre ellas la de Simbiosis y Amor de Gulgrumbo.

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El futuro es nuestro. En la discursividad de Barragán Castro los umbrales son literarios, el H.P. Lovecraft de La llamada de Cthulhu y el J.G. Ballard de Compañía de sueños ilimitada, así como también los compatriotas Rafael Chaparro Madiedo –y su “imprescindible” novela Opio en las nubes (Colcultura 1992)–, Andrés Caicedo y Fernando Vallejo, pero también son las ilustraciones del fantasy, los videojuegos, el animé y el manga. Una rápida ojeada a su labor de ilustrador, recientemente lucida en la tapa de Divino neón, de Mallory Craig-Khun (Ayarmanot 2024), consolida este pensamiento contundente: “Siento que mi literatura es una forma constante de intentar describir las miles de pinturas que tengo en la cabeza y no he pintado”, refiere el finalista del Premio Rómulo Gallegos en 2013 por Vagabunda Bogotá.

En su intento de saltear el “estereotipo de la violencia” de la ficción –y más, la no ficción– colombiana, el autor asegura que licuó las influencias en momentos que se empezaba a pensar en su país de qué “manera no seguir matándose”. Y eso derivó en que tanto él como su generación empezaran a inventar un futuro, con lo que “rebasaron” las posibilidades de la violenta realidad, “tan distópica históricamente que el weird podría resultar la mejor plataforma de lanzamiento a otro mundo menos injusto y cruel”. Realidad, asevera el narrador e historiador, además, parecida en toda Latinoamérica.

“Porque el discurso de la modernidad, el de nuestros Estados nacionales, creo que ya está más que cancelado. Y es muy difícil retomar ese capitalismo individualista. O al menos en todos los discursos que yo he escuchado, a nadie se le está ocurriendo que el futuro sea industrializándonos, sino que es más, ¿qué otras formas de futuro nos podemos imaginar? Y son futuros siempre muy raros, donde se incluyen con frecuencia las prácticas ancestrales de las comunidades indígenas, que fueron relegadas durante mucho tiempo, y que ahora la gente está romantizando un poco. Pero igual las estudian y me parece acertado darles voz a esas otras ideas de futuros, o de entender el tiempo”, sostiene para agregar el novelista de Tierra contrafuturo (Planeta.2022): “Yo siento que a través de las rarezas mutantes de hongos, parásitos y cuerpos cruzados con otras alteridades y filosofías es más fácil proponer algo diferente al biocapitalismo salvaje, al desarrollo tecnocapitalista, y que se anuncia así otra forma de habitar este planeta colapsado”.

Poshumano, posnaturaleza. El desborde imaginativo de Barragán Castro copa una selva amazónica, o una capital latina enloquecida por caras-insectos, en un paisaje lisérgico donde “es difícil saber cómo lo recibe el lector. Pero yo espero que sea una experiencia que abra la imaginación, que le permita ver el mundo de una forma diferente, y sobre todo que le permita sentir más cómo siente el otro, cómo siente el animal, e imaginar fuera de su cuerpo”, en estos manifiestos suyos de mutualismo de lo viviente que pregunta por el después. Y “de hecho, es muy curioso porque varias personas me han dicho que leyeron Parásitos perfectos mientras estaban enfermos, y que todo el viaje de leer el libro fue como estar en un sueño o una pesadilla muy raros. Fuera de ellos. Yo me imagino que al menos sea como una especie de metamorfosis de insecto, como que pasan a través de mis libros, y a través de esa metamorfosis puedan ver diferente”, con lectores entonces que van de larvas ciegas a hermosos escarabajos en carreteras negras.

La langosta arcoíris fue descripta por primera vez, en una de sus decenas de especies, por Johan Christian Fabricius en 1798. Este zoólogo danés representa un precursor subterráneo de dos teorías revolucionarias, una de la modernidad, la evolución; otra de la posmodernidad, la hibridación. Los trips barrosos de Luis Carlos Barragán Castro se hibridan tentaculares a la carcosa que es Latinoamérica. Los monstruos andan ahora sueltos. Pero, como reflexiona el amante de los bios del cuento titular de la compilación de Caja Negra, “es gracioso cómo funciona la naturaleza: desarrolló una nueva forma de reproducción simbiótica y nosotros una nueva forma de ser felices. Estoy seguro de que juntos podremos crear una sociedad más justa, más eficiente, más perfecta”. Parásitos perfectos.