CULTURA
crítica

Todos los seres vivos que solo Uhart pudo ver

El libro está dividido en cinco partes. Hay textos críticos, apuntes sobre filosofía, lecturas sobre la cultura griega, ensayos de preceptiva literaria, y una miscelánea de textos recuperados del archivo de Uhart. Hay textos cuya procedencia es oral: varias conferencias, un texto que se escribió para ser leído

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Una pequeña parte del universo es uno de esos libros que se subrayan efusivamente. En cada apartado, casi en cada página, aparece una idea, una frase, una ocurrencia que captura la atención –y que hace pensar, o sonreír, o incluso reírse. El título está tomado de Simone Weil, una frase que la propia Uhart subraya en Cuadernos: “considerarse simple y exclusivamente (en tanto que ser fenoménico) como una pequeña parte del universo”. Quienes rastrean el subrayado y lo toman para el título son Pía Bouzas y Eduardo Muslip, quienes fueron amigos personales de Uhart, y que compilaron los textos que lo componen.

El libro trasunta una suerte de intimismo por partida doble.

En primer lugar, por el cuidado y la atención evidentes que Bouzas y Muslip pusieron en el trabajo de archivo y selección, en los comentarios, en las notas aclaratorias. Cuatro años atrás habían reunido en El amor es una cosa extraña tres novelas, cortas e inéditas hasta entonces, que Uhart escribió entre los años 1980 y 1990. En el epílogo que firman al final de este otro libro hacen una lectura crítica de los textos que encontraron y publicaron, y lo hacen leyendo en las entrelíneas no solo del texto sino también de una presencia significativa: hablan de la biblioteca personal de Uhart, de los papeles que dejó en un placard, de la manera en que encuentran manuscritos y rastrean originales.

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En el prólogo de Una pequeña parte comentan a propósito del título: “Convergen aquí la voluntad de análisis, una expresión muy personal y un tono especulativo que no le escapa a la afirmación contundente”. En esto se juega la segunda vía del intimismo en el libro: detrás de cada página se ve, no los artificios de una construcción autoral, no las manías pretenciosas de la automitificación, sino, mucho mejor aun, un temperamento.

Una voz, la historia de una voz, dicen Bouzas y Muslip. La voz, la propia voz, pero también el registro puntilloso y agudísimo de las voces ajenas son una constante en estos textos: como preocupación ética y estética, y como puesta en acto a la hora de escribir.

En Leonilda, la segunda novela de El amor es una cosa extraña, la protagonista es una mujer que deja el Chaco rural en que creció y se muda al Conurbano Bonaerense. Leonilda es protagonista y narradora, y la construcción de su voz muestra un oído prodigioso. Por momentos hay destellos de ingenio: “Esa está embarazada porque Dios es grande, pero a veces se distrae”, dice un personaje. La voz de Leonilda es siempre una síntesis de Leonilda, y es en la voz del personaje que se juegan su carácter y su destino: “Los domingos era cuando más me acordaba de Antonio. Pero ya no me pasaba como cuando quería ir a buscarlo, porque me dolían las piernas. Qué cosa el pensamiento, cómo va a todas partes y una se queda en el mismo lugar”.

En Viajera crónica el oído capta el uso del diminutivo como residuo colonial. En Ecuador visita la plaza de San Francisco, y registra: “El sacerdote que oficia misa para hacerles repetir a los fieles una canción dice: ‘Otra vecita’”. Y en Perú: “me empecé a acordar de las cosas de Arequipa, que ya era pasado, como cuando la recepcionista del hotel de Arequipa pedía por teléfono: ‘¿Un lugarcito para una pasajerita que está solita?’”.

En Una pequeña parte del universo se lee la misma agudeza. Todo el tiempo hay una insistencia en la atención a los detalles. Bouzas y Muslip dicen en el prólogo: “La ‘atención’, ese ‘salirse de uno mismo’, toma la forma de una preceptiva vital y estética, razón de ser del arte tanto para Weil como para Uhart”. Escribir es mirar bien, sobre todo es aguzar el oído.

El libro está dividido en cinco partes. Hay textos críticos, apuntes sobre filosofía, lecturas sobre la cultura griega, ensayos de preceptiva literaria, y una miscelánea de textos recuperados del archivo de Uhart. Hay textos cuya procedencia es oral: varias conferencias, un texto que se escribió para ser leído. En todos los casos, sin embargo, los textos de Uhart parecen hablados. Y esto no es una cuestión formal, no es una cuestión de estilo –o no lo es solamente.

La voz de Uhart es una voz descentrada. Docente de filosofía durante más de una década, tuvo una consagración tardía. Tal vez al margen de esto, sus textos dejan oír despreocupación por lo que es un escritor, por el deber ser del ser escritor. Desmitifica este lugar explícitamente cuando escribe: “No existe el escritor platónico en general sino personas particulares que por mil caminos e historias de vida totalmente distintas se han empeñado en eso”. Pero también cuando escribe a secas: en el fraseo de Uhart hay proximidad con el lector justamente porque se sale de los lugares comunes de ese deber ser y, en cambio, se deja ser.

Otro tanto ocurre con sus modos de leer. Ahí hay sistema: lecturas rigurosas sobre la Ilíada, sobre San Agustín, sobre el cristianismo como negativo de la cultura griega, reseñas sobre literatura contemporánea y sobre los escritores liberales del siglo XIX. Pero también hay desvíos y caprichos, una manera de leer que a veces es oblicua.

Por eso en el segundo apartado, “Una historia personal de la filosofía”, Sarmiento y Alberdi están en pie de igualdad con Hume o con Weil. En “Olvidados” dice: “Me acuerdo también del norteamericano O’Henry, que tiene la siguiente característica: es un escritor simpático. Hay escritores excelentes, pero pocos tan simpáticos; uno entra en confianza con él no bien lo lee”.

El libro, en fin, muestra los entretelones de una escritura –la de Uhart—y también algunas de sus mañas y obsesiones. Hay recurrencias: la pavura contra los estereotipos, la preocupación por la oralidad, las figuras de Felisberto Hernández, de Juan José Morosoli, de Simone Weil. Formas de leer, de pensar y de escribir: en la singularidad de esas formas se juega la perspectiva del universo Uhart: un temperamento, el lugar desde el que se mira con atención y se habla de cerca.

Una pequeña parte del universo

Autora: Hebe Uhart

Género: ensayo

Otras obras de la autora: Viajera crónica; Impresiones de una directora de escuela; Visto y oído; Animales

Editorial: Adriana Hidalgo, $ 19.500