No habrá Nobel de Literatura este año. La Academia Sueca decidió postergar la elección y entrega para el año que viene, supuestamente lo hará junto con el premiado en 2019, dos en uno, qué momento nos espera. La única postergación ocurrió en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Esta noticia se replicó en todos los medios periodísticos del mundo a raíz del comunicado de la institución, pero bajo una causa en común: escándalo sexual. Nadie en su sano juicio, a esta altura del siglo XXI, puede argumentar que “escándalo” seguido de “sexual” sea un argumento válido para detener un premio, o cualquier evento con trascendencia global, y menos en un país pionero respecto de la libertad de elección sexual. Por caso, la entrega de los Premios Oscar se realizó entre una catarata de denuncias de acoso y abuso que implicó tanto a productores como actores.
El motivo de esta postergación, que puede ser suspensión por tiempo indefinido, tiene un trasfondo económico que sí surge a partir de las dieciocho denuncias por acoso contra el marsellés Jean-Claude Arnault, fotógrafo y animador de la escena cultural sueca, esposo de Katarina Frostenson, miembro de la Academia desde 1992 hasta hace unos días. En una reciente entrevista publicada por L’Express, la periodista del Dagens Nyheter, Matilda Gustavsson, responsable de la investigación contra Arnault, confirmó la sospecha sobre su influencia: “Algunos lo consideraban como el miembro número 19 de la Academia”. Sumado a ello que la “auditoría interna” contratada por la institución arrojó que, por lo menos en siete casos, el esposo de Frostenson filtró los nombres de los ganadores antes del anuncio oficial. Por algo se suspendieron las apuestas cuando premiaron a Jean-Marie Le Clézio, por algo interviene una fiscalía de Estocolmo para investigar. Ahora, ¿aparecerá la verdad detrás de todo esto? ¿Dejarán que se sepa qué pasaba detrás de semejante tráfico de influencias?
El foco está puesto en Arnault, siniestro y malvado personaje, acusado por el diario Svenska Dagbladet de haber tocado las nalgas de la princesa Victoria, heredera del trono, cuando tenía 20 años. ¿Ahora tenemos que creer que Arnault era más poderoso que el rey de Suecia, incluso tan impune? El verdadero escándalo es la posibilidad, ya verosímil, de que el premio fuera digitado por un grupo corrupto que utilizaba a este matrimonio como operador hacia el exterior. Y además, ¿cuánto cobraban para designar a un ganador? ¿Trataban con agentes literarios o con los directivos de las casas editoriales? ¿Y si fuera un gobierno el interesado en el premio? ¿Cuánto pagó China por la designación de Mo Yan, un general de pocas luces y prosa escasa?
Con diez miembros activos no se puede designar un ganador, salvo que modifiquen los estatutos, cuestión que zanjará el rey. Esto mancha a los galardonados desde que Frostenson asumió en 1992, vale decir, a los ya mencionados se suman: Walcott, Morrison, Kenzaburo Oe, Heaney, Szymborska, Fo, Saramago, Grass, Xingjian, Naipaul, Kertész, Coetzee, Jelinek, Pinter, Lessing, Müller, Vargas Llosa, Tranströmer, Munro, Modiano, Aleksiévich, Dylan e Ishiguro. Solo el tiempo dirá si sus obras merecían tamaño reconocimiento, ya no una Academia.