DEPORTES
ESTA TARDE EN EL MONUMENTAL

Bielsa, entre el reconocimiento y el rechazo

El ex técnico de la Selección Nacional, que ahora dirige al combinado trasandino, recibió aplausos, silbidos, insultos y halagos por parte del público. Sin embargo, fue elocuente, unánime y expresivo el reconocimiento público de sus ex dirigidos.

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| TLAM

Aplausos y silbidos, insultos y halagos por parte del público, pero un elocuente, unánime y expresivo reconocimiento de sus ex dirigidos, fueron las sensaciones contradictorias que recibió Marcelo Bielsa en su retorno al estadio Monumental, esta vez con el incómodo traje de entrenador del seleccionado chileno.

Acaso como natural correspondencia a su honestidad y calidad humana –una flor rara en el ambiente futbolero– el plantel argentino le brindó a Bielsa un inequívoco gesto de respaldo; y lo hizo público, como debe ser para una personalidad que sufrió como pocas el escarnio de cierta prensa que trata la información igual que una mercancía.

En esa clave debe interpretarse la conducta de los futbolistas del seleccionado argentino –en especial aquellos que fueron dirigidos por Bielsa–, que saludaron efusivamente al entrenador rosarino antes del inicio del partido. Javier Mascherano, Carlos Tevez, Gabriel Heinze, Roberto Abbondanzieri y el capitán Javier Zanetti lideraron ese gesto.

El acto de gratitud no respondió necesariamente a una aprobación del modelo riguroso, disciplinado, verticalista y vertiginoso que Bielsa impuso en su ciclo en el seleccionado, sino a la conducta transparente que el técnico reveló en el manejo con el plantel; y también en el contacto con los intereses comerciales que pretenden tener incidencia sobre el equipo nacional.

Otro relato es que puede construirse a la reacción del público que, sin olvidar la dolorosa exclusión argentina del Mundial 2002 en primera ronda, no encontró una respuesta clara para recibir a Bielsa. Hubo indiferencia en buena parte del estadio. Pero cuando el locutor mencionó su nombre con la lectura de las formaciones se registraron, a un mismo tiempo, una silbatina tenue y los aplausos de un sector de la parcialidad argentina; además, claro, del respaldo de la tribuna chilena, como es propio en el tramo inaugural de un ciclo que nace con ambiciones.

El ingresó del rosarino al estadio Monumental, a las 16.40, no tuvo estridencias. Enfundado en su clásica vestimenta deportiva, Bielsa bajó del micro que trasladó al plantel, saludó con gesto discreto sin destino preciso e ingresó de inmediato al vestuario visitante. Después el entrenador mostró que sus rutinas se mantienen inalterables: siguió el partido pegado a la línea de cal, con movimientos permanentes e indicaciones tácticas de coyuntura. No hubo un solo argentino sorprendido cuando ordenó un cambio antes del final del primer tiempo, acto que más de un director técnico considera cuanto menos una traición a los llamados códigos del fútbol.

Las sensaciones contradictorias que despertó Bielsa en el público son, si se quiere, hasta previsibles si se repara en que, independientemente de la discusión en torno a dibujos tácticos y modelos, el seleccionado argentino exhibió un fútbol de calidad inobjetable en la eliminatoria del Mundial 2002.

Ahora como entrenador de Chile, el rosarino repitió su propuesta de juego –aquella que mantuvo hasta con obstinación en el seleccionado argentino– y que, amén de los rigores que impone, promueve un innegable espíritu ofensivo, la sal indispensable para mantener vivo al fútbol moderno. Gustos y resultados al margen, Bielsa encarna una capacidad de trabajo y un comportamiento consecuente que permitieron que sus ex dirigidos y buena parte del estadio Monumental lo homenajeara con una recepción sin rechazos altisonantes. Y eso pesar de haber conducido el mayor fracaso del seleccionado en muchos años.