Después de la tormenta política y económica, y ahora que la AFA empieza a transitar un camino de presunta normalización institucional, el Gobierno buscará avanzar para que el fútbol argentino tenga un sello más afín a sus ideas. Los temas no son nuevos: vienen de los tiempos en que Mauricio Macri era presidente de Boca e impulsaba –sin éxito– una serie de medidas que hoy retoma con la fuerza que inocula la Casa Rosada.
El primer paso fue haber incidido en la FIFA –con una visita del coordinador de Fútbol para Todos, Fernando Marín, a Gianni Infantino en Zurich– para que ese organismo designara a Armando Pérez como la cabeza de la comisión normalizadora. El presidente de Belgrano ya había sido bendecido por Macri meses antes de la insólita elección en Ezeiza en la que empataron Marcelo Tinelli y Luis Segura, y hasta fue tentado este año para sumarse al macrismo de Córdoba, frente a las elecciones legislativas de 2017. Pérez no aceptó, porque quería mantener su candidatura en la AFA. Y aunque los comicios se suspendieron, su deseo se cumplió.
Ahora, Pérez tendrá que hacer pie entre Marín y Javier Medín, el vice de la Junta, que responde a Daniel Angelici, el operador del Gobierno que por ahora tiene más éxito en la Justicia que en la AFA. Si bien en la Rosada le reconocen a Angelici la misión cumplida de haber neutralizado las pretensiones de Hugo Moyano y Tinelli, también le endilgan responsabilidad en el derrumbe de una Superliga que se anunció y se canceló con pocos días de diferencia.
Superliga sí o Superliga no, lo que quiere el macrismo futbolero es un campeonato fuerte y reorganizado en veinte equipos. “Macri quiere un fútbol espectáculo. Un fútbol rico. Donde se genere una liga que venda, y que los demás se las arreglen como puedan”, opina el presidente de un club que estuvo en todas las negociaciones de los últimos meses.
Goles anónimos. Antes y después de presidir Boca, Macri tuvo la idea fija. Y ahora lee que la coyuntura puede ayudarlo: por eso insistió para que sus dirigentes instalen que una alternativa para sanear las economías de los clubes pueden ser las sociedades anónimas deportivas.
En 1999, Macri consiguió que la AFA contemplara esa propuesta, pero perdió por paliza: 38 a 1. El consuelo que le dio Julio Grondona luego de esa votación ya es parte de su antología de frases: “Qué va a hacer, Mauricio. Perdimos”. Con Grondona en los cielos y las arcas de muchas asociaciones civiles vacías, llegó el momento de relanzarla. La Superliga, actualmente caída, era una ruta de entrada para las SAD a la manera española, un modelo que podría caberle, según dos directivos, a una veintena de clubes.
Pero las empresas no sólo aterrizarían en los clubes. También en el negocio de la TV, otro de los puntos que esta semana quedaron evidenciados. Los clubes difundieron la intención de romper el contrato de Fútbol para Todos, una carta que le sirve al Gobierno para no cargar el costo político de una rescisión que implicaría el fin del fútbol gratuito. Para los clubes, la estrategia es simple: necesitan terminar el vínculo con el Estado para que Turner compre los derechos a cambio de una mejora económica. La cadena estadounidense, que se uniría con Clarín, está dispuesta a desembolsar tres mil millones de pesos por año. Por ahora, el FpT seguirá: el Estado se comprometió a abonar 1.250 millones por seis meses, prorrogables por seis meses más. No quiere correr el riesgo de llegar a las elecciones del año próximo sin fútbol libre por tevé. Luego, la historia será otra, como ayer anticipó Angelici: algunos partidos podrían transmitirse por TV Pública, y otros, con un sistema pago.
Marín, esta semana, aseguró que “ningún deporte profesional tiene que ser subvencionado”. En esa sintonía entra el creador de AFA TV, Horacio Gennari: “El Presidente quiere un Estado liberado del gasto y una participación más fuerte de las empresas. Lo de AFA TV, con la participación de Turner en sociedad con Clarín o DirecTV, va en ese sentido”, reconoció a PERFIL. Habrá que ver si eso sucede en seis meses o en un año. Es sólo una cuestión de tiempo. Porque suceder, sucederá.