No son buenos meses para Alemania. A los affaires de Lufthansa y Volkswagen, ahora se suma el destape de la olla de la compra de votos para obtener la sede del Mundial 2006, en la elección del 6 de julio de 2000, que determinó la semana pasada la renuncia del presidente de la Federación de Fútbol (DFB), Wolfgang Niersbach, acusado de fraude fiscal por más de un millón de euros, al igual que su antecesor, Theo Zwanziger, y el ex secretario general de la entidad, Horst Schmidt.
Si el Káiser Franz Beckenbauer se salva de la posibilidad de ir a prisión, es sólo porque su firma no aparece en ningún documento, pero está claramente implicado en los hechos, en una larga trama con demasiados puntos
oscuros.
Todo comenzó con la aparición de documentación de un pago a la FIFA de 6,7 millones de euros. Todo indica que se trató de un fondo para sobornos a miembros del Comité Ejecutivo de la FIFA para que votaran por Alemania contra Sudáfrica para la organización del Mundial 2006.
Esta votación terminó 12-11 a favor de los europeos debido a que el representante de Oceanía y presidente de la Federación de Nueva Zelanda, Charles Dempsey, que tenía mandato para votar por los africanos, se escurrió en el momento del sufragio. Un eventual 12-12 hubiera generado el desempate del titular de la FIFA, Joseph Blatter, y se sabía que una de sus promesas cuando asumió en 1998 era darle un Mundial al continente africano.
La reconocida revista alemana Der Spiegel publicó que el Comité Organizador del Mundial 2006, que presidía Beckenbauer y cuyo vicepresidente era Niersbach, recibió un préstamo (difícil de entender aún) de Robert Louis Dreyfus, CEO de Adidas. Todo indica que fue utilizado como fondo negro. Se dijo que ese dinero se utilizaría para una gala de presentación de la Copa del Mundo en Berlín, pero esto jamás se llevó a cabo.
En cambio, Der Spiegel dice que ese dinero se depositó en una cuenta de la FIFA en Ginebra, y de allí pasó a la cuenta de Dreyfus en Zurich (BNP), con el impulso del entonces secretario general de la FIFA, el suizo Urs Linsi. Todas las cuentas de la FIFA están en el UBS.
Lo extraño es que ese dinero, parte de una misteriosa triangulación, fue recibido antes de la votación de 2000 y fue devuelto mucho después, y no tuvo asiento contable en el Comité Organizador, en el que Niersbach tenía la Comisión de Marketing y Medios, y es lo que lo eyectó ahora de su cargo en la DFB.
Beckenbauer y Niersbach sostienen que pagaron 6,7 millones a la FIFA como exigencia para después ésta darle una subvención de 250 millones de francos suizos al Comité Organizador del Mundial 2006.
Dempsey, fallecido en 2008, y del que se dice que cobró 250 mil dólares por haberse escurrido de la votación, llegó a decir que sufrió presiones en los días previos, como llamadas de Tony Blair, primer ministro británico de entonces, del canciller Gerhard Schroeder y de Nelson Mandela.
Distintas investigaciones prueban también que la candidatura alemana no sólo pagó a los dirigentes de la FIFA con dinero, sino también con concesiones de derechos de TV de los mundiales a muy bajo precio, y con partidos amistosos del Bayern Munich en los países involucrados.
El negocio de los derechos
Los documentos dados a conocer por la revista alemana Der Spiegel no aparecieron por casualidad sino por la quiebra del gigante ISL, una empresa de marketing y derechos de TV ligada a la FIFA y a Horst Dassler, de Adidas, que dejó un agujero negro de millones de euros en la entidad madre del fútbol y hasta tuvo coletazos en la ISL argentina, manejada por Rogelio Rigante, viejo conocido de Julio Grondona.
Para los Mundiales 2002-2006 la FIFA le concedió los derechos televisivos en Alemania a la sociedad que la empresa ISL tenía con Leo Kirch por 120 y 140 millones de francos suizos, cuando se calculaba que esos derechos no valían menos de 250 millones.
ISL se declaró insolvente el 21 de mayo de 2000 y enseguida se supo que en Liechtenstein tenía un fondo negro para sobornos con miles de millones de francos.