DEPORTES
Cristian Fabbiani

De goleador mimado pasó a ser un atorrante en vías de recuperación

El delantero de Lanús es dueño de una personalidad que le ha generado conflictos dentro y fuera de la cancha. A tal punto, que exhibe un particular récord: en el Apertura pasado sufrió tres expulsiones en cinco partidos. Hoy, luego de un breve paso por Israel, vuelve con las pilas cargadas para cambiar la imagen que, dicen, le hicieron injustamente.

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BON VIVANT. Fabbiani hoy, en su casa de Puerto Madero. Espera tener su revancha a corto plazo. | Cedoc

Tres expulsiones en cinco partidos es demasiado hasta para Cristian Fabbiani. El delantero que alguna vez fue el mimado de la gente de Lanús ahora es un atorrante en proceso de recuperación. Porque desde la sexta fecha del Clausura pasado, cuando se hizo expulsar de manera infantil contra Independiente, el Gordo cambió de categoría: pasó de ser ese delantero peligroso, provocador y tira caños a ser el jugador más puteado del fútbol argentino.

Antes lo insultaban los rivales porque, se nota, a Fabbiani le gusta presumir de su habilidad; pero ahora también es el blanco de sus compañeros, que le reprochan tantas tarjetas rojas, y de los hinchas, que ya le perdieron la paciencia. Y no es para menos: tres expulsiones en cinco partidos, y todas por reacciones desmesuradas. Si en Lanús hasta se lo sacaron de encima y lo mandaron tres meses a jugar al Beitar de Israel. Ahora que volvió, dice, la experiencia le sirvió para crecer. Ya no más expulsiones, confía.

—¿Por qué tantas rojas, Cristian?
—Fue una etapa que estaba mal, fastidioso, porque sentía que podía dar un paso adelante y Lanús no me lo permitía. Llegaban ofertas de España, de Holanda, y no me dejaban ir porque decían que querían pelear el campeonato. Entonces me ponía ciego, y hacía lo que hacía. Lo que pasa es que si vivís mal afuera de la cancha, vivís mal adentro. Pero los tres meses que estuve en Israel me hicieron crecer mucho, me tengo que dar cuenta de que ya tengo 23 años y no puedo perder el tiempo.

—Pero vos siempre fuiste medio calentón...
—No, al contrario, cuando me pegan trato de jugar mejor. Tengo cuatro expulsiones, no son tantas, lo que pasa es que fueron todas juntas. Yo también hice echar a muchos jugadores, y de ahora en más tengo que hacer ésa, no me tengo que calentar, tengo que hacer mi juego que es lo que mejor sé hacer.

—Te molesta que la gente que disfrutaba de tus caños ahora te insulte.
—Pero cuando salimos subcampeones era el mejor. El fútbol es así, te ponen allá arriba o acá abajo.

—¿Pero no te jode?
—Yo, sinceramente, mucho a la gente no le doy bola. Porque hacés un gol y te aplauden, pero errás uno y te putean.

—Pero a vos no te putearon porque erraste goles sino por tus reacciones.
—La gente está dolida, pero haciendo una buena actuación va a estar a mi favor, como estuvo siempre.

El último jugador de papi. El Gordo Fabbiani tiene todas las características del clásico jugador de papi fútbol: pone la pelota abajo de la suela, sabe cubrirla con el cuerpo, es oportunista y resuelve en espacios chicos. Es que el papi fútbol fue, en realidad, su escuela. “Yo jugaba en el club Querandí, en Ciudad Evita. Terminaba la escuela y corría a jugar hasta las 10 de la noche. Es lo más lindo que hay –se entusiasma–. Si el papi fuera profesional, jugaría al papi. Lo disfruto más.”

—¿En Querandí ya eras un provocador?
—Es mi juego, perdiendo o ganando siempre juego igual. Los rivales me putean, pero Cabrero siempre me dice: “La gente viene a disfrutar, y mientras vos puedas hacer eso, hacelo”. Y no es que tiro caños cuando voy ganando cuatro a cero, trato de hacerlo siempre, es mi estilo.

—¿Sabés que tenés algunas cosas del Mellizo Guillermo?: Sos un gran jugador, muy hábil y hacés calentar a los rivales, pero él sabe poner el freno y vos te pasás de rosca y te echan.
—Pero él es más grande que yo. ¡Y juega en Boca!

—¿Querés decir que si vos hubieras jugado en Boca o en River te hubieran expulsado menos?
—¡Cómo! Es obvio. Mirá la patada que le pegó Krupoviesa a Montenegro, y le dieron dos fechas, y a mí me dieron cuatro por darle una a Bilos. Ni en pedo me hubieran expulsado tanto, olvidate.