DEPORTES
en victoria

El empate fue de Tigre, el festejo fue de Boca

Ganaba San lLorenzo con gol de Cauteruccio y quedaba solo en la punta, pero a seis minutos del final, Rincon puso el 1-1. A pedir de la ribera.

Dos cabezazos. Cauteruccio festeja su gol, el que ponía a su equipo en la punta. Rincón grita el suyo.
| Fotobaires

No es tan dificultoso como volver a Boedo, pero volver a la punta del campeonato para San Lorenzo se ha tornado una tarea ardua: anoche, a seis minutos del final, Tigre le empató con un golazo de cabeza y le negó la posibilidad, al menos momentánea, de quedar arriba de todos. Como las cimas a las que no se llega nunca, el equipo de Edgardo Bauza parece condenado a ver a Boca desde abajo.  
El partido en Victoria fue un buen resumen de esa ambivalencia que encierra al mundo azulgrana en el último tiempo, quizás en toda la etapa de Bauza: algunos buenos momentos, sostenidos principalmente por individualidades –Cauteruccio y Más son algunos de los casos más emblemáticos– pero nunca un juego sostenido que otorgue una sensación de solidez.
Ese gran nivel, exhibido de manera espasmódica, pudo verse ni bien empezó el encuentro, cuando entre Villalba, Kalinski, Cauteruccio y Elizari entraron tocando al área, como en el barrio o como en la playa. La jugada fue perfecta, pero Elizari definió desviado.
Del otro lado, con más actitud pero también con más desprolijidad –la diferencia en la tabla de posiciones entre uno y otro evidenciaba lo que podían ofrecer en cada lado–, Tigre procuraba jugar alto para complicar a su rival: así llegó a través de un cabezazo de Orzán que pegó en el travesaño, o por un centro al área de Sánchez que rozó en Mercier y casi se le mete a Torrico.
Enredado, sin atisbo de resolver el escenario que le planteaba el tacticismo de Gustavo Alfaro, los hinchas de San Lorenzo, mirando por televisión, volvían a pararse de un lado o del otro de la grieta que representa Bauza: para algunos un técnico intocable por la obtención el año pasado de la Copa Libertadores, el título más importante de la historia del club, y para otros un DT que nunca logró imprimirle una identidad a un plantel plagado de muy buenos jugadores.
Esta idea, que se escucha y se siente en cada partido que San Lorenzo juega en el Nuevo Gasómetro, pareció quedar relegada ni bien empezó el segundo tiempo: Cauteruccio aprovechó un centro a la brasileña de Buffarini –con mucha rosca, alejándose cada vez más del arco– y rompió el cero. El arquero D’Angelo, que más tarde iba a sacarle una pelota increíble a Kalinski, se quedó anclado en la línea del arco, cuando quizás podría haber salido a buscar el centro. No pasó, y San Lorenzo quedaba puntero en soledad.
Tigre intentó avanzar con el correr de los minutos y presentó dos jugadas armoniosas en un contexto para nada armonioso, donde la imprecisión empezaba a preponderar: en la primera, Galmarini llegó hasta el fondo y descargó con Sánchez, que a metros de Torrico ya empezaba a festejar, cuando Caruzzo se tiró y desvió el remate. Si no hubiese ocurrido lo que ocurrió después, esa salvada de Caruzzo habría valido lo mismo que el gol de Cauteruccio. Con sólo observar a Sánchez, que se agarraba la cara sin entender muy bien por qué no estaba festejando, alcanzaba para entender la dimensión de lo que había hecho el defensor visitante.
Pero en la segunda jugada con cierta armonía, Tigre frustró a San Lorenzo. Lo hizo a puro toque: Rincón empezó casi en el mediocampo, luego continuó en una doble pared entre Federico González y Alexis Castro, y éste mandó un centro pasado para que Rincón terminara con un cabezazo lo que había empezado segundos antes. Golazo. A San Lorenzo no le quedaba tiempo. Sólo para lamentarse, otra vez, por no alcanzar lo que tiene tan cerca.