Anoche, en el Coloso del Parque Independencia de Rosario, ocurrieron algunas escenas de las que Maxi Rodríguez podría jactarse toda su vida. No solo por ser el artífice de que los fanáticos y las fanáticas de Newell’s –y de Argentina– vean a Lionel Messi jugar en ese estadio y hacer hermosos goles como los que suele hacer; o porque generó que en el estadio de Newell’s se ovacionara a un canalla como el Fideo Ángel Di María; sino porque reunió a cracks e ídolos de distintas épocas y para distintas generaciones: desde Gabriel Batistuta o Ariel Ortega hasta Leandro Paredes o Di María, desde Gerardo Martino hasta Lionel Scaloni. Varias décadas de los mejores del fútbol argentino en una misma noche y en un mismo lugar. Gracias y chapeau.
Los partidos homenajes o despedida siempre son relativos. O aburridos. O en joda. Y está bien que así sea: la gente va a divertirse, a disfrutar ver otra vez en acción –con pantalones cortos y medios– a viejas glorias, algunas transformadas en entrenadores, y otras quizás alejadas del fútbol, como por ejemplo Juan Pablo Sorín, David Trezeguet o Ariel Ortega, parte del partido que se jugó anoche.
Antes del encuentro hubo un show de luces y un breve discurso del homenajeado, quien al borde de las lágrimas les agradeció a sus amigos la presencia, a su familia y a todo el “pueblo leproso”. La Sole –Soledad Pastorutti– cantó el himno mientras Maxi y sus invitados disfrutaban de todo. En esa grada , Maxi se paró al lado de Messi y del presidente de Newell’s, Ignacio Astore. Bien cerca estaban el Tata Martino; el presidente de la AFA, Claudio Tapia; el de la Conmebol, Alejandro Domínguez; y los técnicos de River, Martín Demichelis, el de Racing, Fernando Gago, y el de la Lepra, Gabriel Heinze. Maxi jugó con el Gringo en la Selección en los Mundiales 2006 y 2010, mientras que con Micho y Gago integraron el plantel en Brasil 2014. De hecho, con el DT de River compartió la habitación durante esa Copa del Mundo en la que Argentina llegó a la final, justamente tras la definición por penales contra Holanda que selló Maxi.
Cuando hablaban todos los invitados, remarcan que estaban ahí como actores de reparto: el protagonista era Maxi Rodríguez. Y a Di María, cuando le preguntaron por ese aplauso sorpresivo, dejó una frase que podría ser la más linda de la noche, acaso para difundir en escuelas, bares y estadios: “Es algo lindo. Se nota que se puede. Es solamente ponerle un poco de voluntad. Hay que dejar de pensar un poco en una camiseta o en otra. El fútbol es para disfrutarlo. Estoy muy agradecido”. Una enseñanza en una noche inolvidable. De Rosario, de Newell’s, de Messi, de Di María. Pero, sobre todo, de Maxi Rodríguez.