Quedará la ambigua imagen final: los saltos alegres del arquero Sebastián Sosa y sus compañeros; y las lágrimas de Julio César Falcioni, mirando al cielo y emocionado por la reciente muerte de su pareja. Así, riendo y llorando, Independiente se impuso a Estudiantes en los penales y pasó a las semifinales de la Copas de la Liga Profesional.
Pasó, sobre todo, porque tiene un arquero especializado en esa cuestión y porque la definición fue por esa vía: luego de un 0-0 tenso, vino el show del uruguayo, que ya venía atajando en otros partidos, tanto en el torneo local como en la Sudamericana. Sosa atajó los dos primeros penales de Estudiantes y la serie quedó servida.
Hay que decirlo, ahora que Independiente avanzó a la semi: los fallos arbitrales perjudicaron al equipo desde el principio hasta el final de este torneo. Porque primero fue Boca, después Talleres y luego la hipérbole de esa tendencia contra Racing en el clásico de Avellaneda. Y ayer, en La Plata, otra vez: el árbitro Pablo Echavarría expulsó al juvenil Thomas Ortega cuando ni siquiera había cometido falta. Echavarría vio lo que no sucedió, pero además le sacó la segunda amarilla y la roja. Quedaba todo el segundo tiempo por jugarse.
El “es una vergüenza” que repetía Julio César Falcioni en el costado del campo se explica, sobre todo, en esa curiosa seguidilla en contra del equipo, que ayer quedó partido, sin conexión entre el fondo y el ataque. Básicamente porque casi no había ataque: era Silvio Romero contra el mundo.
Así y todo, Independiente se las arregló para generarle algún peligro a Andújar, que siempre resolvió con solvencia. El Estudiantes de Zielinski, acostumbrado a planteos distintos, no supo aprovechar la superioridad numérica: fueron todos intentos a los empujones, sin claridad, y eso quedó evidenciado en cata esbozo de ataque.
Antes, cuando eran 11 contra 11, se habían repartido el dominio. Estudiantes empezó mejor, y tuvo una clara con su arma más filosa: el juego aéreo. Un cabezazo de Noguera que pegó en el travesaño advirtió que esa era la receta que mejor le sale al Pincha.
La más clara de Independiente en ese primer tiempo –y también del partido– surgió de una combinación entre Bustos y Palacios, y un centro que el arquero cortó cuando Romero iba a convertirlo en gol. Pero lo mejor del equipo iba a quedar para el final: eran las manos de Sosa, las que en definitiva le dieron el pasaje a la siguiente ronda.