Budapest - Custodiado por cuatro guardias (uno en cada esquina) el presidente de Hungría, Laszlo Solyom, fue este jueves en Budapest el primero en presentar sus respetos ante los restos de la máxima gloria futbolística de su país de todos los tiempos: el gran Ferenc Puskas, fallecido el 17 de noviembre pasado. Su féretro fue colocado en el centro de la enorme basílica de San Esteban para recibir un merecido homenaje de todo su pueblo, que como el propio primer mandatario acercó cientos de ofrendas florales al ataúd.
También el primer ministro húngaro, Ferenc Gyurcsany, se contó entre los numerosos personajes de la vida social y política del país que desfilaron a lo largo del día, incluidos los supervivientes del equipo subcampeón del mundo en 1954, para rendirle tributo a Puskas.
Además, miles de aficionados, muchos de ellos extranjeros, depositaron flores al pie del féretro. Un hombre de edad avanzada, que cuando era un muchacho vio jugar a Puskas, lloró de emoción al tiempo que afirmaba que Hungría "ha perdido su último héroe".
El funeral de Estado por Puskas se celebrará el sábado en el estadio que lleva su nombre tras un trayecto por las calles de Budapest hasta la Plaza de los Héroes, donde recibirá honores militares. Luego regresará a la basílica para ser enterrado.
Puskas murió el 17 de noviembre a los 79 años tras una larga enfermedad que fue poco a poco minando su salud. Fue elegido el cuarto mejor jugador del Siglo XX por la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol debido a sus actuaciones con la selección húngara y con el Real Madrid.
Jugando para Hungría, anotó 83 goles en 84 partidos con su país entre 1945 y 1956. Con él como figura, además, la selección magiar ganó el oro olímpico y se convirtió en el primer equipo no perteneciente al Reino Unido en vencer a Inglaterra en el estadio de Wembley, al ganarle por 6-3 en 1953.
Debido a una lesión, Puskas no jugó la final del Mundial de 1954 que Hungría perdió increíblemente por 3-2 ante Alemania en Berna, Suiza. Dos años más tarde, el delantero abandonó su país, luego de un intento de sublevación contra el yugo soviético brutalmente atajado por Moscú.
Entonces, el húngaro llegó a España, donde formó en el Real Madrid una sociedad perfecta con el argentino Alfredo di Stefano. Anotó con el equipo español 512 goles y logró cuatro en la final de la Copa de Europa de 1960 que los blancos ganaron por 7-3 ante el Eintracht de Fráncfort, eclipsando los tres goles de Di Stéfano. Además, llegó a integrar la selección española.