El sábado 18 de junio de 1988 no fue un día más en la historia de Racing. Es que en un gigantesco Mineirao, y ante 120 mil espectadores, la Academia empataba 1 a 1 con el poderoso Cruzeiro de Brasil y se quedaba con la primera edición de la Supercopa, trofeo reservado para todos los equipos que hasta entonces habían ganado al menos una vez la Copa Libertadores de América.
Racing no solo fue el campeón de esa primera edición, sino que además aquella noche de Belo Horizonte quebró una racha de casi 21 años sin títulos, desde que el 4 de noviembre de 1967 ganara la Copa Intercontinental.
Con el paso del tiempo aquella conquista, de la que el jueves se cumplirán 32 años, se revalorizó aun más, ya que fue el último trofeo internacional de la Academia.
De visitantes. Miguel Angel Colombatti, una de las figuras de esa copa, recuerda la final en Belo Horizonte: “El estadio tenía capacidad para 110 mil personas, pero creo que había más gente. Además, Cruzeiro era un equipo que en partidos internacionales no había perdido nunca de local, era dificilísimo”. Y detalla las dificultades que tuvieron que enfrentar en Brasil: “La noche previa al partido los hinchas cantaban y no nos dejaron dormir, después nos tuvieron tres horas en el aeropuerto, no nos mandaban el micro, y luego al llegar al estadio también nos costó entrar porque tiraban cosas mientras nos dirigíamos a los vestuarios. Pero ese equipo tenía personalidad, coraje y además tenía un plantel enorme con un entrenador que también transmitía lo mismo, así que por eso fue que se terminó logrando el título”.
En el partido de ida Racing ganó 2-1 en Avellaneda, con goles de Walter Fernández de penal y Colombatti. Con esa ventaja viajó a Brasil. En la revancha, jugada en el Mineirao, la Academia se puso 1-0 con gol de Catalán, y sobre el final empató Robson. El equipo del Coco Basile pudo aguantar el vendaval local y terminó quedándose con la Copa aquel 18 de junio de 1988.
Regreso triunfal. La consagración de Racing en la Supercopa produjo un cimbronazo en un club tras años de frustraciones que incluyeron un descenso a la Primera B. Fue tal la euforia que produjo que el plantel fue recibido por una multitud en Ezeiza. Colombatti lo recuerda bien: “Nosotros volvíamos en un chárter que salía a las 3 de la madrugada, después de la cena, y la llegada estaba prevista para las 5 de la madrugada. Pensábamos que nadie iba a venir a recibirnos a esa hora y en pleno invierno, pero cuando llegamos había más de 5 mil hinchas esperándonos, fue increíble, nos acompañaron desde que bajamos en Ezeiza hasta el hotel”, culmina Colombatti. Fue el regreso triunfal de un equipo que quedó en la historia y que levantó la última copa internacional para el club, 32 años atrás.