“Me dicen que estoy loco”, decía Rolfi Montenegro cuando decidía volver a Independiente al inicio de este torneo. El capitán del Rojo había dejado el América de México para desembarcar en el Libertadores de América; en realidad, volvía para hacerse la América. Montenegro llegaba con la premisa de rescatar a un equipo sin norte, de ponerlo a salvo del descenso. Tolo Gallego apostó por su conducción. Dijo y mucho sobre el talento de Rolfi; dijo también sobre su temple; dijo, Gallego, que el diez jamás vendría para luchar por no descender. Verborrágico, el entonces DT del Rojo dijo lo que ahora resulta una perla para los que agitan los archivos: “Montenegro viene para salir campeón”, se apuró Tolo.
Montenegro desde entonces convirtió dos goles. Uno fue de penal ante Argentinos, rival directo. Ese día, Independiente ganó 3 a 1. El otro gol de Rolfi, que jugó 17 partidos en este ciclo (sólo faltó ante Godoy Cruz y Quilmes), se lo convirtió a River, en la fecha anterior.
La cuarta etapa de Montenegro en el equipo de Avellaneda fue marcada por el descenso. El futbolista que vistió 177 partidos la camiseta del Rojo en torneos locales había sido campeón hace once años. Emblema del equipo de Gallego, condujo junto con Pocho Insúa a Independiente al título en el Apertura 2002. La historia se dio vuelta ayer. Rolfi no pudo rescatar al equipo para el que más jugó. Independiente de América tendrá que jugar en la B Nacional.
Los pibes, la metáfora. Hernán Fredes es jugador, hincha e hijo de hincha de Independiente. Desde febrero de 2006, cuando debutó, Fredes sólo se puso en Argentina la camiseta de Independiente. En 2009, su único año fuera del club (está desde los seis años), jugó en el Metalist de Ucrania.
Julián Velázquez, mientras, con 78 partidos es el que más jugó en las tres temporadas que condenaron al Rojo al descenso. Debutó en 2009 y es uno de los futbolistas con mayor proyección del club. Ayer, soltó unas lágrimas. Sabe que su casa no está en orden.