¿Qué viene después de la redención? ¿Cuál es la fórmula para replicar la alegría de Quito en Moscú? ¿Cómo hacer para que todo no dependa de Lionel Messi, nuestra esperanza y nuestra salvación? ¿De qué manera acortar las distancias entre Argentina y Europa? ¿Cómo impermeabilizar al plantel de las críticas y burlas en redes sociales? Jorge Sampaoli está en etapa de preguntas. Con la tranquilidad de haber clasificado al Mundial, el técnico piensa, ahora, cómo construir su propia Selección: una Selección que lo identifique.
Ya no está agobiado por los resultados o por la presión que suponía quedar afuera de una Copa del Mundo por primera vez en casi medio siglo. Pero sabe que tendrá que lidiar, como en cualquier trabajo, con cuestiones que no le gusten. En el horizonte, aunque parezca un detalle, surge una hipótesis de conflicto esotérica: el Brujo Manuel. A Sampaoli no le gustó que los dirigentes lo hayan llevado a Ecuador, y menos que digan, después del partido, que su “limpieza” había incidido en el juego de la Selección. Para colmo, Pipo Marín, presidente de Acassuso y amigo de Claudio Tapia, ya anunció que volvería a convocarlo. Sampaoli, un técnico que hace una apología del metodismo, los detalles y el estudio del juego, no concibe esa predilección mística que tienen algunos directivos. Es lógico.
Más allá de eso, el DT ya se sacó la espada de Damocles que representaba la tabla de Eliminatorias. Cambió presión por tiempo. Y aunque sea un amistoso, el partido contra Rusia en la inauguración del estadio Luzhniki, el 11 de noviembre, será una inmejorable vitrina para lo que viene. El presidente de la Unión de Fútbol de Rusia (UFR), Vitali Mutkó, se encargó de remarcar que Messi estará en ese encuentro. Porque la fiesta hay que venderla bien.
La dependencia del crack rosarino se hizo mundialmente notoria luego de sus tres goles en Ecuador. Sampaoli, como líder del grupo, sabe que debe dosificar esa atadura hacia el mejor del mundo: Argentina es Messi o nada. Messi o todo. “Tenemos que tratar de resolver otras cuestiones para que el equipo no dependa sólo de él. Messi nos proporcionó la suerte de ir al Mundial”, dijo feliz, en la conferencia de prensa de Quito.
Es cierto que la actuación de Angel Di María y de Enzo Pérez fueron determinantes para que Messi brillara. Sampaoli apuesta a que Di María vuelva a su mejor nivel: sabe que es el socio que Messi necesita. Pero también busca alternativas. Y en Quito, aunque pasó inadvertido, insistió con un jugador que podría empezar a consolidarse: Leandro Paredes, aquel enganche que jugó en Boca, que se fue al Calcio y hoy juega en el Zenit de San Petersburgo. El desempeño de Marcos Acuña, otra de las apuestas del DT, también es un punto de bienestar: el ex Racing cumplió en cada partido.
Aunque en Argentina suene ingenuo, Sampaoli también debe pensar más allá de Rusia. De hecho, su contrato lo indica: es hasta Qatar 2022. Y pensar más allá de Rusia es pensar en un recambio generacional inocultable. Javier Mascherano ya anunció que el año que viene se retirará del seleccionado. Messi comenzará allí el último tramo de su carrera. En ese sentido, el trabajo de Sebastián Beccacece es clave: él será el enlace para que los juveniles con proyección (Lautaro Martínez o Santiago Ascacibar, por ejemplo) empiecen a asentarse en el plantel de la Selección mayor.
Sobre todo eso tendrá que pensar Sampaoli. Sabe que por suerte, lo podrá pensar con el oxígeno que no tuvo ni bien asumió, cuando su continuidad dependía de conseguir los pasajes al Mundial de Rusia.
De donde salio la plata
Armando Pérez, ex presidente de la Comisión Normalizadora, se sorprendió que la AFA dispusiera de “seis millones y medio de dólares” para pagar la salida de Edgardo Bauza y a la vez contratar a Jorge Sampaoli para que dirija el seleccionado nacional.
“No entiendo de dónde salió la plata. Cuando estábamos nosotros había poco dinero. Pero de repente apareció un millón y medio de dólares para sacar a Bauza y cinco más para contratar Sampaoli”, se sorprendió Pérez, titular de Belgrano de Córdoba, en diálogo con el programa Jogo Bonito. Y agregó: “Todos somos responsables de cómo estamos. Pero cuando estábamos nosotros no había plata”. Pérez confesó que se “arrepiente de haber agarrado la Comisión porque era imposible arreglar 36 años en solo ocho meses”.