Agencias
Siempre hay tiempo. Incluso en el área, aunque mil piernas se crucen y el reloj apremie. Lo sabe Martín Cauteruccio, un delantero que parecía haber extraviado el gol; hasta que anoche hizo un ejercicio digno de ser copiado por sus colegas: frenó la pelota al borde del área chica, se detuvo, hizo una pisada para abrirse el espacio y armar el remate. Fue seco, bajo y recto. Sirvió para desatar un empate que, a esas horas, parecía irrompible. Pero no hay que dejar de apreciar que ayer Estudiantes se empezó a reconstruir. Se trata apenas del embrión, porque un cambio abrupto respecto del pálido juego que venía mostrando sólo podría ser atribuido a un espejismo. Anoche se observó otra disposición en los jugadores que ahora entrena Mauricio Pellegrino. Más decisión para luchar las pelotas sin dueño, aperturas por las dos bandas y un protagonismo bien asumido por Gil Romero, un chico de 19 años capaz de cortar, dar el primer pase y también asomarse al área. Zapata, un tanque cuando arranca, pareció recuperar algo de su pimienta también. Esos pequeños pasos adelante no fueron suficientes para crear situaciones claras. Así y todo, Trípodi fue importante para taparle a Desábato un cabezazo y también una media vuelta, una en cada tiempo, tras dos centros. En el primer tiempo, Quilmes no tenía consistencia en el medio, donde Elizari no encontraba espacios ni la pelota.
El juvenil, siempre amenazante, no tenía socios a la vista: nublado Chirola Romero, errático Mansilla y hostigado por sus hinchas Cauteruccio, el equipo local miraba el arco de Rulli con binoculares. Así y todo, sufrió un error grosero de Trucco, que cobró falta y anuló un gol que había marcado Goñi de cabeza. No existió tal infracción: el defensor uruguayo había saltado con limpieza sobre la marca de Gelabert. El fallo exacerbó más a una tribuna que había llegado al estadio Centenario con la carga negativa de las discusiones semanales respecto de los arbitrajes; el “no nos van a tomar por pelotudos” escupido por Aníbal Fernández se reinstaló en el ambiente con la jugada polémica.
La última media hora tuvo emociones aisladas. Sin claridad en el armado, los dos empezaron a jugarse la carta del centro. Se sucedieron las pelotas altas a las áreas, casi desde cualquier lugar, pero la situación más nítida ocurrió tras un pase atrás de Zapata que derivó en un remate del ingresado Carlos Auzqui al palo. Hasta que Cauteruccio se armó de calma chicha entre tanto nervio. Y definió el asunto.