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Ser “hijo de” puede convertirse en un arma para el éxito o una dura y pesada mochila

El Pipita Higuaín, Látigo Coggi, los Di Palma, Maradona y su yerno Agüero. Casos para el debate . Galería de imágenes. Galería de fotos

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| Cedoc

Innumerables casos ratifican que no hay una verdad absoluta: todo depende de la capacidad mental y deportiva de los herederos. Todavía no había nacido Jaden Gil cuando la mayor casa de apuestas del mundo, William Hill, de Londres, arrojaba un pronóstico de 500 a 1 a que iba a ganar Wimbledom antes de 2020. Todavía no había aprendido a caminar cuando el promotor de tenistas estadounidense John Korff le ofreció a sus padres diez millones de dólares para representarlo en el futuro.

Todavía no sabía lo que era una raqueta de tenis cuando le comunicaron que su cargada agenda exigía un espacio libre en octubre de 2017: su padre había firmado un contrato de más de nueve millones de dólares para que jugara un torneo de exhibición en Mahwah, New Jersey. Jaden Gil, obviamente, no es cualquier niño. Es el hijo de Andre Agassi y Steffi Graf. Y si bien a sus siete años recién comienza a entender de tenis, hasta ya filmó un comercial peloteando con Taylor Dent.

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Tal vez algún día triunfe o tal vez nunca llegue a nada, pero el simple hecho de ser los herederos de tipos que trascendieron en su actividad ya los coloca en el centro de la escena. Y en este aspecto, no hay excepciones. La gente se predispone de manera diferente para ver al hijo de un deportista famoso. Ahora bien, ¿esto supone una ventaja o una desventaja para ellos?, ¿cómo soportar la presión de tener un apellido pesado y no poder estar a la altura de las circunstancias?. El debate ofrece infinitas ramificaciones. Cada persona es libre de elegir su destino; no obstante, el hecho de que crezca rodeada de un contexto determinado, termina por influenciarla indefectiblemente.

Ejemplo doméstico: es imposible que un Di Palma no esté vinculado al automovilismo, la pasión del gran Rubén Luis ha plantado una semilla que marcó a fuego el camino de sus hijos. Claro que esto no implica que también les haya transmitido el talento. Ya lo reconoció Marcos poco tiempo atrás: “Soy como los cangrejos, cada vez voy más para atrás”.

Por más que Diego Maradona haya sido el mejor futbolista del mundo y Sergio Agüero sea, en la actualidad, una de las máximas estrellas de la liga española, nada garantiza que Benjamín (el bebé que acaban de tener Kun y Giannina) vaya a ser un buen jugador. Es más, nada garantiza que vaya a ser jugador. Por más que los hinchas del Atlético pidan un contrato para él ahora mismo, si decide convertirse en bailarín o pianista, no podrá ser juzgado.

La evolución humana. Cuenta Gabriel Batistuta que una noche fue a comer a la casa de Jorge Higuaín, uno de los defensores más rústicos de la década 80/90, y uno de los hijos de Pipa, Gonzalo, se le acercó y le comentó que iba a jugar de delantero cuando fuera grande. Bati se rió y pensó por dentro: “Pobre pibe, con ese padre, no tiene chances de ser un buen nueve”.

Hoy Gonzalo es estrella en el Real Madrid y se ha convertido en uno de los mejores argentinos en Europa a fuerza de goles. ¿Cómo lo consiguió? Por propia voluntad. En su caso, más que en cualquier otro, se confirma que uno es dueño y responsable de su éxito o fracaso: si definiera como lo hacía el padre (¿alguna vez habrá tenido un mano a mano Pipa padre?) posiblemente estaría jugando en el ascenso y no en el club más importante de España. El se puso una meta y él trabajó para alcanzarla.

 

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