En el Bar de los Sábados era posible hablar de La Derrota porque cada uno de los que frecuentaba el lugar entendía que la vida es muchas cosas, pero no una línea recta o una canción siempre armónica. “Perder es algo que solo nos sucede a los que estamos vivos”, solía repetir el Gordo, honorable morador de ese recinto, donde cada semana el fútbol generaba polémicas intensas y cafés más intensos. La Derrota –así, con las mayúsculas que el idioma debiera concederles a las circunstancias centrales de la existencia– promovía confidencias y análisis, memorias y hasta llantos, pero nunca un drama sin final. Nunca: tampoco durante esa tarde de la segunda mitad de la primavera en la que el Pibe, otro emblema del lugar, apareció con un libro flamante: Todas las derrotas de un campeón invicto.
“Hacía mucho que no encontraba un libro así”, soltó el Pibe, gran lector, con los vapores del primer café viajando en tránsito calmo hacia su nariz. Después resumió el argumento: en principio, desplegaba la vertiginosa suma de triunfos de un equipo que jamás perdía; pero, en el fondo, ponía en duda parte de las sensaciones y de los procederes con los que conseguía esos triunfos. “Todas las derrotas de un campeón invicto –explicó el Pibe– parece un llamado al absurdo, pero es casi un tratado sobre La Derrota. Hay ciertas formas del éxito que son máscaras que durante un tiempo disimulan que estamos perdidos. Y hay ciertas caídas que son lo contrario”.
Fue entonces, con una ola de café rumbo al estómago, cuando intervino el Alto, magnífico meditador del bar: “Lo mejor que leí sobre estas cosas es Manual de Perdedores, de Juan Sasturain, un notable escritor argentino, pero hay otra obra que les recomiendo. Se llama Los goles perdidos, ¿son realmente goles?”. El Alto se dio tiempo para cargar la lengua con 13 gotas más de café y se explayó: “Es un catálogo de grandes jugadas que no terminaron en gol y en las que miles de personas expresaron ‘qué gol nos perdimos’. Y expresa un desafío lógico sobre si merece llamarse gol lo que no es gol. El autor piensa mucho sobre La Derrota y concluye en que la gente no se equivoca: hay goles perdidos que tienen tanta fuerza y tanta emoción que, de verdad, merecen llamarse goles”.
El Gordo percibió que era su turno. Y aceptó que en ese segundo exacto de la historia no le salía ni un solo libro que hiciera foco en La Derrota. “No hay caso, no me acuerdo –se manifestó–, pero igual tengo algo para decir. Me parece que, en la cancha o en el sitio que sea, ganar no es lo único que importa. Pero perder tampoco. La Derrota sabe acecharnos y atraparnos hasta hacernos creer que se impone definitivamente. Y, sin embargo, no creo que La Derrota nos derrote para todo el partido. En algún lugar, siempre se puede volver a jugar”.
Luego el Gordo se permitió confesar una derrota personal que aquí no vale la pena que se detalle y pidió café para todos. Las buenas gentes del Bar de los Sábados lo saborearon durante el resto de la tarde. Juntos y felices: toda una victoria.
Info autor, Aariel Scher
-Periodista especializado en deportes desde principios de la década del 80, también escribe cuentos y es docente en la escuela Deportea.
-Es autor, entre otros libros, de La Patria deportista, Wing izquierdo, el enamorado (y otros relatos), La pasión según Valdano y Todo mientras Diego.
-Administra “Deporte y literatura” en Facebook, donde se puede conseguir El blues de la primera fecha.