Mas allá de las reacciones de los hinchas que apuntan hacia el “que se vayan todos”, se debe hurgar en lo futbolístico para explicar este delicado momento de River, que tuvo su peor expresión el jueves pasado. Allí, el equipo, que aparentemente llegaba concentrado y preparado para conseguir un triunfo que necesitaba, perdió de la peor manera contra un rival que, juzgando el libro por la tapa, no tenía nivel para complicarlo.
En las últimas presentaciones de River y en las argumentaciones de su técnico Daniel Passarella quedaba en claro que el problema del equipo era que no lograba ganar los partidos. En eso radica la cuestión: hay una gran diferencia entre perder un partido y que lo gane el otro. Cuando lo gana el rival, es porque hizo los méritos suficientes; en cambio, cuando un equipo pierde, es por propia responsabilidad, mas allá de los méritos de su oponente. Hay que entender que en el fútbol, lo que importa no son los merecimientos sino el resultado final. En anteriores encuentros de este año, si bien River no ganaba los partidos, dominaba el desarrollo, imponía su juego, manejaba los tiempos, como le gusta al técnico. En cambio, el jueves, contra Caracas, fueron escasos los momentos en los que controló el juego. Sí lo hizo su rival, que aun sin manejar la pelota, llevó a River a la desesperación.
La pregunta del millón es: ¿Por qué River no pudo hacer lo que supuestamente sabe? Las explicaciones son varias. River no logró disponer efectivamente de la pelota. Y cuando la tuvo, sus jugadores erraron los pases y no encontraron cómo romper a la defensa rival. No sólo no profundizó, sino que chocó contra la barrera que fueron los centrales venezolanos y su arquero Toyo, de gran actuación. Los encargados de liderar al equipo nunca lo hicieron. Belluschi y Ponzio no mostraron jerarquía ni creatividad; fueron predecibles y, más allá de ciertas acciones aisladas, no inquietaron. Zapata y Augusto Fernández tampoco tuvieron peso ofensivo, aunque el segundo intentó mucho y fue de los pocos que en el segundo tiempo logró acercarse con peligro hacia Toyo. En la ofensiva, Farías estuvo impreciso y desperdició oportunidades, más allá de su gol. Rosales sacó pecho y fue importante, pero una lesión lo marginó en el entretiempo. Marco Ruben, su reemplazante, se retrasó demasiado y prácticamente no tuvo oportunidades para convertir. Y eso, para un equipo que estaba obligado a ganar para mantener sus chances de clasificar a la segunda ronda, fue demasiado.
En defensa también fue frágil. Los laterales, Villagra y Ferrari, no pararon de irse al ataque en pos de esa frenética búsqueda ofensiva, por lo que los centrales, Gerlo y Rivas, quedaron más expuestos que lo habitual. Los sucesivos cambios de nombres a los recurrió el DT en la zaga central a lo largo de la temporada, muestra un punto débil. El jueves, sin Lussenhoff y Tuzzio, los más solventes y experimentados del plantel en esa posición, la situación quedó expuesta. Rivas, que en un principio pintaba para crack, cometió errores casi infantiles. No lo ayudaron su velocidad y su rusticidad, y cayó preso de la desconcentración. Fue él quien no salió ni reaccionó a tiempo en el tercer gol, dejando a Gerlo para correr al veloz Escobar, quien no dudó en la definición. El segundo gol también pudo haberse evitado, si Rivas hubiera estado atento y si Ferrari no hubiese habilitado a Escobar, autor del tanto. El mediocampo también cayó en la confusión, ya que no tuvo equilibrio y priorizó el ataque a la recuperación de la pelota. La velocidad de los delanteros de Caracas fue un punto clave, pero la desatención de River fue más influyente.
La ingenua expulsión de Zapata en el final de la primera etapa fue otro punto clave en la derrota, ya que disminuyó las chances de triunfo del equipo por ser el Chapa un jugador capaz de generar espacio por la banda izquierda, ante un rival que se atrincheró ordenadamente contra su línea de fondo. A River, por último, lo terminó de hundir un rival que, desfavorecido de antemano, sacó a relucir su carácter ante la adversidad. Caracas es un equipo sin historia a nivel internacional, que para esta ocasión no pudo jugar de local ni en su propio país, y al que le suspendieron a cuatro titulares un día antes del partido, por los incidentes protagonizados en el choque ante Colo Colo. Pero con corazón e inteligencia, dejó a River en la lona. No tuvo mucho control de la mitad de cancha, pero lo saldó con la velocidad de sus delanteros Escobar y Carpintero para salir de contraataque. Su arquero, que ya había sido figura en el Monumental, se fue agrandando y la defensa fue sólida y no se puso colorada a la hora de despejar, con su capitán, Rey, a la cabeza cuando se vio asediada.
¿Cual es la solución para el problema de River? ¿Debe abordarse desde el análisis táctico? ¿Es todo responsabilidad de Daniel Passarella? Es muy difícil y apresurado ser puntual y dar una respuesta concreta. Sin dudas, los jugadores y el entrenador tienen su parte. El desconcierto y la falta de creatividad son problemas tanto tácticos como físicos y psicológicos. Por lo pronto, gran parte de los hinchas, estimulados por “Los Borrachos del Tablón”, ya hicieron sentir su voz en el partido ante la Liga de Quito en el Monumental, hace 10 días. ¿Qué será de Passarella, del equipo, y de la relación con la gente esta tarde ante Belgrano de Córdoba? Habrá que esperar a que la pelota empiece a rodar para poder saberlo.