DEPORTES
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Una eterna rivalidad que también es negocio

Aunque hoy se enfrenten en la cancha, afuera se juntan para maximizar su rentabilidad: contratos con sponsors, amistosos en otras ciudades y el pedido para cambiar el reparto de derechos de TV.

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Las dos caras de la moneda. Scocco y Benedetto. Grite quien grite los goles, los sponsors se aseguraron estar en la foto. | CEDOC

Cuando hoy, a las 18.05, el árbitro Néstor Pitana inicie el superclásico 200 del profesionalismo, los primeros que festejarán, más allá de cómo termine el partido, serán el banco y la empresa de telefonía móvil que los dos equipos tienen en sus camisetas. Gane River o gane Boca, BBVA y Huawei se asegurarán aparecer, durante noventa y pico de minutos, en el partido con más rating del fútbol argentino. Una vidriera muy superior a la que puede ofrecer cualquier campaña de publicidad en grillas televisivas o en la vía pública.

Porque Boca y River son rivales en lo deportivo, sus presidentes se pelean dentro de la AFA y mantienen duelos dialécticos a través de los medios, pero en el fondo, aunque les cueste admitirlo, son socios: son las dos partes de un negocio millonario que se vende al mundo y que gana, temporada a temporada, nuevos mercados. Como ejemplo concreto, este año, una agencia de marketing china con base en Hong Kong solicitó cotización para explotar las marcas de Boca, River y la Selección argentina en el gigante asiático. “Ellos saben que si se aseguran a Boca y a River, disponen del 65% o del 70% del público en Argentina”, le dice a PERFIL Javier Medin, el secretario de asuntos legales de Boca y ex vicepresidente de la comisión normalizadora de AFA.

Las empresas buscan cerrar acuerdos con los dos clubes casi al mismo tiempo. Y el precio que fijan desde las tesorerías, con algunos matices, funciona como espejo: así sucedió en la era pre TV con Fate O, con Quilmes a finales de los 90, y en el último tiempo con BBVA, que le paga anualmente más de cinco millones de dólares a cada uno.

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Pero los clubes no sólo se ponen de acuerdo en firmar contratos con eventuales patrocinadores. Boca y River también actuaron en conjunto para modificar el reparto por los derechos televisivos de la Superliga. El que traccionó esas modificaciones fue el tesorero de Boca, Matías Ahumada, quien trabajó de manera colaborativa con Jorge Brito, uno de los vice de River. “Nos pusimos de acuerdo en plantear una reforma en la distribución: que no tenga criterios arbitrarios y sí criterios objetivos”, aseguran. Desde mediados de 2018, del monto total aportado por Turner y Fox, los clubes de Primera repartirán el 50% de manera igualitaria; un 25% por mérito deportivo y el 25% restante por un promedio de audiencia. En ese último punto, Boca y River garantizan su predominio.

“Boca y River defienden intereses en común, pero después terminan chocando con los demás clubes. En el Ascenso es distinto: tiramos todos para el mismo lado”, compara Daniel Ferreiro, vice de Chicago y uno de los dirigentes con peso en AFA. Chocan con otros clubes, y a veces chocan entre ellos: el presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, admitió, hace algunos meses, que con su par de Boca, Daniel Angelici, protagonizan una “guerra fría”. Incluso desde River aseguran que la eliminación del martes contra Lanús, por la Libertadores, y los errores arbitrales en el sistema VAR tuvieron detrás de escena las influencias del Tano.

Las ciudades y las ideas. Las razones por las cuales el superclásico se muda fuera de Buenos Aires, como sucede regularmente, pueden ser dos: la meramente económica, o la política con un agregado económico. El Boca-River en San Juan de septiembre, por ejemplo, fue parte de esa segunda opción. Si bien había un contrato con el BBVA, el presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, es sanjuanino y medió para organizar el amistoso allí por pedido del gobernador Sergio Uñac: mostrar el estadio Bicentenario, con las estrellas de los dos equipos, siempre sirve para “posicionar” a la provincia. Sucede lo mismo cuando ciudades como Miami o México DF se interesan en que Boca y River realicen allí parte de sus pretemporadas, en lugar de hacer lo que ya es una tradición: jugar en Mar del Plata, Córdoba o Mendoza. La oferta económica de ciudades extranjeras suele ser mucho más suculenta. Por esa razón, en poco tiempo, Boca y River será un superclásico a escala global.