“Pibe, escúcheme una cosa, ¿usted le pega siempre así a la pelota?”, le preguntó, sorprendido, José Sanfilippo. Aunque jugaba de mediocampista, Leandro Navarro asistía a los ejercicios de definición paradelanteros de las divisiones inferiores a cargo de Sanfilippo. Era 2010, y Ramón Díaz entrenaba a San Lorenzo. Navarro –de 20 años, admirador de Xabi Alonso y Juan Sebastián Verón por las pegadas que tienen– es un especialista de tiros libres, según le contó al diario Olé: “De mitad de cancha para adelante, el noventa por ciento de las veces le pego de una”. No exageró: en el último campeonato de Reserva, le marcó un gol a Estudiantes desde cincuenta metros. Esta introducción no es para nada antojadiza: ayer marcó (sí que con la complicidad del arquero Sebastián Sosa) el gol del empate de San Lorenzo ante Vélez a través de un tiro libre desde treinta metros.
Navarro anotó el 1-1 (y así terminaría el partido) a los 34 minutos del segundo tiempo, apenas tres después de su entrada, en reemplazo de Denis Stracqualursi. Era lógico: no era la tarde de Stracqualursi, que había errado un penal cuando su equipo ya caía 1-0. Pero ese gol –que llegó menos por la pegada de Navarro que por el error gigantesco de Sosa– alivió a San Lorenzo, que hasta entonces no le encontraba la vuelta al partido. Le había sacado la pelota a Vélez en el primer tiempo, y hasta lo había lastimado. El equipo que dirige Ricardo Gareca estaba incómodo, molesto: ya se sabe, no le gusta que le saquen la pelota.
Pero, en el segundo tiempo, Vélez –que no por nada es el último campeón y, a una fecha para que se termine la primera ronda, ya avanzó a los octavos de final de la Copa Libertadores– se agigantó. Porque Lucas Pratto tomó las riendas del equipo. Porque los mediocampistas centrales (Franco Razzotti, Francisco Cerro) anularon al eje Juan Mercier-Enzo Kalinski. Porque los laterales galoparon por las bandas y obligaron a Franco Jara y, sobre todo, a Julio Buffarini a retroceder. No llamó la atención, en consecuencia, que Vélez marcara el 1-0: remate de Pratto, atajada de Matías Ibáñez (reemplazante de Pablo Migliore), gol de rebote de Ezequiel Rescaldani. Iban nueve minutos del segundo tiempo y, a partir de allí, Vélez controló la pelota, ya afianzado, y embistió, una y otra vez, pero sin puntería: que lo diga, si no, Gino Peruzzi, que desperdició dos ocasiones ante Ibáñez.
San Lorenzo también iba a la carga, cual toro herido. Pero, lo escrito, no era la tarde de Stracqualursi. Tampoco la de Angel Correa, que había reemplazado a Kalinski y que, a los 46 minutos y con el partido ya 1-1, definió en forma espantosa en un mano a mano ante Sosa. Era el 2-1. Era.