DOMINGO
Menopausia

Niebla mental

Vas al dormitorio con un mandato específico. Llegás. ¿Para qué habías ido? Mirás a tu alrededor, como tratando de que algo te dé una señal, que te ayude a recordar la misión. Pero no, no funciona. Salís del dormitorio y arrancás en busca de alguna pista. Por fin las neuronas conectan y te acordás: ah, era para agarrar ese libro de la mesa de luz que tenés que devolverle a la amiga con la que te vas a encontrar a tomar un café. Encarás, ahora sí, decidida a encontrar el libro. Das unos pasos y te acordás de que tenés que colgar la ropa en la terraza antes de salir. Desviás el camino. Colgás la ropa. Ahora sí, de nuevo estás en el dormitorio, ¿Para qué habías ido? Ah, sí, el libro de tu amiga. Te vestís rápido porque llegás tarde. Vas al bar a encontrarte con tu amiga. Abrís la cartera y, ¡sorpresa!, nunca pusiste el libro. Como en un juego de la Oca, retrocedés unos casilleros. Una vez. Dos veces. Tal vez más. Llegás a algún lugar de la casa, siempre con decisión, para “algo” y al instante no tenés la más mínima idea de a qué ibas. La mente se pone en blanco. Pensás “debe ser el estrés” o tal vez “una consecuencia de la pandemia” o quizás “los restos de un covid largo”. Al principio no le das importancia, porque ya resolviste tu diagnóstico. (…)

El problema es que la escena se repite una y otra vez: la nebulosa ataca más seguido. Entonces empezás a sospechar algo más grave: un tumor en el cerebro, principio de Alzheimer o quizás demencia senil. De nuevo, el autodiagnóstico, solo que no te animás a comentarlo con nadie. Tu fantasía surfea entre la convicción de que es un delirio o, definitivamente, la cruel realidad (…)

A veces fantaseás con un complot en tu contra, cuando tus hijos o tu pareja te dicen que “eso” que estás preguntando o que estás contando, ya lo dijiste. “Esa conversación ya la tuvimos”, se transforma en un mantra. ¿Cuándo? ¿Cuándo fue? Intentás recordar, bastante alterada. Al final, fingís que sí, que claro que te acordabas, nada más estabas bromeando; todo para evitar que te miren como si te estuvieras volviendo loca. ¿Adónde fue a parar esa súper mujer orquesta que conciliaba la gestión doméstica con el pluriempleo sin dudar? ¿Es la misma que ahora se olvida de conversaciones enteras, que siente que no puede enfocar la atención en una tarea simple o que se da cuenta de que está ralentizada, como si tuviera fatiga mental? Qué me pasa, te volvés a preguntar, al borde de la desesperación. Y, enseguida, como un gesto de autopreservación, te olvidás de que te olvidás de todo.

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¡Aleluya! La buena noticia es que tus diagnósticos sin evidencia científica eran erróneos (qué sorpresa). Lo más probable es que no tengas un tumor ni principio de Alzheimer ni demencia senil. Tampoco long covid. Estrés seguro, pero no es lo que te provoca los olvidos. Lo que te pasa tiene nombre: se llama niebla mental y su causa está asociada a la caída de la producción de estrógenos con la llegada de la menopausia.

Esta conversación ya la tuvimos varias veces, pero necesitamos refrescarla: los estrógenos son clave para el funcionamiento de distintos órganos, entre ellos el cerebro. Tal vez lo habías leído y te lo olvidaste. Quizás ya lo escribimos y también lo olvidamos. Es que, como ocurre con muchas cosas de la vida, nos damos cuenta de lo maravillosos que son los estrógenos cuando ya casi no los tenemos. Como ya sugerimos, habría que evaluar hacerles un altarcito en el living para honrar su memoria, y prenderle los tampones que ya no usamos en vez de velas. O alguna cosa que no requiera la presencia de un escuadrón de bomberos. ¿Un monumento en la plaza del barrio? Pero lo más increíble es que esta relación fundante entre estrógenos y la función cerebral se descubrió recién a finales de la década del noventa –del siglo pasado, parece una eternidad, pero no hace tanto–, casi al mismo tiempo que se lanzaba al mercado la pastillita azul para garantizar la erección masculina.

Te lo contamos de otra manera: recién se supo que las que llamamos habitualmente hormonas sexuales –o así nos enseñaban en la clase de Biología del secundario– no son solamente importantes para nuestra fertilidad y reproducción, sino que tienen que ver con aspectos clave de la actividad cerebral. Imaginemos la lista de prioridades del señor científico: primero, solucionar el temita del pito caído en los varones adultos mayores; segundo, desarrollar una pastillita que solucione el problema del pito caído, cuya ingesta puedan disimular para no quedar expuestos frente a pareja o amante; tercero, que la droga para solucionar el problema del pito caído no sea muy cara; cuarto, que la cubran las obras sociales de jubilados y pensionados; quinto, si me queda tiempo y algo de curiosidad, averiguar qué función cumplen los estrógenos en el cerebro de las mujeres. Es increíble que todavía se sepa tan poco de nuestro cerebro y sobre todo de cómo impacta la menopausia en nuestras neuronas. Porque todavía se sabe bastante poco.

*/** Autoras de Una guía (inútil) para sobrevivir a la menopausia. Editorial Grijalbo (Fragmento).