DOMINGO
El verde objeto de deseo de los argentinos

Todos locos por el dólar

Oasis de poder, instrumento de corrupción, llave maestra, amuleto, ídolo y tabú: para los argentinos, el dólar parece ser todo eso y mucho más. Obsesión patológica o sentido común, el interés por la moneda norteamericana atraviesa la sociedad e invade la vida de todos sin distinguir edades, estudios, oficios o profesiones, riqueza o pobreza. Un verdadero fenómeno social. Aquí, la historia del “contado con liqui”. Galería de fotos

Fuga. El "contado con liqui" es un mecanismo que usan las empresas para girar dividendos o regalías al exterior en estos tiempos de cepo.
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E.G., alto ejecutivo argentino de un banco internacional, a quien su empleador tampoco le permite hablar con nombre y apellido, explica que la gran fuga de capitales de la historia reciente de la Argentina se explica porque “hay un fuerte exceso de oferta de pesos, los empresarios grandes y no tan grandes tienen más pesos de los que quieren”. E.G. recuerda que las filiales de las compañías extranjeras pretendían girar 1.500 millones de dólares a sus casas matrices en 2012, pero sólo pudieron mandar 60 millones. “Como no los pueden girar, aparecen en el balance de pagos del país como ingreso de capitales. Hay una reinversión forzada de ganancias. Quizás las microempresas acceden al mercado informal del dólar porque tienen bajos excedentes, pero el resto de las compañías no pueden ‘negrear’ sino que van al ‘contado con liqui’. Lo usan para girar dividendos o regalías. Pero eso es elusión, y no evasión”, alude E.G. a las conductas que buscan evitar el pago de tributos con maniobras permitidas por la ley o aprovechando el vacío legal que deja la norma.

“Pero en octubre de 2008 [cuando se conjugaron la crisis mundial y la nacionalización de las AFJP] se cerró el gran caño del ‘contado con liqui’. Antes había mucho volumen que se iba por ahí”, recuerda E.G. Hasta entonces regía un límite para comprar hasta 2 millones de dólares por año. El excedente se fugaba por el “contado con liqui”, pero aquel mes de 2008 el Banco Central, cuyo presidente era Martín Redrado, y la Comisión Nacional de Valores establecieron la obligatoriedad de mantener en cartera al menos 72 horas los bonos y acciones que se compran en el mercado local antes de liquidarlos en el exterior, con lo que restaron previsibilidad al mecanismo del “contado con liqui”. “La norma te limitó el mercado. Empezó a haber riesgo con el precio”, cuenta E.G.

Muchos inversores especulativos no usaban el “contado con liqui” como vía de escape, sino como bicicleta financiera. “Compraban dólares en el mercado oficial y los vendían más caros por ‘contado con liqui’. Eso lo hacían grandes empresas hasta que en octubre de 2008 los ‘Redrado boys’ lo cortaron”, recuerda el banquero.

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En junio de 2012, el Banco Central prohibió que los bancos hicieran “contado con liqui”, con lo que la operatoria del negocio quedó restringida a las sociedades de bolsa. De todos modos, también los operadores bursátiles enfrentan problemas cuando se exceden en los giros de sus clientes al extranjero. “Si hacés muchos Cedear, te cae una inspección de la CNV”, advierte E.G. Los Cedear son los Certificados de Depósitos Argentinos, títulos de empresas no locales que cotizan en el Mercado de Valores (Merval) de Buenos Aires. Son acciones desligadas de la economía argentina que pueden transformarse en papeles que cotizan en el exterior nominados en divisas. Algunas de las empresas que tienen Cedear son Alcoa (gigante mundial del aluminio), American Express, Bank of New York, BBVA, BHP Billiton (minera), Boeing, BP (petróleo), Cemex (cementos), Chevron, Citigroup, Disney, Dell, GE, General Motors, GlaxoSmithKline, Google, Home Depot, HSBC, Johnson & Johnson, Microsoft, Nokia y 3M. Ante la creciente operación con Cedear para fugar capitales, la CNV restringió las operaciones con estos instrumentos en marzo de 2013.

“Siempre hubo un esfuerzo del Gobierno y el Banco Central por controlar el ‘contado con liqui’ porque, aunque no es un mercado importante en volumen, da una señal”, opina E.G. “Lo mismo pasa con el mercado blue: puede ser chico, pero crea expectativas que tienen peso. Además, el ‘contado con liqui’ no es neutral para el balance de pagos del país”, dice en referencia a la radiografía de todas las divisas que entran y salen del país, por vías comerciales o financieras. Si se escapan más de las que ingresan, el Central termina perdiendo reservas, como en los últimos años. Si sucede lo contrario, la autoridad monetaria se hace de recursos, como ocurría en la primera etapa del kirchnerismo. “Hay quienes dicen que el ‘contado con liqui’ no implica una caída de las reservas del Central porque la compraventa está calzada.” E.G. se refiere a que unos compran con pesos bonos o acciones en dólares para después venderlos en el exterior y quedarse allí con divisas, pero alguien compra esos títulos. “Pero eso es falso, porque el tipo que quiere salir se hace con los dólares. Con el bono liquidado en el exterior, las reservas caen. Porque, cuando los inversores de afuera compran títulos en dólares, no entran dólares al país, sino que toman riesgo en ‘argendólares’.”

Los “argendólares” son los dólares que se convirtieron en depósitos, bonos o acciones argentinos nominados en moneda norteamericana. Como bien saben los que padecieron la pesificación de los depósitos en dólares que siguió al corralito en 2002, no son realmente “verdes” y sobre ellos siempre pesa la desconfianza por las experiencias pasadas. Los autores de este libro le preguntaron a E.G. quiénes quieren comprar bonos o acciones argentinos. “Puede ser que alguien piense que la brecha entre el dólar oficial y el ‘contado con liqui’ es demasiado alta y puede bajar. Puede ser que una compañía necesite capital de trabajo. Además, los títulos públicos argentinos pueden rendir el 12%. Sólo los de la Argentina y Venezuela superan el dígito en Latinoamérica.”

El giro de dinero por el “contado con liqui” implica asumir que el peso se devaluó hasta casi la mitad de su precio. Significa una pérdida importante en términos de dólares que algunos están dispuestos a aceptar con tal de hacerse de las divisas fuera del país. Para ciertas compañías, esa devaluación de hecho supone un “despelote”, según el banquero E.G. “Están las que reducen estructuras. Hay bancos en venta. Se quedan los que llevan muchos años en el país, los que tienen detrás un país con buenos contactos diplomáticos, como era España hasta la nacionalización de YPF. Hay empresas que, en vez de girar por ‘contado con liqui’ reinvierten a la fuerza, pero se encuentran con que no tienen activos de resguardo en pesos ni tampoco van a hacer planes a cinco años. Entonces, telefónicas y bancos compran edificios. Invierten en negocios que no son su core [principal actividad]. Los que importaban se ponen a producir por las restricciones a la importación.”

La prohibición de facto del giro de utilidades de empresas al exterior, que en el caso de los bancos fue aplicado por norma del Banco Central a principios de 2012, llevó a que la inversión extranjera directa casi se duplicara en la Argentina en los primeros nueve meses de ese año, hasta 7.371 millones de dólares. Claro que esa inversión incluye no sólo la formación de capital bruto, como la construcción y la compra de equipos productivos, sino también simples cambios de titularidad de activos. En cambio, la inversión real en construcción y maquinaria, tanto extranjera como nacional privada y estatal, cayó en la Argentina en 2012 el 4,9%. Es que la construcción se redujo el 2,8% porque el mercado de inmuebles usados, mayoritariamente nominado en dólares, se derrumbó y la compra de equipos durables de producción se contrajo el 7%.También es cierto que la caída de la inversión en 2012 se produjo después de un récord en 2011. Sí, en la primera década de 2000, en la Argentina ha habido más inversión productiva y en construcción que en los noventa, pese al menor flujo de capitales extranjeros. También el resto de Latinoamérica invirtió más y en buena medida eso tiene que ver con que la región dispuso de más ingresos de capitales por la bonanza de las materias primas.

“El cepo cambiario te pega en la inversión”, opina el economista Eduardo Levy Yeyati, que asesora a gobiernos y empresas desde su consultora Elypsis y da clases en la UBA. “Te obligan a reinvertir, pero cuando abran el cepo, tampoco nadie va a traer plata”, pronostica. Habrá que ver si se cumple tan tajante predicción.

El presidente de Molinos Río de la Plata, Luis Perez Companc, declaró en noviembre de 2012 que su empresa planeaba expandirse por el resto de Latinoamérica: “Todavía no estamos maduros en negocios regionales, y en la Argentina somos fuertes; el core business nuestro es ahí y de a poco queremos ir saliendo”. Consultado por el diario La Tercera, de Santiago de Chile, por las restricciones cambiarias, comerciales y de otras índoles de la Argentina, el hijo de Gregorio Perez Companc, dueño de la cuarta fortuna más grande de nuestro país (detrás de los Rocca, los Bulgheroni y Eduardo Eurnekian, según la revista Forbes), respondió: “Estamos acostumbrados a estos vaivenes”.

F.B., el director de la multinacional francesa, cuenta que en 2010, cuando aún no había comenzado la corrida cambiaria previa a las elecciones presidenciales en las que Cristina Kirchner arrasó, su empleada doméstica le preguntó cómo hacía para comprar dólares. Tenía unos ahorros, pero no le convencía hacer un plazo fijo en pesos por la experiencia del corralito. En 2012 su empresa también quiso hacerse de divisas, pero no pudo. Entonces decidió recurrir al “contado con liqui”. “Giramos parte de las regalías que teníamos que girar a la casa matriz asumiendo una pérdida contable. Giramos el 20% de los euros que pensábamos mandar. Los operadores [financieros] nos dijeron que transfiriéramos hasta 500 mil dólares por día para no llamar la atención. Fue paulatina la transferencia. Igual, Moreno nos había dicho: ‘Si querés sacar plata, pagá lo que dice el mercado’. Teníamos plata en pesos, pero queríamos cubrirnos del riesgo cambiario.” F.B. se refiere a una devaluación de la moneda argentina en el mercado oficial. Su compañía también encuentra “barreras administrativas” para comprar los dólares necesarios para pagar importaciones, al tiempo de que se queja de que la AFIP se retrasa en el pago de reintegros a la exportación. “El tipo de cambio está peor”, protesta sobre la suba de costos en dólares, que perjudica las ventas externas. “En la medida en que caigan las exportaciones, va a haber más controles a la importación”, explica F.B.

Más allá del “contado con liqui”, existen otros métodos para fugar capitales de forma ilegal, no sólo porque implican violaciones de los controles instalados desde 2011, sino porque persiguen sobre todo la evasión tributaria. Son estrategias que han usado siempre las grandes empresas, pero también las pymes, para esquivar el pago de impuestos y que ahora, con los controles al ingreso y la salida de divisas, cobran mayor interés para los hombres de negocios deseosos de acceder sin límites a los preciados “verdes”. Obviamente, el impacto de la fuga de capitales de las grandes compañías es mayor que el de las pymes, pero estas últimas han copiado mecanismos de las primeras.

En 2007, cuando aún regía un mercado cambiario bastante libre, Gaggero y otros dos economistas, Claudio Casparrino, del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE), y Emiliano Libman, del Centro de Estudios Estado y Sociedad (Cedes), publicaron en el Cefidar una investigación titulada La fuga de capitales. Historia, presente y perspectivas, en la que presentaron una breve lista de las vías de elusión de impuestos y de fuga más relevantes. A partir del diálogo con diversos expertos, como Horacio Castagnola, entonces director de la Dirección General Impositiva (DGI), o Javier Finkman, economista jefe para América del Sur del banco británico HSBC (banco recientemente multado en los Estados Unidos por lavado de dinero y acusado por el mismo motivo en la Argentina), los tres investigadores concluyeron que existen las siguientes válvulas de escape:

• la sobre y subfacturación en las operaciones de comercio exterior;
• el manejo de los precios de transferencia de bienes y, crecientemente, de servicios entre empresas de distintos países, pero del mismo grupo económico;
• la manipulación de los llamados nuevos instrumentos financieros, como derivados y otros;
• la figura del fideicomiso irrevocable;
• y otras operaciones difíciles de identificar y develar.

“Cuando se crean reglas, aparecen nuevos vehículos para violarlas”, advierte Gaggero. “Cuando se presiona sobre el acceso a las divisas, el ingreso de importaciones o la salida de dividendos, las empresas compensan esas restricciones con maniobras tributarias y de balances. Puede haber fuga de sobreutilidades emitiendo facturas ‘truchas’. Existe el riesgo de que los controles cambiarios refuercen la tendencia de las empresas a mostrar ganancia cero o incluso pérdidas en el negocio”, advierte Gaggero.

Las facturas de sociedades fantasma sirven para justificar gastos inexistentes, dinero muchas veces de la corrupción, que lógicamente evade impuestos y controles de capitales. A partir del caso Skanska, la Justicia comenzó a investigar en 2007 a 562 empresas, organismos públicos y asociaciones civiles que recibían facturas “truchas”. Entre los investigados figuraban la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, la Gendarmería Nacional, la Municipalidad de La Plata, Provincia ART, Nación Seguros de Vida, el Consejo Federal de Inversiones, los sindicatos de encargados de edificios (Suterh) y mecánicos de automotrices (Smata), la Obra Social del Personal de las Telecomunicaciones, la Mutual de los Trabajadores del Hospital Garrahan, el Club Atlético River Plate; la entonces gerenciadora de Racing, Blanquiceleste SA; la Asociación de Bancos Públicos y Privados de la República Argentina (Abappra), la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (Caeme), como también empresas de alimentación, de electrodomésticos, de servicios, bancos, financieras, correos, aseguradoras, telefónicas, medios de comunicación, fabricantes de indumentaria, concesionarias de autos, agencias de publicidad, agrícolas, cerveceras, frigoríficos, molinos y firmas de transporte. Los bancos Do Brasil (actual dueño del Patagonia), Sáenz y Finansur (actual propiedad del empresario kirchnerista Cristóbal López), Garbarino, Rodó Hogar, la constructora José Cartellone, Pol-ka-Producciones (de Adrián Suar), el laboratorio Schering, el Sistema de Protección Médica Omint, Telefónica de Argentina y Trilenium (el casino de Tigre, propiedad de Santiago Soldati y la familia Tabanelli) aparecían en el listado.

 

Una pasión racional

Con Alejandro Bercovich contamos cuán extendida está la moneda norteamericana en la vida de los argentinos de clases alta y media, y entre los inmigrantes que envían dinero a sus países de origen. No es un libro de economía, sino sobre un problema económico y dirigido a todo público. Algunos capítulos están escritos como relato de no ficción y otros como dato duro, análisis o investigación. Hablamos de una pasión que no se registra en otras partes del mundo, y buscamos las razones que la explican. Recordamos la historia que llevó a nuestra dolarización, nos sumergimos en el mundo de las cuevas, contamos cómo opera la gran fuga de capitales, el interés de la clase media por el verde, los rebusques del chiquitaje por hacerse de dólares ante el cepo cambiario, informamos cuántos dólares declaró la mayoría de los altos funcionarios del Ejecutivo y los legisladores nacionales y relatamos cómo es la moneda para comprar cocaína, contratar a una prostituta vip o pagar un contenedor contrabandeado.

* Alejandro Rebossio