Dos movimientos son los que se vienen entrecruzando constantemente en este último tiempo: el feminismo y el ecologismo. Sin embargo, más que dos se vuelven uno al comprender que las personas no somos parte de la naturaleza, sino que somos ella. Y que nos encontramos frente a un sistema capitalista y patriarcal que subordina con violencia y sobreexplota. Frente a este panorama, cada vez hay más mujeres al mando de reclamos socioambientales en distintas partes del mundo, buscándole una respuesta a la crisis socioambiental y del sistema de cuidados.
A esta corriente se la conoce como ecofeminismo y para comprenderlo mejor, PERFIL entrevistó a Flor Funoll Capurro, coordinadora del área de Ecofeminismo del Taller Ecologista de Rosario. Una entidad ambiental que desde el 2016 en todas sus áreas de trabajo suma al ecofeminismo como mirada transversal.
- Para alguien que desconoce el tema, ¿cómo le explicarías el ecofeminismo?
- El ecofeminismo es un movimiento social y una corriente de pensamiento que se fundamenta en un diálogo necesario entre lo que plantea el movimiento feminista y el movimiento ecologista. Muchas veces son prácticas feministas que nacen de la cercanía de mujeres y naturaleza, y de la convicción y la denuncia de que nuestro sistema se constituyó, se constituye y se sostiene por medio de la subordinación estructural de las mujeres en las sociedades patriarcales, articuladas en torno a los intereses de la dominación y la violencia; y las que hay en la destrucción de la naturaleza en las sociedades de corte capitalista.
- ¿Qué tiene el ecofeminismo para decir de la crisis actual que vivimos?
- Estamos atravesando una crisis civilizatoria a nivel global. Un quiebre de carácter integral, que incluye factores ambientales, climáticos, energéticos, hídricos y alimenticios; un agotamiento de un modelo de organización económica, productiva y social, con sus respectivas expresiones en el ámbito ideológico, simbólico y cultural. Esto se caracteriza por una dinámica de acumulación de capital y modelos de desarrollo dominantes, cuyo carácter insustententable ya no puede ser ocultado. El sistema capitalista desde sus orígenes comenzó un proceso de acumulación donde fue progresivamente desplazando del centro de atención a la sostenibilidad de la vida para poner en su lugar el constante crecimiento, acumulación y desposesión, invisibilizando trabajos, recursos y territorios en una lógica de infinitud lo que lo hace insostenible en un mundo finito. Esta dinámica de funcionamiento nos llevó a la actual crisis civilizatoria, se trata de un modelo de producción que lleva decenios saqueando la naturaleza y modificando el clima. Dentro de ella, desde el ecofeminismo hacemos foco en dos aspectos: la crisis socioecológica y la crisis del sistema de cuidados.
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- ¿Cuándo surge?
- Como corriente teórica, el ecofeminismo nació en los 70’. La palabra ecofeminismo aparece por primera vez mencionado por Françoise d'Eaubonne en 1974 en su obra Feminismo o Muerte. Al decir de la autora: “se trata de un término nuevo para designar un saber antiguo”. El término empezó a popularizarse entre un sector del feminismo preocupado por la militarización y la destrucción de la naturaleza. En el contexto de numerosas protestas donde las mujeres fueron protagonistas en la denuncia de los impactos del modelo productivo y de consumo capitalista. También fue apropiado por algunos colectivos de mujeres que se oponían al control de la natalidad y a la medicalización de la vida y los cuerpos femeninos. Esta preocupación por la salud y por recuperar el control del propio cuerpo es un elemento central de este primer ecofeminismo. Era claramente un feminismo de la diferencia que afirmaba que hombres y mujeres expresan esencias opuestas: las mujeres tendrían características no agresivas, aptitudes maternales, que las predispondrían al pacifismo y a la preservación de la Naturaleza. En cambio, los varones estarían naturalmente abocados a la competencia y la destrucción.
- ¿Cuáles eran las críticas que en ese momento recibía el ecofeminismo?
- Este biologicismo generó fuertes críticas dentro del feminismo. Se acusaba al ecofeminismo de retomar la concepción de la Mujer como naturaleza, de reforzar los estereotipos de género, que ya habían sido cuestionados por el feminismo varios años antes. Las feministas de principios de los 70’ venían denunciando la naturalización de la mujer como mecanismo de legitimación del patriarcado, la exclusión de las mujeres del mundo de lo público, y habían conseguido romper, en parte, la prisión doméstica. Por eso, ese primer ecofeminismo, que ahora llamamos clásico o esencialista, generó críticas. Pero luego, fueron surgiendo otras corrientes.
- ¿Qué sucede con el movimiento en la actualidad y en Latinoamérica?
- Podemos decir que el ecofeminismo se expresa en los discursos, en las construcciones teóricas, en el activismo anticolonial y de feministas comunitarias y populares. Pero sobre todo, se ve en las prácticas de muchísimas mujeres, en sus luchas contra el extractivismo y los impactos de la crisis ecológica. Decimos que esa cercanía de las mujeres y la naturaleza, tiene que ver con una construcción social que expresa las dicotomías tan necesarias y construídas por una sociedad patriarcal. A partir de la división sexual del trabajo, que nos asigna sociocultural y simbólicamente los trabajos reproductivos y de cuidado, las mujeres e identidades feminizadas somos más cercanas y sensibles al cuidado de otres, de la naturaleza, de nuestros territorios, de los diferentes seres vivos que lo habitan. Es por ello que también solemos ser las primeras en detectar las problemáticas derivadas del capitalismo extractivista, como por ejemplo cuando el agua está contaminada y observamos síntomas en nuestros hijes, animales, cultivos. A partir de escenarios como estos es que muchas mujeres en diversos territorios de Am Latina (desde las periferias urbanas hasta el espacio rural) se han organizado colectiva y comunitariamente para su defensa, la defensa de una vida digna y armoniosa con el entorno. Y al mismo tiempo, en algunos casos, también han puesto en tensión las estructuras patriarcales que venían organizando sus vidas, a través de un proceso de constante “empoderamiento” en la lucha misma, en el encuentro con otras. Podríamos decir que aunque muchas de ellas no se autodefinan como ecofeministas, por lo que venimos conversando, estas mujeres latinoamericanas del campo popular de alguna u otra manera lo serían.
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- ¿Qué figuras pueden tomarse como referentes?
Dentro de las más bien académicas o teóricas, se encuentra Vandana Shiva, fiolósofa y escritora india (del ecofeminismo más esencialista), Yayo herrero, Amaia Pérez Orozco, Alicia Puleo, entre otras.. Y referentes en sus prácticas, son todas aquellas mujeres que luchan por sus territorios. Un gran ejemplo fue Berta Cáceres. Ella fue una mujer indígena, defensora de los derechos humanos que defendió territorios en Honduras y los derechos del pueblo Lenca. En marzo de 2016, unos atacantes no identificados irrumpieron en su casa y la asesinaron.
Uno de los puntos fuertes de denuncia dentro del ecofeminismo es que el sistema actual no respecta los ciclos de la naturaleza ¿verdad?
- Si, estamos viviendo una crisis socioecológica que se debe a que para el sostenimiento del crecimiento de este sistema de producción de mercancías se debe permanentemente alimentar con materia y energía extraídos del ambiente, que luego son devueltos al mismo como desperdicios. Este proceso tiene que ser cada vez más rápido, por los tiempos que demanda la producción capitalista para seguir generando su ganancia. Esto rompe el funcionamiento circular de la naturaleza, no respeta sus ciclos y procesos, genera agotamiento de bienes comunes (mal llamados recursos), cambio climático antropogénico y la pérdida de biodiversidad.
Dentro de este sistema, y por lo tanto dentro de esta crisis socioecológica, no todes tenemos la misma responsabilidad ni nos afecta de la misma manera. A partir de la desigual distribución de la riqueza sólo una pequeña parte de la población (20%) acumula una gran parte de la riqueza mundial (83%) lo cual le permite acceder a más bienes y servicios que el resto de la población.
- ¿Y qué sucede con la feminización de la pobreza?
- Claro. Dentro de ese contexto, debemos hacer una importante salvedad: la feminización de la pobreza, la cual es atravesada por las crisis ecológica y del sistema de cuidados. Se trata de barreras socioeconómicas que tienen mujeres e identidades feminizadas, que las coloca en un lugar de marginalidad en diferentes sentidos. A partir del último informe publicado por el INDEC, no podemos obtener información directa sobre pobreza en mujeres ni identidades feminizadas, dado que se tienen en cuenta los ingresos totales de las familias para determinar si un hogar (y sus miembrxs) son pobres/indigentes o no, sin distinguir qué miembro percibe los ingresos.
De todas formas sabemos por diversos estudios que la desocupación afecta en mayor medida a las mujeres (10,8% mujeres frente a 8,9 % varones) y que entre el 10% que menos ingresos percibe casi el 70% son mujeres. A su vez, que las mujeres perciben ingresos que son, en promedio, un 27.2% menores que los de los varones. Además el mercado laboral las mujeres nos encontramos en una posición de mayor vulnerabilidad; el 36% de las trabajadoras está en la informalidad, sin aportes ni obra social. La situación de Pobreza e Indigencia se agrava cuando los hogares tienen jefatura femenina (la mayor parte de los hogares monoparentales en Argentina poseen jefatura femenina).
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No solo percibimos una menor remuneración por realizar las mismas tareas que un varón (Si comparamos los ingresos que provienen del mercado de trabajo, las mujeres ganan un 27% menos que los varones. Además, la brecha se amplifica al 36% cuando miramos a aquella porción que posee condiciones informales de empleo, según el INDEC), sino que también nos vemos limitadas en opciones a la hora de salir a buscar trabajo teniendo hijos o planeando tenerlos, solemos ser discriminadas en buena parte del mercado laboral.
- Y a eso se suma la realización del trabajo doméstico.
- Así es. En nuestro país las mujeres realizan la mayor parte del trabajo doméstico no pago, que demanda una media de 6,4 horas al día. Esto deja a las mujeres con menos horas disponibles para destinar al mercado de trabajo remunerado y repercute en sus oportunidades reales. Las posibilidades de avanzar en nuestros estudios profesionales, al tener que conjugar la doble jornada trabajo productivo y reproductivo (en algunos casos se suma una tercer jornada de militancia) en contextos de no colectivización y democratización de los mismos, se ven también limitadas, en un mundo que además nos demanda estar constantemente formándonos.
- ¿Cómo se relaciona con la crisis de cuidados?
- Algunos sectores del feminismo llaman “crisis de los cuidados” a los cambios estructurales que se fueron dando en los últimas décadas, y se comienzan a gestar con la modernidad, en la organización de los tiempos y trabajos que aseguran la atención de las necesidades humanas y la reproducción social. Estos cambios alteraron profundamente el modelo previo de reparto de las tareas domésticas de cuidados que configuran la base sobre la que se sostienen las estructuras económicas, el mercado laboral y mantenimiento de la vida humana. Cabe destacar que en el caso de mujeres blancas, heterosexuales de clase media existe la opción de pagar a alguien más para que realice estos trabajos; no así las mujeres de barrios populares, lo cual lleva a intensos debates sobre el tema: ¿qué son las redes de cuidados? ¿qué rol debe tener el Estado?, etc.
Es importante destacar también el acceso de las mujeres al empleo remunerado dentro de un sistema patriarcal. La transformación de la identidad social femenina ya no privilegia forzosamente la familia como ámbito de autoreconocimiento y legitimación de su papel social, se plantea la maternidad en términos de elección y no de destino. La posibilidad de que las mujeres sean sujetos políticos de derecho se percibe como algo vinculado a la consecución de independencia económica a través del empleo. El trabajo doméstico pasa a verse, desde algunos sectores, como una atadura del pasado de la que hay que huir lo más rápidamente que se pueda. Sin embargo, no es un trabajo que pueda dejar de hacerse, es fundamental y valioso. El paso de las mujeres al mundo del empleo y al ámbito de lo público no se vio acompañado por un reparto equitativo de los trabajos de cuidados con los varones y la economía feminista tiene mucho que decir al respecto.
- Dentro del ecofeminismo, se habla del concepto de comunidades de sacrificio como aquellos grupos necesarios, en general en zonas empobrecidas, que sufren en primera línea conflictos ambientales para que otros gocen. ¿Podrías explicar el concepto?
- Nosotras solemos decir que la propuesta de ponerse las gafas ecofeministas, desde las ciudades a veces es muy difícil. No es sencillo que las personas realmente se cuestionen de donde viene cada cosa que se consume, y que es lo que hace al sostenimiento real de la vida, qué es lo que sostiene ese complejo engranaje que hace al funcionamiento de las ciudades. Por eso es que desde nuestras actividades intentamos acercar esas evidencias, acercar esos territorios de sacrificio, que muchas veces en las urbes no es más que dirigirse a las periferias y reconocer que hay personas viviendo en habitats que no podemos reconocer como dignos de ser vividos y que muches sostienen a sus familias trabajando de los “desperdicios” de los grandes consumidores.
Por otro lado, una gran parte de la población recibe una porción mucho menor de esa riqueza lo cual restringe su posibilidad de acceder a esos bienes y servicios. Pero al mismo tiempo, los sectores más desfavorecidos de la sociedad son quienes pagan las consecuencias de esta extracción de riqueza desmedida, por parte de una minoría de la sociedad, ya que por ej son quienes suelen habitar los llamados “territorios de sacrificio”, es decir comunidades que soportan los daños ambientales relacionados con la contaminación, los desechos tóxicos y la industria pesada. De esta maneras vemos como la distribución entre riqueza, beneficios, costos ambientales y responsabilidades de la crisis socioecológica es totalmente desigual.
Esta desigualdad la podemos observar a nivel nacional, en Argentina (al segundo semestre de 2019 según el INDEC) el porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza (LP) alcanzó el 25,9%; en estos residen el 35,5% de las personas (9.936.711 personas que no acceden a un ingreso mínimo para adquirir un adecuado estándar de vida). Dentro de este conjunto, de ese 35%, se distingue un 5,7% de hogares por debajo de la línea de indigencia, que incluyen al 8,0% de las personas (2.236.739 personas indigentes).
¿Qué propuestas dentro del ecofeminismo se plantean para salir de este estado de sobreexplotación?
- Propone, en primer lugar, el reconocimiento de que somos ecodependientes. Es decir que es imposible pensar la vida humana al margen de los ecosistemas que nos rodean, de la naturaleza de la cual somos parte, ya que dependemos de los procesos, los recursos y las dinámicas que se dan en este sistema tan complejo que es la naturaleza.
- En segundo lugar, además de ecodependientes también somos seres interdependientes. Esto implica que es imposible pensar la existencia de un ser humano en soledad, dado que a lo largo de toda la vida, pero sobretodo en algunos momentos del ciclo vital, la vida humana depende del trabajo que otras personas nos dedican. Estamos ligados al cuidado entre nosotres.En cuanto a la noción de ecodependencia, el ecofeminismo plantea una crítica a las sociedades que han construido una cultura y una forma de organizar la vida cotidiana sobre la base de un sistema económico que no conoce límites. Un sistema que se reduce a monetizar todo, confundiendo el progreso social y el bienestar con la acumulación de bienes materiales, dejando al margen el trabajo reproductivo y el costo ambiental que involucra la producción capitalista. La fotosíntesis, el ciclo del carbono, el ciclo del agua, la regeneración de la capa de ozono, la regulación del clima, los vientos o los rayos del sol son algunos de los imprescindibles para que se mantenga la vida y difícilmente pueden ser traducidos a valor monetario. A pesar de que es de amplio conocimiento la crisis ecológica, energética, alimentaria y también de valores y de cuidados que atravesamos, la norma del sistema es el crecimiento, dentro de un discurso desarrollista moderno, que se considera como única solución a la crisis.
- Por otro lado, el ecofeminismo propone visibilizar y revalorizar los trabajos de cuidado y reproducción, llevados adelante mayormente por mujeres e identidades feminizadas, ya que son imprescindibles para el sostenimiento de la vida y su centralidad. Es decir, pone de relieve aspectos, prácticas y sujetos que fueron devaluados e invisibilizados por el modelo económico hegemónico. Estos trabajos incluyen asuntos tan dispares como cocinar (tres veces al día, siete días en semana, doce meses al año), cuidar a personas enfermas, ordenar y limpiar la casa, vigilar constantemente los primeros pasos de un bebé, decidir qué comen los miembros del hogar, acarrear productos para el abastecimiento (leña, alimentos, agua), amamantar, arreglar ropa, ocuparse de los hijos de otra madre del colegio, ayudar a hacer las tareas escolares, parir, mediar en conflictos, ordenar armarios, consolar, gestionar el presupuesto doméstico de la familia, estar siempre listas ante las necesidades de las demás personas sin escuchar nuestros cuerpos, que están alertas a encontrar la medicación que tape el agotamiento a cuestas. La lista de trabajos que se realizan y son invisibles, e imprescindibles para el funcionamiento del sistema económico, es inacabable.
Entonces esta perspectiva, contribuye a alumbrar otro paradigma que pone en el centro de interés a una vida digna compatible con la naturaleza y que de respuesta a todas las formas de desigualdad. Cambiar la mirada de nuestra realidad buscando nuevas formas de socialización y organización social y económica que permiten liberarse de un desarrollo que prioriza los beneficios monetarios sobre el mantenimiento de la vida.