Las finanzas han ido cambiando a lo largo de los años. En las últimas dos décadas, hemos visto el surgimiento de unas finanzas con una mirada más holística, al incluir, además de los aspectos económicos de las finanzas tradicionales, criterios ambientales, así como sociales y de gobierno corporativo. Las finanzas sostenibles, cuya nave insignia han sido los Bonos Verdes, han llegado para quedarse. Lejos de haber caído en desgracia en 2020 por el coronavirus, la irrupción de la pandemia le dio un vuelco más hacia lo social, tal como lo muestra el gran crecimiento del volumen de Bonos Sociales y Sostenibles emitidos el año pasado.
Los bosques son clave para acotar la crisis climática. Los años pre-pandemia habían registrado una serie de desastres ‘naturales’ que pusieron el foco en su importancia. Los ya típicos incendios en el norte de California de los últimos años, no sólo destruyeron naturaleza, se llevaron vidas humanas, sino que también resultaron un duro golpe a las finanzas. Dos años atrás, Pacific Gas & Electric Corp (PG&E) se aferraba al temido Chapter 11 luego de que el valor de sus acciones sufrieran un rally bajista superior al 85% en sólo 14 meses. Su delicada situación motivó su salida del S&P 500.
PG&E era el mayor proveedor de electricidad de California, y había sido sindicado como el responsable del inicio de los incendios en Camp Fire por el mal funcionamiento de sus equipos. Sin embargo, debido a la sequía reinante y a las fuertes tormentas (fenómenos asociados al cambio climático) la magnitud de los incendios y el daño por éstos ocasionados se multiplicó, de modo tal que la compañía es considerada la primera víctima corporativa del cambio climático.
Lejos en el espacio, pero más próximo en el tiempo, los incendios en el Amazonas nos tocan más de cerca, acaso porque el fuego se extendió hasta Bolivia. Ese fenómeno, que hizo que siguiéramos su evolución, diariamente, en imágenes satelitales, también tiene su costado financiero.
Preocupados por los múltiples focos de incendio y por la deforestación del principal pulmón del planeta, un grupo de 230 inversionistas internacionales, representando activos por más de USD16 trillions, manifestó que la deforestación y los impactos asociados a la biodiversidad y el cambio climático constituyen riesgos sistémicos para los portfolios que administran, y que perciben a la reducción de la deforestación como una solución clave para gestionar estos riesgos contribuyendo a mercados financieros eficientes y sostenibles a largo plazo.
Al mismo tiempo, demandaron de manera urgente que las empresas radicadas en la zona redoblen sus esfuerzos y demuestren un claro compromiso con la eliminación de la deforestación dentro de sus operaciones y cadenas de suministro. La declaración de los inversionistas no sólo está vinculada con intereses económicos, sino también con una nueva versión del deber fiduciario.
En el plano local, esto merece una reflexión respecto de la importancia de la conservación de “nuestro Amazonas”. El bosque chaqueño, que se ha visto fuertemente disminuido en las últimas décadas producto fundamentalmente del avance de la frontera agropecuaria, debe ser conservado. Esto implica que existen zonas susceptibles de ser explotadas productivamente, aunque teniendo en consideración lo que permite la Ley de Bosques Nativos en cada categoría (según su valor de conservación).
Muchos de los cambios transformacionales necesarios para que nos encaminemos hacia una economía más baja en carbono ya existen, y han sido probados. El paso de la generación de energías de fuentes fósiles a energías renovables representa un claro ejemplo, factible desde lo tecnológico, viable desde la evaluación económica y altamente favorable desde la evaluación social. Existen otros casos, menos visibles, tales como la agricultura inteligente y la ganadería sostenible.
Estos cambios no ocurrirán de un día para el otro. Las finanzas sostenibles pueden transformarse en el acelerador y facilitador para que estos cambios puedan ser implementados en los tiempos que el planeta demanda.
*Pablo Cortínez es economista de Fundación Vida Silvestre