ECONOMIA
Opinin - Nmeros, Boudou y FMI...

Consejos del tío Olivier y saludos de la tía Anne

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El déficit fiscal vuelve a encrespar las aguas de la economía argentina. Los agentes económicos, a medida que se ingresa en zona de peligro, comienzan a asustarse y desde las casas matrices de muchas multinacionales, la orden no se hace esperar: repliegue.
Estas aguas no sólo son agitadas por el déficit fiscal sino también porque desde los más altos círculos del poder, se empieza a azuzar a los decisores económicos, bajo amenazas concretas o veladas de más intervención en la economía.

Esto no hace más que teñir nuevamente a la Argentina con una oscura acuarela de inseguridad jurídica. Lo que faltaba en medio de una economía que cruje en todos sus sectores, aun en aquellos donde hasta hace poco tiempo, el gobierno desplegaba todo su arsenal de subsidios, ventajas y prebendas.

La realidad supera nuevamente la fantasía pueril de los políticos argentinos. No hay sector de la economía que no muestre caída en su actividad. Las empresas enfrentan costos crecientes en medio de una baja en sus facturaciones.

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A todo esto se suman los temores de una mayor intervención del Estado en la economía que puede hacer naufragar cualquier proyecto de continuidad en el país. La amenaza de intervenir en el esquema de accidentes de trabajo frunció el ceño de varios ejecutivos. El clima de preocupación va en aumento cuando algunos movimientos sindicales incurren en hechos como la toma de plantas fabriles ante la total pasividad de la autoridad de aplicación.

Todo este contexto, se encuentra enmarcado en un aumento del déficit fiscal alimentado por la baja en la recaudación -sin contar con la confiscación de los ahorros previsionales de los trabajadores-, y un aumento del gasto a un ritmo superior a cualquier variable.

En el caso de los ingresos, las caídas son notorias en los impuestos vinculados al comercio exterior que responden a la caída de las exportaciones como de las importaciones. En el primer caso por la baja del precio de los commodities y en el segundo caso por el cierre a los productos importados. A pesar de que para el imaginario oficial, mantener superávit comercial es bueno, el achicamiento del volumen global del comercio exterior es una pésima noticia y constituye la prueba más palmaria de la parálisis de la economía.

Este menor volumen de comercio exterior, más el déficit fiscal es la antesala a los problemas de balance de pagos. De allí que el ministro Amado Boudou, busque un acercamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esta cercanía implica lisa y llanamente, como primer paso, someter a la Argentina a una auditoría de su economía, algo que choca contra la obstinación de Néstor Kirchner.

La visita del director de Investigaciones Económicas del FMI, Olivier Blanchard fue determinante para poner los sueños de los políticos en un arcón. Blanchard fue más enfático: "comencemos a normalizar las relaciones con la discusión del Artículo IV", remarcó durante su encuentro con Boudou.

Pero el "festival" de despilfarro no parece terminar. La Casa Rosada tomó la decisión para abrir el grifo y permitir que las provincias tomen deuda para financiar sus déficit. Incomprensible. El mismo error que en la debàcle de la Convertibilidad. Otra vez, los políticos tropezando con la misma piedra.

La ex-directora del FMI, Anne Krueger ya había advertido sobre los problema de la economía argentina: "Primero, la política fiscal fue demasiado débil en la fase ascendente del ciclo. Segundo, el entorno y las perturbaciones externas son desfavorables. En épocas favorables, cuando los países miembros no necesitan nuestra asistencia financiera, tenemos que formular recomendaciones de política económica más persuasivas, lo que requiere un diálogo más estrecho con los responsables de la política económica y redoblados esfuerzos de extensión hacia la comunidad en general.

Hasta qué punto podemos respaldar una estrategia de política económica con la que las autoridades estén profundamente identificadas pero de cuyo éxito duden nuestra institución y los inversionistas? ¿Qué probabilidad de éxito debemos exigir para otorgar crédito? ¿40%, 60%, 80%? ¿Qué solución de compromiso debe existir entre la estrictez de un programa potencial y la posibilidad de aplicarlo con éxito? Todas estas evaluaciones deben hacerse en condiciones de gran inestabilidad y de incertidumbre económica y política".
Ya no hay viento de cola, el frente interno es un caos, y el frente externo está cerrado.

 

(*) Agencia DYN