¿Lo primero que noté de la conferencia (que se realizó entre el 10 y el 13 de noviembre)? Cómo ha cambiado el perfil de la gente y las actividades. Hace unos años, en Montevideo, nadie hablaba de NFT, arte, ni gaming. En esta ocasión, el primero de los dos pabellones parecía una mezcla de galería de pintura mezclado con un Sacoa moderno (para los cuarentones). Además de mucho más chica, en aquella BitConf los reyes éramos los nerds mientras que, en esta, la población más “normal” se hizo presente.
El evento cerró con una entrevista que Mario Pergolini le hizo al conocido influencer Santi Maratea y luego La Bresh, una gran fiesta de música electrónica.
Aparte, fue la edición del Mundial, con varias alusiones a esa competencia que está desarrollando en Qatar.
Pero tal vez el mayor de los cambios fue que Bitcoin dejó de ser el centro absoluto de la conferencia y otras blockchains asomaron. De hecho, en una charla que se llamó “Charla de gigantes sobre el futuro de Bitcoin”, uno de los expositores preguntó cuántos de los oyentes eran maximalistas de Bitcoin y sólo el 20% levantó la mano, y eso que era quizás “la” charla para los bitcoiners. ¿Quiénes son los maximalistas de Bitcoin? Aquellos que miran con cierto desprecio a otras redes, por considerarlas poco ortodoxas y centralizadas.
En el podio de las redes estuvieron, además de Bitcoin, por supuesto Ethereum y Algorand. La red creada por Vitalik Buterin contó con la presencia de este, el cual participó en varias charlas y tuvo una muy buena entrevista con uno de los ídolos locales en el ecosistema, Mariano Conti, ex Maker DAO.
El desarrollador de origen ruso canadiense se trenzó en una fuerte discusión con Jimmy Song, uno de los referentes de Bitcoin a nivel mundial, quien decía que Ethereum es centralizado y que quien tuviese sus fondos en esa red, en realidad se los había dado a Vitalik para que los manejara.
Rápido de reflejos, Buterin contestó que ni siquiera él deja sus fondos a cargo de Vitalik.
Vale la pena detenerse un momento en ese debate porque es fundamental para el futuro del ecosistema. El argumento de Song es simple: si necesitas confiar en un tercero entonces la red es centralizada y, como se vio con el Merge, la influencia de los influencers (valga la redundancia) de esa red y de la Fundación Ethereum es tal que no puede considerarse como una blockchain purista.
Song agregó que cada uno debe hacer su propio chequeo en las blockchains y que, si no lo hace, no se merece tener un dinero descentralizado. Si así fuera, Bitcoin quedaría sólo para un nicho y sería una muy mala idea para una moneda, obviamente.
Mi visión es que aquella forma de razonar es demasiado extrema, después de todo Jimmy confía ciegamente en que los mineros de Bitcoin no van a tomar alguna medida loca como duplicar la emisión de la moneda digital.
Una réplica de menor escala de aquel debate (pero igual de importante) fue la que se dio entre Max Cajurzaa y Mariano Di Pietrantonio en el contexto de la charla “La batalla entre las CBDC (criptomonedas estatales), las stablecoins y las criptomonedas descentralizadas”.
Max es un maxi de Bitcoin y el creador de MoneyOnChain, que emite DOC, una stablecoin colateralizada en la moneda digital más conocida.
Este explicó que DAI, la stablecoin emitida por MakerDAO, a la cual representaba Mariano, es centralizada dado que gran parte de su respaldo es la famosa USDC.
Marian, ni lerdo ni perezoso, le contestó que el día que DOC supere los US$ 100 millones podían hablar. Es un reflejo del dilema que venimos sosteniendo hace rato desde esta columna: podes tener una stablecoin descentralizada o podes tener una stablecoin que escale, pero no ambas al mismo tiempo.
Respecto a las CBDC, en general todos parecieran coincidir en que son una herramienta para quitar privacidad a los ciudadanos. Justamente este es un debate que también se replicó en Tether y donde la mayoría de los expertos, al menos los que consultamos en esta columna, son contrarios a aquella afirmación. Es uno de los tantos mitos monetarios que suelen repetirse en el ecosistema y de los cuales seguramente voy a escribir en el corto plazo.
Un tercer debate que se dio en LABitConf, aunque no de manera tan directa, fue entre “regulación si” y “regulación no”. En una esquina estaban los bitcoiners más acérrimos, que añoran el sueño libertario de quitar el dinero de las manos del gobierno y, del otro, aquellos con los pies plantados en la tierra.
Tal vez la charla más representativa de esta postura tuvo por título “Aprendizajes de implementar soluciones en bancos y gobiernos” y estuvo a cargo de Leo Elduayen. Sin pelos en la lengua, el fundador de Koibanx explicó que prefiere ver a un banco tradicional implementando soluciones sobre blockchain que a un FTX experimentando de manera desregulada con el dinero de la gente. Es una visión que compartimos, como saben los lectores.
Koibanx se especializa en hacer desarrollos blockchain, especialmente sobre la red Algorand, que, como señalé, fue la tercera en presencia dentro de LABitconf. Su stand ocupó el centro del 2° pabellón y estuvo rodeado por varios de su ecosistema: la misma Koibanx, AgroToken, de Novillo Astrada y Trantorian, entre otros.
Staci Warden, CEO de la Algorand Foundation y ex directora ejecutiva en JP Morgan, suele decir que ellos son “the adult in the room” en el mundo blockchain. Pareciera coincidir con la postura de Elduayen quien, con una visión adulta, entiende que, para escalar, se necesita estar acompañado de la venia regulatoria.
Una perlita la dejó Pablo Yabo, fundador y CEO de RandLabs, empresa dedicada a desarrollar sobre Algorand, quien comentó que esta blockchain se encuentra en avanzadas conversaciones con varios proyectos de CBDC.
El contexto para la conferencia no era el mejor. Probablemente este sea el primer año en la historia de Bitcoin en la cual cierra con un precio menor al que comenzó.
Sin embargo, la exposición fue espectacular y sirvió para entender y profundizar en los grandes debates alrededor del ecosistema. Lo más importante fue que Bitcoin pareciera ir perdiendo protagonismo y que no todos piensan igual dentro del ecosistema.
Publicado originalmente en El Economista