Cada año, desde 1990, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publica su informe anual sobre desarrollo humano. Aquel primer informe sirvió para la introducción del concepto de desarrollo humano, inspirado en las aportaciones del Premio Nobel de Economía 1998, Amartya Sen, y del índice de desarrollo humano (IDH).
¿Cómo ha cambiado el desarrollo humano?
Un repaso por los títulos de los informes anuales del PNUD nos permite ver la evolución del mundo en las últimas tres décadas. Hubo años en los que reinaba el optimismo y los informes tenían títulos como “Financiando el desarrollo humano” (1991) o “Desarrollo humano para todos” (2016). El último, publicado el 8 de septiembre de 2022, se titula “Tiempos inciertos, vidas inestables”, denotando el pesimismo que parece reinar hoy en día.
Lo cierto es que en 2020 el IDH cayó por primera vez desde que empezó a calcularse, y en 2021 volvió a suceder: ha ido bajando de 0,739 en 2019 a 0,735 en 2020 y a 0,732 en 2021.
El año pasado el índice se situó en niveles similares a los que tenía cuando se aprobó la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030.
En 2020 el IDH se redujo en el 87% de los países y en 2021 en el 51%. Ha sido mucho mayor el impacto de la crisis del Covid-19 sobre el desarrollo humano que el de la crisis financiera de 2008, cuando solo en un 20% de los países se redujo su valor.
El empeoramiento del contexto actual se debe a una combinación de fuertes inestabilidades:
Los efectos socieconómicos y sanitarios de la pandemia.
Los conflictos antiguos y los nuevos (como el de Rusia y Ucrania).
La permanente amenaza de deterioro medioambiental.
Según el PNUD, todos estos factores dan lugar a un nuevo complejo de incertidumbres que genera a dos paradojas:
La existencia de progreso con inseguridad.
La convivencia de progreso y polarización.
Asistimos pues a grandes transformaciones sociales y a una creciente polarización en un contexto de:
Persistente deterioro medioambiental, lo que exige grandes ambiciones políticas.
Fuerte constricción del comercio internacional de bienes intermedios, necesarios para la producción de bienes finales (microchips, petróleo).
Defectuoso funcionamiento de los viejos organismos de gobernanza mundial, poco preparados para afrontar el nuevo panorama mundial.
¿Qué nos depara el futuro?
En su informe, el PNUD renuncia a plantear escenarios de futuro ante los altos niveles de incertidumbre. Sin embargo, analiza con detalle algunos de los elementos que la provocan. Nos centraremos en algunos de ellos.
La pandemia ha provocado un gran deterioro de la salud mental. La prevalencia se ha incrementado en un 25%, afectando en mayor medida a mujeres y hogares con ingresos más bajos. Por lo tanto, este es un nuevo elemento que agudiza la desigualdad. Cabe señalar que, aunque los problemas de salud mental son la principal causa de discapacidad, solo el 10 % recibe tratamientos especializados.
Asimismo, se están incrementando las desigualdades en las denominadas capacidades aumentadas. En 2019, el PNUD introdujo este concepto con el que buscaba ir más allá de los tres indicadores básicos del IDH (esperanza de vida al nacer, indicadores de educación y renta per cápita), y considerar otras variables para modernizar la medición del desarrollo humano. Entre las capacidades aumentadas encontramos:
- Educación de calidad en todos los niveles.
- Acceso a internet de alta velocidad.
- Acceso y manejo de tecnologías avanzadas.
- Acceso a servicios sanitarios de calidad.
Si bien se observa un incremento en la esperanza de vida al nacer, hay otras desigualdades en materia de salud que hay que considerar. Por ejemplo, en julio de 2022, el 72% de las personas de los países de ingresos altos tenían al menos una dosis de la vacuna contra el Covid-19, frente al 21% de los ciudadanos de los países con bajos ingresos.
Por otra parte, la polarización política aumenta en todas las regiones del mundo y la democracia se resiente. En este escenario se dificultan los acuerdos en políticas de Estado y entre países para abordar los nuevos retos globales.
Tan solo el 45% de las personas viven en países democráticos. Mientras tanto, el 17% de las personas viven en países con regímenes híbridos y el 37% bajo gobiernos autoritarios.
El Índice de Democracia calculado por Economist Intelligence Unit ha pasado de 5,52 en 2006 a 5,28 en 2021. Esta caída se da en todas las regiones del planeta sin excepción.
¿Cómo medimos el desarrollo humano?
El Nobel indio de Economía Amartya Sen ha denunciado siempre que la pobreza y la falta de oportunidades económicas son obstáculos para el ejercicio de las libertades fundamentales y la adquisición de las capacidades necesarias para el desarrollo humano:
“El desarrollo como libertad se enfoca en los fines o, más exactamente, en la libertad para lograr los objetivos vitales que una persona elige con su razonamiento. Ese es el cambio de enfoque que implica pasar del desarrollo como crecimiento económico al desarrollo como libertad”.
A partir de estas aportaciones se diseñó el índice de desarrolllo humano como una alternativa al omnipresente producto interior bruto (PIB).
El IDH tiene tres pilares:
- La longevidad, como expresión de una atención adecuada de la salud y la nutrición. Se mide a través de la esperanza de vida.
- La educación, como base del conocimiento. Se mide con los años esperados de escolarización y la media de años escolarizados.
- La capacidad adquisitiva, medida a través del PIB per cápita.
Hay otros indicadores basados en este índice que complementan la información sobre el desarrollo humano, o que matizan algunas de las críticas que tiene el IDH. Estos son:
- El índice de desigualdad de género.
- El índice de pobreza multidimensional.
- El índice de desarrollo humano ajustado por la desigualdad.
- El IDH ajustado por las presiones medioambientales.
Ante la incertidumbre y la inestabilidad, ¿qué hacer?
El PNUD propone abordar el nuevo complejo de incertidumbres a través de:
- Inversiones para enfrentar los nuevos retos globales. Destacan la provisión de bienes públicos globales, el fomento del desarrollo humano basado en la naturaleza y el incremento de la participación ciudadana.
- El incremento de la seguridad en su concepción más amplia, para proteger de todas las contingencias a la población. Algunos instrumentos que destacan son las políticas macroprudenciales, la protección social, el acceso a servicios básicos, la protección de los derechos humanos y la deliberación pública.
- La innovación tecnológica, económica y cultural. Se busca consolidar los procesos de paz, incrementar la eficiencia energética, introducir la innovación social y abordar los crecientes problemas de desinformación.
Como dice el propio informe PNUD en su última página, “el camino que sigamos a partir de ahora solo depende de nosotros”.
* Coordinadora del Grupo de Estudio de las Transformaciones de la Economía Mundial (GETEM), Universidad Autónoma de Madrid / Publicado originalmente en The Conversation