ECONOMIA
Cepo laboral

El trabajo es otra víctima de la crisis económica acelerada por la pandemia

La inflación erosionó los salarios, pero los empleadores están al borde de su default. Lo que cruje no es sólo un ajuste sino la estructura misma del empleo formal en la Argentina. ¿Desocupación vs bajos salarios?

14-06-20EMPLEO
CAIDA CONTENIDA. La industria tuvo menos actividad, pero mantuvo el empleo. | Cedoc

Entre otras cosas, la inactividad inducida por la pandemia produjo una reacción en la política económica con una respuesta calcada: el cepo.

La respuesta de manual de un economista tiene variantes. Una es dejar correr al mercado que asigna recursos según su precio o cantidad. Subirlo cuando es un bien “normal” o bajarlo cuando la oferta rebosa. A largo plazo lo más sensato es burlar este cuello de botella estimulando una mayor oferta, cuando se trata de satisfacer a un salto de la demanda o desalentarla, si hay un excedente de producción.

Pero también está otro camino cuando se desconfía visceralmente de los mecanismos del mercado o éste no funciona o simplemente la ansiedad ocupa el centro del a escena: restringir la demanda o la oferta, según el caso. Bienvenidos al universo del cepo.

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El dólar en la mira

La primera variable en sufrirlo fue el dólar: ante la escasez de reservas y el aumento simultáneo de la demanda para atesoramiento, primero se pusieron trabas (una cantidad mensual: US$ 200 desde octubre del año pasado).

Las restricciones se fueron profundizando hasta la cumbre burocrática de la semana pasada cuando no sólo el Banco Central, sino la AFIP, la ANSES y las tarjetas de créditos deberían haber producido un veredicto acerca de quién puede y quién no acceder Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), a esta altura un eufemismo para una rara avis en vías de extinción.

Los otros dos caminos de corto plazo, subir el valor del bien codiciado o directamente cerrar la canilla, con el costo de eliminar el vehículo de ahorro por excelencia del ahorrista minoritario o unificar los tipos de cambio y bancarse la inflación que generaría un sinceramiento de la variable cambiaria.

Dura de matar

La otra variable que sobrevuela a este desequilibrio es la inflación, una vieja conocida de la economía argentina. Convivimos con ella en forma sistemática desde hace al menos medio siglo, con el único paréntesis del corsé de la convertibilidad, en el que la indisciplina fiscal terminó generando un desbalance externo y se fermentó la gran crisis de hace 20 años.

La fórmula para amortiguar el efecto en los precios del tsunami monetario que obligó la inactividad fue la de poner precios máximos, congelar tarifas y luego agrandar el espectro de la naturaleza esencial de los servicios públicos.

¿Y la inflación? Sin embargo, se mueve…

Entonces, la tercera cuestión sujeta a restricciones cuantitativas y cualitativas es el empleo. En este campo, la pandemia cayó sobre una variable que fue la más castigada desde hace mucho tiempo.

El desempleo subió 13,1% en el segundo trimestre del año. 

Desde hace al menos una década, no se generan nuevos puestos de trabajo en el sector privado: sólo monotributistas, informales o estatales. Sin embargo, la proyección del año 2020 concluiría con un millón menos de empleos.

Además, junto a la inflación, es la principal correlación con los niveles de pobreza, que demuestra un piso estructural cada vez más elevado.

Vamos por la doble

Ya con la ley de emergencia económica sancionada ni bien asumió la administración Fernández-Fernández, se volvió a la doble indemnización como lastre para evitar el despido como ajuste de las nóminas salariales.

Un viejo conocido de la política económica K que sólo retrasó lo inevitable. Recordemos que ya la ley de contrato de trabajo hace recaer todo el peso del ajuste en el sector privado contratante, a diferencia de otras legislaciones que lo alivian para combinarlo con un seguro de desempleo más amplio.

Pero como no fue posible tapar el sol con la mano, el siguiente paso fue el de prohibir lisa y llanamente los despidos o dificultar procesos de acuerdo en suspensiones en función de la naturaleza de cada sector. El caso de LAN Argentina, por ejemplo, fue un claro ejemplo: la suspensión acordada con sus sindicatos era a todas luces una mejor situación que cerrar sus hangares de cabotaje, cosa que finalmente hizo. Para muchas Pymes o compañías más grandes, pero sin el peso específico adecuado que están siendo empujadas a plantearse el cierre como alternativa a la rigidez del vínculo laboral.

 

La Unión Industrial Argentina criticó la decisión del gobierno de prorrogar la prohibición de despidos sin justa causa. y pide por un seguro de desempleo.

Paritarias a la carta

Sobre este aspecto cayó la negociación de convenios colectivos en un año inusual. Una de los gremios más numerosos y por ello, significativo, el de los mercantiles, anunció la semana pasada un acuerdo que tuvo que ser desmentido por la patronal pocos días más tarde.

Incluía sumas fijas y aumentos no remunerativos en cuotas bajo la experimentada conducción de un gremio que hace casi 40 años permanece en el escenario. ¿La razón? Una vez más, la inmensa heterogeneidad que existe en el comercio: mientras unos negocios continúan cerrados, otros trabajan a media máquina por restricciones sanitarias o porque la gente no circula y unos pocos han superado todas las previsiones al estar en el mejor lugar en el momento adecuado.

En esa mezcla de realidades, es muy difícil encontrar un mínimo común denominador. La inflación alimenta las expectativas de los trabajadores y sus representantes chocan contra una pared que quedó graficada con la caída del PBI del 19,1%, que puso a la economía argentina en el podio de las que más sufrieron la tormenta perfecta de la pandemia.

El otro eslabón débil de toda esta cadena es el del propio sector público, que presenta sobrecarga de servicios en algunas partes con paralizaciones en otras.

La reciente revuelta de los policías bonaerenses y las demandas audibles del personal de la salud en todo el país, son sólo una muestra de lo que vendrá.

Pero la contraparte son gobiernos que padecen la inactividad como pocos: recaudan mucho menos, deben gastar más y su financiamiento, en última instancia, depende sólo de la máquina de imprimir billetes que monopoliza el Poder Ejecutivo Nacional. O el manotazo de una jurisdicción sobre los recursos de otro, como pasó con el traspaso inmediato de los fondos coparticipables de CABA a Buenos Aires.

En definitiva, quizás la decisión de última instancia será la de elegir entre preservar las fuentes y puestos de trabajo vs actualizar los salarios.

En economía, es análogo a la elección de la que los médicos quieren eludir: a quién atender y a quién no. Es un escenario de guerra o pandémico. Aquí, las respuestas deberían ser originales porque las recetas de manual, aún las ensayadas para paliar grandes crisis anteriores, son ineficaces.

LR