ECONOMIA
EL FRENTE EXTERNO

Milei y el alineamiento a los Estados Unidos: ¿una nueva apuesta a las relaciones carnales?

El presidente electo, Javier Milei, viajó esta semana a los Estados Unidos. Fue el primer viaje internacional que hizo después de las elecciones, lo que parece indicar un nuevo relacionamiento internacional, comparable al de Argentina en décadas anteriores. El tema económico es central en estas nuevas alianzas, aunque en la práctica una relación más cercana no es garantía de beneficios comerciales para Argentina. Las negociaciones con el FMI, claves para empezar la nueva gestión el 10 de diciembre.

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CONTACTO. Milei con sus colaboradores, en una selfie en la Casa Blanca. Abajo, en su almuerzo con Bill Clinton. | NA

Al terminar su viaje por los Estados Unidos, el presidente electo, Javier Milei, dijo que “nos convertiremos en un socio estratégico” de ese país. Si hay algo que repitió durante la campaña y mantuvo fue precisamente esa idea.

Otra convicción que se mantuvo, y que nunca escondió, es su admiración por el exmandatario Carlos Menem. Tanto que en más de una oportunidad señaló que “fue el mejor presidente de toda la historia”. Hasta ahora, y según lo que se conoce de sus planes a futuro, su política interna se parece al gobierno iniciado en 1989: ajuste fiscal y achicamiento del Estado.

En el plano internacional, el primer viaje de Milei antes de asumir como mandatario electo también sigue la línea de los 90: el destino fue Estados Unidos, país con que el gobierno de Menem había forjado las bautizadas por el canciller Guido Di Tella como “relaciones carnales”.  En ese momento, la política exterior argentina estaba estrechamente vinculada a lo económico: tanto en la región como con el resto de los países era vista como instrumento para conseguir apoyos en esa materia.

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Esta vez, Argentina necesita aval para enfrentar las negociaciones con el FMI y cumplir con los vencimientos previstos para este año y el próximo. La pregunta que surge es si un alineamiento automático como el de la década del 90 servirá para cumplir ese cometido y para obtener alguna mejora en otros planos, como el comercial.

Esta semana Javier Milei se reunió con autoridades de la Casa Blanca, a quienes les comentó sus planes a partir del 10 de diciembre. Después, el presidente electo volvió a Argentina y dejó a Luis Caputo -confirmado como ministro de Economía- y a Nicolás Posse -futuro jefe de gabinete- a cargo de las negociaciones con el FMI. Según expresó la subdirectora del organismo, Gita Gopinath, en la reunión se discutieron los “complejos desafíos” que enfrenta Argentina, aunque también enfatizó el “compromiso” de trabajar en conjunto.

Si bien hay pocas precisiones y mucho cambio de rumbo sobre lo que será el próximo gobierno en materia de política exterior, este primer viaje es una gran señal sobre cuáles podrían ser las prioridades.

En la década del 90 el contexto internacional era muy diferente: la Guerra Fría dejó un mundo unipolar, en el que el país del norte se erigía como la única potencia, y China no jugaba el rol preponderante que ostenta hoy. El “Consenso de Washington”, la “Iniciativa para las Américas” y la OMC establecieron el marco bajo el cual debían ajustarse las políticas de países como Argentina. El esquema de convertibilidad en el plano interno requería un constante ingreso externo de dólares, que provenían de los organismos multilaterales que tenían sus propios condicionamientos.

La deuda externa, que había crecido seis veces durante la dictadura militar, dio otro gran salto: en 1982 era USD 42 mil millones, y 14 años después superaba los USD 90 mil millones.

A pesar de la importante participación que tuvo el presidente del FMI, Michel Camdessus, en la aprobación de los préstamos, las relaciones carnales con los Estados Unidos no redundaron en beneficios económicos: la balanza comercial argentina con ese país siguió siendo deficitaria. Según los datos del Indec, salvo en 1989 y 1990, cuando las exportaciones argentinas superaron las importaciones, desde 1991 en adelante el déficit fue creciendo de manera constante. Para 1998, Argentina tenía un saldo negativo de 2000 millones de dólares.

Milei se reunió con autoridades de la Casa Blanca. Les comentó sus planes de gobierno


En 2001, durante el gobierno de De la Rúa, el apoyo del presidente George Bush fue importante para que Argentina consiguiera un blindaje por 40 mil millones de dólares, acordados con el FMI. En cuanto al comercio, el fin de las relaciones carnales -que se manifestó por ejemplo en la falta de apoyo al Plan Colombia, que EE.UU. implementó para intentar terminar con la producción de drogas en ese país-, tampoco cambió el panorama. Las importaciones superaron en más de 1000 millones de dólares a las exportaciones.

El intercambio comercial siguió siendo similar en años posteriores, incluso durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, cuya retórica en política exterior fue mucho más confrontativa.

En términos comerciales el déficit se mantuvo, y llegó a su pico máximo de 5000 millones de dólares en 2014. Con respecto a los acuerdos con el FMI, en 2003 Argentina logró un stand-by gracias a la presión que ejerció el Tesoro de los Estados Unidos.

Durante el gobierno de Mauricio Macri, con un nuevo acercamiento hacia la posición estadounidense en el mundo, Argentina tomó otro préstamo con el organismo, por USD 45.000 millones. En 2017 y 2018 el comercio superó los 3000 millones dólares de déficit para Argentina.

Según los últimos informes del Indec, en septiembre el déficit fue de 224 millones de dólares, mientras en octubre hubo un saldo a favor de Argentina por 47 millones.

Existe una cuestión fundamental de fondo que ni Milei, con un cambio radical en política exterior, podrá cambiar: las economías de ambos países no son complementarias.

Milei en EE.UU. 2


A lo largo de la historia, e independientemente del color político del gobierno argentino, EE.UU. utilizó diferentes instrumentos para proteger su economía. Así, en 1867, la ley de Lanas cerró las importaciones provenientes de Argentina; y en 1926 ya se empezaba a prohibir la entrada de carnes frescas o refrigeradas de regiones con aftosa. Después se aplicaron todo tipo de barreras arancelarias y no arancelarias, como los subsidios a los productores agropecuarios locales.

Teniendo en cuenta esos antecedentes, no resulta extraño que el gobierno argentino celebrara, en 2018, el primer envío de limones a los Estados Unidos después de 17 años: una restricción que el gobierno de Macri logró levantar después de una conversación con Donald Trump.

La “nueva era” que promete Milei podría variar entre el pragmatismo (tal como el mismo presidente electo se define) y las relaciones carnales de los 90. Por ahora, sin embargo, todo parece indicar que no es más que otra etapa en la historia de idas y vueltas de una relación diplomática con relativo impacto en lo crediticio y escaso margen de ampliación en lo comercial.