El saber popular suele decir que alguien "no come vidrio" cuando tiene la soga al cuello y deja de lado sus eventuales convicciones para conseguir lo que necesita. Algunos podrán teorizar que la necesidad de plata fatalmente clausura las ideologías y otros que se trata de pragmatismo puro, pero lo seguro es que, a esta altura de la situación fiscal de la Argentina, Néstor Kirchner ha demostrado que efectivamente no come vidrio.
Así, el ex presidente y virtual ministro del área económica dio cátedra de prudencia a la hora de desechar el envío al Congreso, al menos por ahora, de una nueva e irritante Ley de Entidades Financieras de espíritu ampliamente dirigista que podría haberle sumado apoyos legislativos en la izquierda y hasta en el radicalismo, el ARI o el peronismo disidente, pero que iba a espantar a los inversores.
También rearmó su discurso, y así lo dijo hace dos días públicamente en Córdoba, en línea con que este FMI ya no es más el cuco de antes y que conversar con ellos para reencauzar la relación no es arrodillarse. Una relación de conveniencia con el Fondo, quizás le baje también los decibeles de modo transitorio al ruido que existe para llegar a un arreglo con el Club de París. Por último, está la cuestión del canje, algo que nunca iba a ser reabierto, según la misma ley que NK presidente envió como cerrojo al Congreso, y que se plantea revertir "lo más rápidamente posible". Ahora, el eufemismo será "suspensión", tiempo en el cual la Argentina buscará "sacar provecho" fiscal de los fondos frescos que pondrán los bancos organizadores, presumiblemente 10% de lo que recauden, porque realmente necesita -y mucho- esa masa de dinero, ante la fatiga que están padeciendo todas las fuentes a las que habitualmente recurre el Tesoro. Además, según la cifra que proporcionó el ministro formal de Economía, Amado Boudou, de este modo, la Argentina achicará el problema de su default con bonistas a la mitad, ya que se descuenta que unos 10 mil millones serán canjeados sí o sí, tal como han prometido los bancos organizadores, con la probable zanahoria para los inversores del reconocimiento de intereses, aunque ahora haya una quita peor a aquel 65% que se impuso en el canje anterior.
Con la mira puesta en el financiamiento, entonces, que le puede asegurar dos años de tranquilidad de caja, Kirchner bendijo la reapertura, sobre todo cuando se enteró de que se iba a poder usar como elemento de marketing que esta vez la Argentina no le va a pagar comisiones directas a los bancos, aunque esto no se sabrá fehacientemente hasta que se observe la letra chica del canje, aún interdicta por cuestiones de confidencialidad.
Pero atención, porque la vuelta al mercado voluntario de deuda, que puede generar hacia el futuro mayor previsibilidad si se apoya en una programa de endeudamiento racional, puede ser también un arma de doble filo, si se vuelve a verificar la pasión por el gasto que ha atacado al Gobierno, lo que le sigue achicando el superávit de modo acelerado.
Y entonces podría darse la paradoja de que la Argentina, en su compulsión serial por el desastre económico que describió Boudou, podría volver a estallar, aunque esta vez la novedad sería de que no habría a quien echarle la culpa. Salvo que haya otra voltereta y que el FMI vuelva a ser el malo de la película.
(*) Agencia DYN