La agroindustria tiene un rol estratégico innegable, constituyéndose en una opción de crecimiento y desarrollo equilibrado del país. La profunda trama de actividades que desarrolla son un aporte decisivo al desempeño de la economía.
Se trata, entre otras cosas, de un rubro dinámico en la generación de empleo y con una fuerte impronta exportadora. En relación con esto, en 2021 las exportaciones del sector fueron de 52.800 millones de dólares y representaron más del 67% del valor exportado por Argentina.
Por otro lado, a nivel mundial cobran relevancia conceptos tales como seguridad alimentaria, cambio climático y sistemas alimentarios, definiendo la agenda de discusión geopolítica e interpelando a todos los sectores, pero en particular a la agroindustria por su rol en los mismos.
En este sentido, el desarrollo de la bioeconomía se ofrece como una oportunidad para la promoción de la interacción del conocimiento, innovación y de la biomasa, ofreciendo la posibilidad de nuevos encadenamientos para la producción de bienes, tecnologías, servicios y energía bio-basadas, que mejoran la performance ambiental y la calidad de vida de toda la población.
Argentina en general, y el sector en particular, tienen atributos claves para contribuir al nuevo paradigma y convertirse en un proveedor confiable de bienes y servicios que son, sobre todo, renovables y de producción sostenible ambientalmente.
Y dada la sinergia de estas actividades con el desarrollo económico, el sector adquiere la posibilidad de ser partícipe y uno de los ejes estratégicos del desarrollo social nacional, contribuyendo a la creación de empleo, mejorando la calidad de vida y ofreciendo oportunidades a lo largo de todo el territorio de manera descentralizada.
Un contexto muy incierto
La actividad agropecuaria es intrínsecamente riesgosa debido a la influencia de los fenómenos climáticos, como también en términos de precios, tanto por factores internacionales como domésticos. Sin embargo, los tiempos recientes se vieron marcados por factores que amplifican la incertidumbre propia de la producción.
Por ejemplo, si se considera la actual coyuntura, la invasión de Rusia a Ucrania y las posteriores sanciones resultaron en grandes incrementos en los precios de los granos, pero también de los principales insumos, como fertilizantes y combustibles.
La producción agroindustrial tiene el potencial de ser un gran motor de la economía argentina
Más a largo plazo, los desafíos vinculados al cambio climático y a las políticas que se encuentran en carpeta para su mitigación presentan grandes interrogantes a futuro. Por un lado, el calentamiento global podría traer aparejado un incremento en la frecuencia de eventos climáticos adversos. En ese sentido, todas las estrategias que apunten a la adaptación de la producción y la infraestructura a este nuevo escenario serán de utilidad.
Por el otro lado, políticas como la iniciativa “Farm to Fork” de la Unión Europea, con requerimientos máximos en el uso de insumos, amenazan con convertirse en la práctica en restrictivas barreras al comercio si no se consideran los parámetros que permitan un reconocimiento adecuado de las características de sostenibilidad que ya hoy presenta la producción argentina. Ello se traducirá en la necesidad para nuestro país de tener una voz activa en los foros internacionales, asegurándose que su visión sea tenida en cuenta, y empujando para una toma de decisiones basada en ciencia.
Un sector dinámico
Un sinnúmero de actores intervienen en las distintas etapas de la cadena productiva y responden fuertemente tanto a los incentivos económicos como a las nuevas oportunidades que traen las nuevas tecnologías.
Tanto el potencial de la producción agroindustrial como uno de los grandes motores de la economía argentina, así como los desafíos que el futuro plantea, no hacen más que dejar en evidencia la importancia del trabajo en conjunto entre los sectores público y privado para viabilizar ese dinamismo.
En ese sentido, foros que den voz a las distintas cadenas de valor de la agroindustria, como el que propone el Consejo Agroindustrial Argentino, pueden tornarse en impulsor clave para el diálogo que determinará el marco institucional a futuro.
Asimismo, iniciativas transversales entre los sectores público y privado, como la Red de Buenas Prácticas Agropecuarias, permiten que el diálogo incluya tanto a las necesidades de la cadena como de la sociedad en la que se inserta, tendiendo como foco una mayor sostenibilidad de la producción.
En suma, los desafíos son numerosos, pero las herramientas existen y hoy se están poniendo en marcha. Instar a toda la sociedad a participar de este proceso sólo puede traducirse en un mejor futuro.
Publicado en El Economista