“El año pasado bajó levemente el consumo de fertilizantes y van a ser, junto con este 2015, unos diez años de estancamiento del mercado entre 3.100.000 de toneladas y 3.300.000 de consumo”, estimó el ingeniero agrónomo Jorge Bassi, presidente de la Asociación Civil Fertilizar. Para hacer un parangón con estos números, basta agregar que el mercado de Paraguay hoy ya consume un millón de toneladas de fertilizantes en un área de siembra infinitamente menor. El consumo en Argentina está detenido, en parte porque carga sobre sus espaldas con una muy baja cantidad de hectáreas de gramíneas. “En la serie histórica estamos en el peor momento y con una fertilización de soja que si bien es importante no se termina de largar en las dosis y en las superficies que nosotros creemos que es necesario”, indicó Bassi. Todos los años desde Fertilizar se elabora un balance en relación con los nutrientes que extraen los cultivos en el momento de la cosecha y lo que debería reponerse. “Estamos mal con el balance”, sentenció Bassi, para quien en este debe y haber los suelos perdieron un punto de materia orgánica y grandes cantidades de fósforo. “Sin dudas tenemos que virar”, dijo el titular de Fertilizar. “Si queremos lograr altos rendimientos y sustentabilidad tenemos que pensar la fertilización de otra forma. Conocemos las dificultades que está atravesando el productor en el contexto de Argentina y la baja de precios internacionales, pero queremos siempre acercar la mejor información para ayudarlos a tomar las mejores decisiones”.
Para que se cumpla el objetivo de la producción argentina de llegar a los 140 millones de toneladas de granos, el agricultor argentino deberá aspirar a tener suelos más ricos, mejor rotados y con mayor cobertura.
La caída en el precio de las commodities ha sido sin duda uno de los mayores factores que impulsaron la caída en el uso de fertilizantes.
“El año tuvo un trigo que, ayudado con la lluvia, fue empujando el consumo de nitrógeno, ya que los productores ante la expectativa de mayor rendimiento decantaron por fertilizar más. Y otros debieron refertilizar porque las lluvias lavaban el terreno. Después vino una gruesa pobre, con un maíz que cayó un millón de hectáreas y con dosis de soja que disminuyeron 10% respecto del año anterior”.
Según Bassi, sin la caída de los precios habríamos tenido un año similar o algo por encima del anterior pero en un contexto de pobreza. “Sigue siendo un consumo que se encuentra muy lejos de los potenciales”, se queja el agrónomo, para quien se debería estar consumiendo en el orden de los 4,5 millones de toneladas de fertilizante para aspirar a un balance de nutrientes saludable. “Todavía falta acercarse a la reposición de fósforo. De hecho, son tan bajos los niveles de este nutriente que ya vemos un gran margen de respuesta cuando se corrige en el suelo”. De hecho, se han evaluado respuestas de hasta mil kilos por hectárea en rindes de soja en Savio y en Henderson; al tiempo que en 9 de Julio, trabajando con el INTA, se han obtenido más de 2 mil kilos de respuesta.
La otra corrección que debe hacerse es el nitrógeno, pero para eso se necesita una mayor superficie de gramíneas. “No es algo tan difícil”, alega Bassi. “Estamos hablando de tres o cuatro millones de hectáreas de gramíneas en la pampa húmeda y que la soja se fertilice con cien kilos de fosfato monoamónico, que puesto en el campo cuesta US$ 60 por hectárea”. El problema es tomar la decisión.