Es la segunda generación de una familia de constructores que levantó el Sheraton o el actual edficio de la Jefatura de Gabinete. Pero desde que falleció su padre y cerraron la empresa, se dedica a la abogacía dentro de la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco). Ahora, acaba de ser elegido presidente de una entidad marcada a fuego por la causa de los cuadernos de la corrupción en la obra pública del gobierno anterior: un ex presidente de la entidad, Carlos Wagner, dijo que fue coordinador de recaudación de coimas a pedido del ex presidente Néstor Kirchner.
—¿Con este contexto era inevitable que hubiera un abogado al frente de la Cámara?
—La propuesta mía estaba antes de todo este episodio. Tengo una larga trayectoria en la industria de la construcción de dos generaciones, por lo que conozco la industria perfectamente como abogado pero desde el negocio también.
—Pero no es habitual que no haya un apellido ligado a una empresa de la construcción.
—Siempre los apellidos de los presidentes estuvieron ligados a una empresa. Es la primera vez que hay alguien que no tiene una empresa.
—¿Cuál es la marca más fuerte que dejó la causa en la cámara?
—La cámara está transformándose. Todos los representantes de empresas que integran el nuevo consejo recientemente elegido, entre ellos el que suscribe, hemos firmado una declaración de que al día de la fecha no estamos involucrados en ningún proceso. Y que si estuviéramos involucrados en el futuro, la carta sirve de renuncia. Hay un proceso de espejo de respuesta al episodio de los cuadernos.
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—¿Qué quiere decir?
—La cámara no ha sido la sede de todas estas cosas. Se han hecho entre empresas que han intervenido. Como abogado no tengo tendencia a creer que las cosas sucedieron hasta que no hay condena, pero si todo esto es como parece, la otra pregunta es por qué la sociedad eligió un gobierno tres veces que sabía que hacía estas cosas. Lo que quiero decir es que había un contexto que involucró no solo la construcción, sino otras empresas que contrataban con el Estado, y que aparentemente, según todos los indicios, había un proceso de corrupción organizado desde el Estado. Esto no ocurrió nunca en la Argentina. No tiene precedentes en el país. Sí que en una obra hay un cartel por una oportunidad de cartelizarte, que está mal, pero situaciones específicas.
—Usted dice que la Cámara no era sede, pero Wagner fue quien reveló que lo pusieron a coordinar el sistema ilegal. ¿No dejó una huella eso?
—La huella es que todos los que están procesados renuncian.
—¿Fueron desafiliados?
—No, hasta que no haya una condena no. Si no, la cámara el día de mañana puede tener un pleito por daños y perjuicios monstruosos. Espontáneamente la mayor parte de la gente se ha separado de la cámara. La empresa sigue siendo socia, pero el señor que estaba involucrado se fue. Algunas empresas dejaron de tener representantes en el consejo, otras cambiaron los representantes. Ahora la cámara tiene 1.600 socios y representa tres ramas de la construcción: privada, viviendas y obra pública. Acá están involucrada parte de las empresas de la obra pública.
—¿Tiene un código de ética?
—Tiene y lo estamos mejorando y profundizando. E iniciamos un proceso de compliance. Estamos haciendo cursos para las empresas, porque tenemos muchísimas pymes del interior donde esto llega por los diarios.
—¿Hicieron alguna investigación interna en la cámara como para afirmar si existió un club de la obra pública?
—La cámara no hizo esa investigación y no le aportó nada a la Justicia porque no solicitó.
—Pero por ejemplo, Techint dice que los echaron de la cámara por no participar del club de obra pública.
—Techint ha sido socio, socio muy importante hasta el día de hoy. No se echó a nadie. Si Techint participó o no, lo sabe Techint.
—Pero no lo echaron durante un período…
—No, siempre fue socio.
—¿Hay diferencias entre los involucrados en la causa de los cuadernos o están todos dentro de la misma bolsa?
—Creo que no. Hay empresas que fueron organizadas para esto, que no tenían tradición para esto ni capacidad de construir, y que han dejado obras sin concluir. Y después había empresas que tienen 100 años y que fueron obligadas a entrar en esto, con presión. Hay que sentarse en la silla de un tipo que tiene una empresa de 105 y que tiene que tomar la decisión de si va a seguir existiendo o no. No es muy fácil. Ahora hay toda una actitud crítica. Yo quisiera que la causa de los cuadernos fuera un punto de quiebre. El Estado tiene un poder muy discrecional para elegir a quién pagarle y a quién no. Si el Estado tiene este poder, la corrupción está a la vuelta de la esquina.
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—¿Usted dice que no se pueden hacer negocios sin corrupción?
—No sé si pueden hacer, el sistema no está preparado para resistir la corrupción, está pensado para que los funcionarios puedan hacer lo que se les da la gana.
—¿Hoy no hay más corrupción?
—La corrupción sistémica se terminó, porque no hay forma de cartelizar la obra pública si no hay un núcleo de poder que lo organice. Y los precios han caído; de hecho el Gobierno lo dice todo el tiempo. Sí puede haber cartelización ocasional.
—Tras la causa de los cuadernos, ser presidente de la Cámara, ¿es un desafío, una bendición o una papa caliente?
—Una papa caliente, no. Un desafío, seguro. Una bendición, veremos.
Con la tormenta que atravesaron los constructores en este 2018, y una actividad que al mismo tiempo entró en fase de ajuste, a Crivelli lo salva vivir entre cuadros. Es el presidente de la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes. Por eso dice: “Eso sí, al estar acá tengo a los 1.600 socios para extorsionarlos para que pongan plata para el museo”.
“El 2019 va a ser durísimo”
—¿Cómo harán para cambiar la imagen de foco de corrupción a motor de actividad?
—La industria desde el punto de vista de su capacidad industrial está un poco golpeada por el shock macroeconómico que estamos viviendo hace 4 o 5 meses. De manera tal que la industria está golpeada. No hay dudas. La construcción tiene mucho mayor capacidad de recuperación que otras industrias. Si aparecen los contratos y el contexto mejora, puede ser motor de la inversión. En la obra pública dependemos de la inversión pública. Inclusive en los PPP, que son inversión privada, dependemos de la macro porque el riesgo país está muy alto. En la vivienda, si se establecieran incentivos el plan UVA podría ser otra vez un motor para la inversión, incluso en el corto plazo.
—¿Cómo se preparan para 2019?
—Para un año durísimo. Y el sector privado también está parado porque los inversores tienen miedo.