Si de una semana a la otra queremos consumir 10, 15, o 20 veces más alcohol en gel que antes, será casi imposible. Las góndolas se vaciarán en una mañana, mientras que el stock habitualmente exhibido alcanzaba para una semana.
A su vez, aún cuando el supermercado consiguiera reponer rápidamente el producto en góndola, destinando incluso más espacio para su exhibición, el problema del faltante se trasladará desde la góndola al depósito.
Siguiendo con esta lógica, aun cuando el proveedor de alcohol en gel envíe instantáneamente al supermercado la mayor cantidad requerida, el problema de abastecimiento continuará transmitiéndose hacia atrás en la cadena productiva.
Por lo tanto, se necesita tiempo para que las empresas puedan reaccionar al inusual incremento de consumo del bien. Cuánto tiempo se requiere exactamente, depende de la eficiencia de los repositores, la agilidad logística, los costos de transporte, el tamaño de los inventarios, etc.
Todos estos factores afectan la capacidad de respuesta del supermercado, del fabricante de alcohol en gel, y de sus propios proveedores de materias primas. Una mayor eficiencia en cada una de estas etapas sin duda suavizará el problema, pero esto no es automático.
En consecuencia, durante el período de tiempo que las empresas requieren para responder al atípico incremento de consumo, el precio del alcohol en gel mostrará tendencia a la suba. A su vez, dado que los pedidos de materias primas necesarias para elaborar el producto también se multiplicarán, el precio de estos insumos (envases, etiquetas, cajas) también sufrirá presión al alza.
Incluso, la presión sobre los precios no vendrá necesariamente del vendedor, quien puede aprovechar y especular con la situación, sino también del comprador, quien voluntariamente podría ofrecer un mayor precio con tal de asegurarse el abastecimiento.
Este cimbronazo que sacude al proceso productivo, luego del sorpresivo aumento del consumo, nos muestra que es natural y casi inevitable que el precio aumente en alguna medida.
El aumento de precio “ayuda” a paliar la situación, en el sentido de conseguir más rápidamente un balance entre el volumen producido y el requerido por los consumidores.
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Si el precio del alcohol en gel se incrementa, aumenta el incentivo para que las empresas respondan más rápidamente, al mismo tiempo que desincentiva el consumo desmedido y desproporcionado. Por otro lado, el incremento de precio incentiva incluso a otras empresas a reasignar capacidad productiva, dejando de elaborar otros productos para pasar a producir alcohol en gel.
Por supuesto, la coacción y la coerción también puede inducir a este comportamiento por parte de las empresas, pero la historia de la humanidad muestra que los incentivos económicos suelen ser más efectivos.
Por esta razón, si se impide que el precio aumente, lo único que se consigue es entorpecer el proceso. Dicho de otro modo, el principal mecanismo que permitirá corregir el desbalance entre cantidad deseada y ofrecida, se interrumpe al imponer un precio máximo. Con esta medida, se prolongará innecesariamente en el tiempo la agonía de los faltantes, al atenuarse el incentivo para que las empresas respondan lo más rápido posible.
En resumen, cerrar la brecha entre el volumen requerido y el producido, luego de un incremento en la necesidad de consumo del bien, es inexorablemente traumático---incluso en un contexto de libertad de precios, como lo muestra la experiencia de casi todos los países.
Por lo tanto, si además se impide que los precios suban, se estará echando leña al fuego, con góndolas vacías durante más tiempo que si los precios pudieran elevarse. Por supuesto, en un país que sufre inflación desde hace más de diez años, enfrentar estos problemas es más desafiante todavía.
* Ph.D. in Economics, University of Florida. Profesor Visitante en la Escuela de Negocios de la UTDT.