EDUCACIóN
La historia hoy: Entrevista a Hilda Sábato

De la unificación de la Argentina a la Ley de Educación

Desde el suplemento Educación conversamos con la reconocida historiadora acerca de los últimos cuarenta años del siglo XIX, época donde Argentina se unificó y expandió su territorio, al tiempo que atravesó profundos cambios educativos y culturales.

Entrevista a Hilda Sabato
| Editorial Siglo XXI

La historia es siempre un sitio al que cabe remontarse para entender más el presente.
La renombrada historiadora Hilda Sábato, autora de “Historia de la Argentina 1852-
1890” (Siglo Veintiuno), es la guía acudida por el suplemento Educación para recorrer
aquellos últimos años del siglo XIX en los cuales nuestro país comenzaba a forjar su
unidad, su Estado y su modelo de educación común.

- Abordar las cuatro décadas de historia argentina previas a terminar el siglo XIX
(1852-1890) significa, entre otros elementos, referirse a un escenario muy diferente
al que veremos en el siglo XX. ¿Cuáles son los cambios más trascendentales que se
dieron a nivel general en este periodo?

e trata de cuarenta años de cambios muy profundos en todos los niveles de la vida
del país, de manera tal que, si pudiésemos disponer de una máquina del tiempo y
retrocediéramos al siglo XIX, el paisaje de 1890 sería para nosotros mucho más familiar
que el de 1852.
En esos años, se unificó la Argentina y expandió su territorio, ocupando zonas antes
habitadas por otros pueblos. Pasó de ser una confederación de provincias autónomas
bajo hegemonía de Buenos Aires, a una república federal con un estado central, que
comparte soberanía con las provincias. Triplicó su población, cambió la composición
con el ingreso de millones de inmigrantes y se urbanizó. Su economía se encaminó por
la senda del capitalismo y creció, pero se hizo más vulnerable al insertarse plenamente
en el mercado mundial a través de la exportación de productos primarios, la
importación de manufacturas y la radicación de capitales extranjeros. El país
experimentó también cambios educativos y culturales importantes. Por su parte, la
vida política se transformó y mi libro está centralmente dedicado a analizar qué pasó
en ese plano. En suma, fueron cuarenta años de cambio radical, con sus luces y sus
sombras, sus expansiones y sus crisis.

- El emblemático historiador Tulio Halperín Donghi se refería a este tiempo como los
“treinta años de discordia”. ¿Coincidís con él? ¿Cuál era esa discordia que
comprendió nuestra historia? En el caso de no coincidir, ¿por qué no?


En su genial libro sobre el período, Halperín se refiere a la discordia política, a los
conflictos que se dieron entre 1852 y 1880 entre grupos que disputaban el poder y el protagonismo en el proceso de formación del Estado nacional. El traza un arco entre el 
momento de la derrota de Rosas en Caseros y la ascensión de Roca a la presidencia en
1880. ¿Porqué elige esas fechas? En el primer caso, se trata de un momento de
quiebre de un orden vigente durante un par de décadas, bajo la hegemonía de Rosas y
de Buenos Aires. Pone en foco ese momento de desarticulación de lo existente para
observar las luchas por el poder que se desatan a partir de entonces. Así surgen los
conflictos entre Buenos Aires y la flamante Confederación Argentina –que llevan a la
separación de la primera por casi diez años-, y dentro de cada una de esas entidades,
las disputas políticas entre grupos con diferentes aspiraciones e intereses. La guerra
entre el Estado porteño y el resto culminó con la derrota de la Confederación y el
ascenso de las dirigencias de Buenos Aires al control del incipiente gobierno nacional.
Pero los conflictos no terminaron allí, por el contrario, la puja entre federales y
liberales, y entre agrupaciones dentro de cada una de esas constelaciones, dio lugar a
una vida política muy intensa que involucró no solo a los dirigentes sino también a
amplios sectores de la población que participaban de esas lides. Halperin muestra que
esas confrontaciones no remitían a diferencias de fondo en cuanto a qué se esperaba
para la Argentina como Nación, pues todos los actores, sostiene, compartían el
proyecto modernizador tanto en el plano de la economía como en el de la cultura y la
sociedad. El problema era, pues, básicamente de competencia política. Según su agudo
análisis, esa competencia encuentra por fin su límite hacia 1880, cuando el Estado
nacional, bajo la batuta del Partido Autonomista Nacional (PAN), logró concentrar
suficiente poder como para limitar los arrestos de autonomía de grupos que
cuestionaban la centralización, disciplinar la vida política y, sobre todo, dominar a la
provincia de Buenos Aires, la rebelde principal. Halperin sintetiza así un proceso
complejísimo, sintesis que la historiografía actual retoma en sus estudios más
detallados y más extendidos sobre el período. En el caso de mi libro, llego hasta 1890,
cuando el optimismo de los años 80, de la “Paz y Administración” de Roca, encuentra
un techo y se abre a una coyuntura de gran incertidumbre en todos los planos.

- Supongamos que nos remontamos a cada momento de la historia y relevamos las
incertidumbres que su población tiene respecto a lo que está viviendo. ¿Cuáles
considerás que serían las incertidumbres que perturbaban a la sociedad entre 1852 y
1890?

No hay una única respuesta a esa pregunta, pues estamos entonces lejos del mundo
global de hoy, por lo que las incertidumbres dependían del lugar geográfico y social de
cada quien y, por supuesto, de la coyuntura. Haciendo un esfuerzo por pensar en
términos generales, se podría señalar que, por una parte -y en comparación con la
actualidad-, la vida transcurría por carriles más lentos y pautados por la costumbre,
por otra, los cambios que introdujo el proceso de modernización sacudieron los
lugares heredados, las tradiciones observadas y las expectativas de futuro. En términos
de coyunturas específicas, creo que 1890 es un momento crítico para muchos, en que se derrumban –al menos temporariamente- certidumbres que parecían haberse
afianzado en la década anterior, en los años afluentes de la presidencia de Roca, y
surgen nuevos horizontes, en particular en el plano de la política.

- Como señalás, dos elementos nos acompañan en este recorrido de 40 años: el
vinculado con los conflictos en torno al Estado y el ligado a los mecanismos de acción
y legitimación política y a las luchas por el poder. En otras palabras, la formación de
una nación federal y la construcción y legitimidad de la autoridad política.
¿Considerás que estos dos elementos tensionaron entre sí?

En efecto, estos elementos atraviesan la vida política del período en constante
realimentación y tensión, y solo pueden entenderse en su articulación.

- En este periodo tiene lugar uno de los saltos cuantitativos y cualitativos más
importantes para la educación en Argentina: La Ley 1420 de 1884. ¿Cuál fue el
impacto que vos destacás en la sanción y los resultados de esta medida?

Esta ley fue fundamental porque plasmó en el papel una política que venía de
gobiernos anteriores al de Roca, empezando por la que había aplicado Sarmiento en la
provincia de Buenos Aires. Era una postura muy arriesgada para la época, ya que se
fundaba en valores considerados decisivos para modernizar la Argentina sobre la base
de la igualdad y la laicidad, principios no necesariamente compartidos por todos los
sectores con acceso al poder.

- Por último, a diferencia de lo que se suele pensar, arribar a una norma de estas
dimensiones conllevó una serie de discusiones, enfrentamientos y disputas. ¿Cuáles
fueron las resistencias principales de esta norma?

Por cierto, y dada la orientación de la medida, tuvo resistencias importantes. Las
principales provinieron de las instituciones de la Iglesia y de los partidarios de la
educación fundada en la religión católica, un tipo de educación que había
predominado en el país durante décadas y que empezó a ser cuestionada activamente
solo a partir de mediados de siglo y de la caída del régimen de Rosas.


*Politólogo, sociólogo, investigador y docente (UBA) @leandro_bruni