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Formas de entrenar

Chubut: cuando se empodera la policía

El uso de la fuerza y la estructura psíquica de la institución policial.

Policía Canto Chubut
Efectivos de la policía en Chubut realizan su entrenamiento habitual, mientras son grabados cantando | Captura de Pantalla

La policía de Chubut le costó al Estado argentino la condena de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CDH) en 2011, por la desaparición forzada de Iván Torres (en 2003), caso que terminó con solo dos policías condenados (en 2016) de una importante cadena de complicidades policiales, políticas y judiciales, con irregularidades notorias y varios testigos asesinados. A pesar de semejante antecedente, la chubutense no se destaca especialmente de otras policías provinciales o de las fuerzas de seguridad nacionales: ni de la policía tucumana que asesinó a Luis Espinoza, ni de la Prefectura al mando de Bullrich que asesinó por la espalda a Rafael Nahuel, ni de la Gendarmería aun investigada por la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, ni de la policía formoseña que ingresa a las casas de integrantes de la comunidad Qom para golpearlos, humillarlos y detenerlos arbitrariamente, ni de la policía de la provincia de Buenos Aires acusada por la desaparición forzada seguida de muerte de Facundo Astudillo Castro –y esta semana devuelta a las primeras planas por el balazo en el estómago propinado a un famoso cantante.

Sin embargo, no deja de sorprender el video en que se puede observar un espeluznante entrenamiento del día 20 de julio en el marco del Curso Básico de Capacitación de la Guardia de Infantería de Chubut. Frente al Hotel Deportivo de Rawson, un grupo de efectivos trota al compás de una arenga marcada por el oficial a cargo: Piquetero, piquetero, ten cuidado, ten cuidado, una noche muy oscura a tu villa entraré”. ¿Entrenaban tácticas, estado físico, o se trataba simplemente de gimnasia subjetiva? Al parecer, entre el grito de guerra policial –en realidad, el contenido del cántico es de carácter parapolicial– y los operativos que esa institución lleva a cabo no hay distancia. Al día siguiente de semejante entrenamiento, según denuncian lxs vecinxs del barrio Bosques Al Sur de Lago Puelo, afectado por los incendios de comienzos de marzo de este año y en plena tarea de reconstrucción, un contingente de distintas ramas de la policía chubutense (montada, infantería, comunitaria, etc.) al mando del ministro de seguridad de la provincia Federico Massoni, ingresó al barrio con armas largas y escudos, en un típico gesto de control territorial y amedrentamiento, pidiendo los datos a cada habitante, sin orden judicial.  

Es frecuente la complicidad de los poderes político y judicial, o el desinterés mediático (también cómplice), así como la revictimización de las víctimas, lo que desalienta la denuncia y vuelve cuesta arriba una resolución institucional virtuosa.

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Como antecedente oficial, el Ministerio de la Defensa Pública de la provincia de Chubut registra en su “Banco de Datos de Casos de Torturas y otros Tratos Crueles, Inhumanos y Degradantes", entre 2004 y 2016, 3.577 hechos denunciados (se calcula que se denuncia uno de cada cinco casos), ocurridos en comisarías, patrulleros o en la calle, que van desde ahogamientos, disparos con balas de goma y de plomo, simulaciones de fusilamiento, heridas de arma blanca, torturas con picana, omisión o complicidad ante violaciones o violencia de género, entre otros. Es frecuente la complicidad de los poderes político y judicial, o el desinterés mediático (también cómplice), así como la revictimización de las víctimas, lo que desalienta la denuncia y vuelve cuesta arriba una resolución institucional virtuosa.    

Algunos medios digitales caracterizaron a la letra del cántico de la Infantería chubutense de “polémica” o de “controvertida”, pero no hay gesto polémico ni vocación controvertida en esa expresión, sino una arenga amenazante, fascista y contraria al mínimo registro del Estado de Derecho que corresponde a la institución policial. La similitud con la canción de cancha permite olfatear la mimetización entre la policía empoderada y las prácticas de los barrabravas, con todo el juego de complicidades, rivalidades y códigos. En otro plano, preocupa la coincidencia del cántico con cierta fraseología mediática y con los lugares comunes de cientos de conversaciones en el subte, el ascensor, el almacén, que maceran como posibilidad la estigmatización de una parte de la sociedad y el castigo bajo la forma de la violencia institucional. ¿Qué media entre la banalidad de un comentario y la brutalidad de la violencia institucional? Se trata de una suerte de plataforma subjetiva, una atmósfera sensible que sólo pide guiños, continuidad entre el policía y el “vecino”. Se vio en la toma seguida por la represión asesina que tuvo lugar a fines de 2010 en el parque Indoamericano. Lo analizamos cuando en la localidad cordobesa de San Francisco, hacia mayo de 2014, la policía golpeó y crucificó con cinta de embalaje al joven Víctor Robledo, invirtiendo el discurso de las personas involucradas en linchamientos: si en un caso los “vecinos” decían participar de los linchamientos porque la policía no actuaba, en San Francisco parece que la policía gestionó un linchamiento a falta de vecinos audaces.

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Toma seguida por la represión asesina que tuvo lugar a fines de 2010 en el parque Indoamericano.

Sin embargo, la catarsis tampoco alcanza, el indignómetro ya superó todo límite. Y cuando la indignación no sublima el veneno, nos quedan dos opciones: amargarnos hasta la insalubridad o intentar comprender y avizorar formas posibles de actuar. ¿Se trata de una fuente más de criminalización de la protesta desde el vamos, es decir, desde el seno mismo del entrenamiento policial? Es el imaginario del policía que ingresa a las villas a cazar narcos mezclado con la estigmatización a quienes protestan en un piquete… Policías que se entrenan para formar parte de un escuadrón con cánticos amenazantes y convicción en su poder territorial. Cuando, en realidad, la mayor parte de las tareas policiales son de carácter doméstico, de conflictos no necesariamente punibles o incluso de raíz administrativa.

En algún punto, el video en cuestión revela la estructura psíquica de la institución policial. Sin la necesidad de redundar en una sociología de las mentalidades para advertirlo, cabe recordar la reflexión de Gregorio Kaminsky en torno a la formación policial. En una entrevista que le hicimos para el libro Linchamientos. La policía que llevamos dentro (Red Editorial, 2015), Kaminsky afirma que el policía es testigo directo, “ya que hace una suerte de trabajo de campo de hecho”, de situaciones de violencia familiar, conflictos callejeros y una diversidad de situaciones domésticas, “que no puede teorizar o para el cual no encuentra las herramientas indicadas”. No dispone de elementos lingüísticos ni conceptuales (de hecho, el lenguaje mutilado de la policía se corresponde con un recorte sensible empobrecido), no cuenta con una mirada antropológica, ni sociológica, ni una perspectiva compleja de los derechos humanos (“por lo cual no estaría muy bien evaluado para un paper de congreso…”, bromea Kaminsky en la entrevista). La apuesta del filósofo spinozista vuelto un experto hobbesiano de las prácticas policiales insiste en que el policía “tiene un saber que si lo inscribiéramos en el dispositivo adecuado podría dar sus frutos”, ya que “se trataría de restituir la capacidad lingüística y, al mismo tiempo, de inscribirla como saberes que aparecen como más o menos inmediatos –aunque eso de la inmediatez es sólo una metáfora– en un dispositivo que les permita elaborar esa experiencia”.

Contrariamente a la profundidad de los estudios sobre seguridad y derechos humanos, se insiste en capacitaciones que van del uso de la fuerza a entrenamientos en que se refuerza una concepción castrense y oscurantista de las policías.

Pero, contrariamente a la profundidad de los estudios sobre seguridad y derechos humanos, se insiste en capacitaciones que van del uso de la fuerza a entrenamientos en que se refuerza una concepción castrense y oscurantista de las policías. La conflictividad constitutiva de lo social se procesa desde una mirada criminalística con sesgo clasista e incluso racista. Por eso, la inseguridad no es una “sensación”, como declaró un ex ministro de seguridad, sino una abstracción real, cuya eficacia viene ganando terreno y consenso. Como contracara, la ineficacia progresista va de la mano de una política profesional aferrada a las minucias coyunturales, llena de buenas intenciones plasmadas en flyers y entrevistas periodísticas –aunque lo de “buenas intenciones” es solo un supuesto bienintencionado– o directamente ocupada en negocios de escaso interés público y alto rendimiento individual, cuando no, en el alimento ideológico balanceado que toda tropa, secta o partido necesita. Para no convalidar la antipolítica es necesario un nuevo imaginario capaz de reinventar la política.

Se insiste en la resolución policial de problemas comunitarios y sociales, pero se niega la resolución social y comunitaria de la catástrofe policial

Mientras tanto, se insiste en la resolución policial de problemas comunitarios y sociales, pero se niega la resolución social y comunitaria de la catástrofe policial. No se trataría solo del irrestricto mando y control civil de las fuerzas, sino de un proyecto de formación y, por qué no, deformación de la estructura psíquica de la opaca institución. Es tan urgente un replanteo en este sentido (que no es uno sino muchos) como largoplacista la disposición a trabajar en ello. Pero en el debate público actual el largo plazo, necesariamente diagonal, espanta y la urgencia, vertical como la obediencia, funciona como excusa. La imaginación política traza una frágil red de intervenciones dentro y fuera de las instituciones, que conecta actores, tradiciones, nuevas ideas y una potencia siempre por venir cuya asechanza quizás nos encuentre haciendo trama, como dicen las amigas feministas.   

*Ensayista, docente (UNDAV, UNPAZ), editor (Red Editorial).