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Choque cultural

Barbie en Oriente, Barbie en Occidente

La película de la muñeca ha generado de todo, menos silencio. En algunos países musulmanes el film fue prohibido por “promover valores morales” que no van de acuerdo a los de estas naciones. En Occidente –no exento de críticas–, las quejas giraron alrededor de lo que fue un impulso solapado del capitalismo y –opuesto a un primer análisis–, una expansión del patriarcado. Sin embargo, entre las diferencias... ... se pueden encontrar puntos en común que lleven a un acercamiento entre los dos mundos.

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Barbie. | Shutterstock

Irremediablemente obscena para unos, repudiablemente materialista para otros, y adorablemente encantadora para el resto, la película parece haber confirmado el postulado de su tráiler: “Si amas a Barbie, esta película es para ti. Si odias a Barbie, esta película es para ti”.

La recepción de Barbie en el Oriente musulmán y el Occidente ha sido contrastante, aunque no de manera uniforme. “La fiebre de Barbie teñirá al mundo de rosa”, aseguró una empresa de investigación de mercado tras la aparición de la hipertaquillera película homónima. Y así parece ser, aunque no en todas partes. 

En el mundo islámico, quienes se opusieron a la película basaron sus cuestionamientos en razones de modestia y puritanismo. Según recopiló la organización Middle East Media and Research Institute (Memri), muchos youtubers árabes influyentes, con millones de suscriptores, protestaron en su contra, alegando que promueve el feminismo y la homosexualidad y pidieron que fuese prohibida en los países árabes e islámicos.

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En Punjab, la provincia más grande de Pakistán, las autoridades suspendieron las proyecciones de Barbie durante diez días, porque se declaró que tenía “contenido objetable”, pero luego la película volvió a los cines.

The Jerusalem Post informó que las autoridades de Kuwait, Argelia y el Líbano objetaron los supuestos temas Lgbtq de la película, más que su feminismo. “La censura parece tener menos que ver con las críticas al patriarcado del mundo real, y más con temas de lesbianas, gays, bisexuales y transgénero”, reportó el diario. 

El ministro de Cultura del Líbano, Mohammad Mortada, pidió que se prohibiera el film en un comunicado que decía: “La película Barbie contradice los valores morales y religiosos, y los principios establecidos en el Líbano, ya que promueve la homosexualidad, la transgeneridad y la fea idea de rechazar la tutela del padre, menospreciar y ridiculizar el papel de la madre, cuestionar la necesidad del matrimonio y construir una familia, y retratarlos como un obstáculo para el autodesarrollo del individuo, especialmente para las mujeres”.

Las autoridades kuwaitíes prohibieron Barbie por promover “ideas y creencias que son ajenas a la sociedad kuwaití y al orden público”, según un comunicado de una agencia oficial de noticias del Estado. 

Argelia quitó la película después de haber estado proyectada en los cines durante varias semanas, según la agencia Reuters. “Barbie –dijeron las autoridades– promueve la homosexualidad y otras desviaciones occidentales”. Además, “no cumple con las creencias religiosas y culturales de Argelia”. El Ministerio de Cultura envió avisos a los cines del país para que dejaran de proyectar el film, declarando que su mensaje era “dañino para la moral”.

The Wall Sreet Journal (WSJ) informó que no todos los países musulmanes tradicionalistas rechazaron la película. Se estrenó en Bahrein y en los Emiratos Árabes Unidos –cabe recordar que en este último, prohibieron la película de Disney-Pixar Lightyear por mostrar a una pareja del mismo sexo–. 

Un bastión del islam conservador, como es Arabia Saudita, permitió que Barbie se proyectara en sus cines y muchas cinéfilas asistieron luciendo abayas rosas. Allí, subrayó el WSJ, no fue un lanzamiento silencioso: “En Riyadh, VOX Cinemas organizó festividades nocturnas de primer nivel completas, con un DJ, una cabina de fotos y una estación de peluquería. En el menú: un exclusivo combo de palomitas de maíz con granizado rosa para las Barbies y un combo de granizado azul para los Ken”.

Se nota un contraste con la decisión del gobierno saudita en 2013, cuando censuró a “las muñecas Barbie judías” y “sus accesorios y utensilios vergonzosos”. Trascendió, además, la noticia de un grupo de cuatro amigas kuwaitíes que en las redes sociales mostraron su viaje por ruta desde Kuwait a la ciudad saudita de Dammam; viajaron por casi cinco horas para ver la película, y, una vez allí, se tomaron selfies en el cine con sus granizados y bolsos rosas.

Nada nuevo. La oposición a Barbie en el mundo islámico no es nueva. Ya en 2002, el estado iraní produjo dos muñecas gemelas en un intento de desplazar a la versión estadounidense en el mercado local. Se llamaban Sara y Dara, y vestían trajes típicos persas, más no tuvieron ningún éxito comercial. 

Diez años después, la policía clausuró decenas de jugueterías por vender muñecas Barbie. Majid Qadiri, jefe del Departamento de Juguetes del Centro Iraní para el Desarrollo de la Primera Infancia, declaró durante una entrevista con Al Alam TV en 2012: “Está prohibido traer muñecas Barbie a este país. Tampoco queremos importar otras muñecas a Irán, queremos crear un ambiente que sea apropiado para los niños”. La película de Greta Gerwig (directora de Barbie) no llegó a los cines de Irán. 

Azadeh Moaveni, profesora asociada de periodismo en la Universidad de Nueva York, analizó en la revista Foreign Policy por qué la muñeca americana nunca llegó a seducir del todo a los extranjeros: “Una muñeca para niñas inspirada en una fantasía erótica de Europa occidental, Barbie, en todos sus viajes, ha encontrado sensibilidades de género que ofendía o simplemente no podía entusiasmar, provocando reacciones impredecibles que tenían más que ver con las propias fracturas culturales y políticas internas en las sociedades”.

Por aquí: crítica al capitalismo. En Occidente hubo una recepción diferente al film: mucho más amena a nivel público general, pero no desprovista del comentario escéptico centrado en una conocida obsesión de las elites culturales: el capitalismo. 

“Barbie es una de las películas convencionales más ingeniosas, inmaculadamente diseñadas y sorprendentes de los últimos tiempos: un testimonio de lo que se puede lograr, incluso en las entrañas más profundas del capitalismo”, dijo la crítica Clarisse Loughrey en The Independent. 

“Es un manifiesto salpicado de rosa por el poder del trabajo creativo y la imaginación insustituibles”, agregó. No obstante, matizó: “El hecho de que todo esto esté ligado a uno de los productos más reconocibles que existen, y que cualquier éxito que tenga, sin duda, impulsará los precios de las acciones de Mattel, subraya el hecho de que es, en gran medida, imposible abrazar el arte sin abrazar la hipocresía”.

En un artículo titulado “La confusa fantasía feminista de Barbie todavía se inclina ante el patriarcado”, el escritor David Cox anotó en The Guardian: “Resumiendo brevemente, la película suena como una homilía feminista casi ridículamente exagerada”. 

Y continuó: “Si Barbie constituye un triunfo, no es un triunfo del feminismo, sino del, hasta ahora, más inexpugnable vástago del patriarcado: el capitalismo. Las mujeres han estado gastando millones para ver un anuncio gigante que probablemente las desconcierte más que las inspire. Y ahora están gastando millones más en la mercancía. El presidente y director general (hombre) de Mattel, Ynon Kreiz, tiene muchos motivos para estar satisfecho. ¿Pero las feministas? Quizá no tanto”.

Laura Verdasco observó en el periódico Socialist Worker: “La película de Barbie no es una historia revolucionaria, pero ofrece una crítica importante de ser mujer bajo el capitalismo”. Eliana Docktermanse aseguró de incluir esta información en su reseña en Time: “El día que salió a la venta una Barbie de Margot Robbie, se convirtió en la muñeca número uno en Amazon”.

Un inesperado acercamiento. Censurada y a la vez celebrada en el Oriente musulmán, idolatrada y en simultáneo bastardeada en Occidente, Barbie ha tenido un impacto cultural enorme. Tras su estreno, el debate se instaló inmediatamente en nuestra aldea global. Los ejemplos aquí citados son meramente ilustrativos, y por supuesto que no alcanzan a exhibir la totalidad ni la diversidad de opiniones sobre Barbie a ambos lados del mapa. 

A grandes rasgos, la prohibición prejuiciosa en algunas naciones islámicas dejó en evidencia la brecha cultural que aún separa a segmentos del Oriente religiosamente ultraconservador, del más secularizado y multisexual Occidente. La real epidemia rosa que Barbie propagó en los países occidentales –con su influencia cristalizada en la moda, la decoración, el comercio e incluso en la industria automotriz–, y el fervor de las fans árabes con sus abayas y pochoclos rosas en la no poco tradicionalista Arabia Saudita y otros países del Golfo, sugieren que la brecha puede ser algo difusa. 

Y si eso es así, Barbie podría constituir un inesperado –aunque superficial– aporte al acercamiento intercultural. Otra arista más para analizar este auténtico fenómeno fílmico global.

 

*Escritor. Profesor titular en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Palermo.