Cualquiera que haya vivido en nuestro país los últimos doce años y decida asomarse en la historia original del peronismo, terminará por descubrir que, más allá del sustento ideológico, existen notables coincidencias temporales, simbólicas y de vínculo con la gente entre el ciclo que condujeron Juan Domingo Perón y Eva Duarte, y el que lideró Néstor Kirchner y lidera desde 2007 Cristina Fernández. Y el bucear en ellas nos lleva a preguntarnos si éstas seguirán de aquí en más, una vez terminado el segundo mandato de la actual Presidenta, o si un presente de naturaleza totalmente opuesta –la continuidad democrática de estos días frente al golpe militar del '55– es el punto donde ambas historias se bifurcan.
La primera y evidente coincidencia es que en ambos casos se observa un “magnífico animal bicéfalo”, como dijo alguna vez el ex canciller Rafael Bielsa refiriéndose al segundo matrimonio presidencial. Otra es que ambas mujeres perdieron el apellido original con el que se dieron a conocer, una como artista de radioteatro y cine, la otra como integrante del Parlamento argentino. Pero seguramente esto habla más de nuestra tradición cultural que de una asimilación simbiótica o del desarrollo de un rol secundario respecto del hombre con el que se casaron. Es más, como se verá, el parangón entre ambas parejas resulta inverso: el destino quiso que la figura de Néstor Kirchner se terminará pareciendo más a la de Eva Duarte que a la de Juan Domingo Perón, con quien Cristina Fernández comparte una capacidad oratoria única en nuestra historia.
Otra similitud es el período de tiempo en que ambos matrimonios influirán sobre la vida cotidiana de los argentinos. A simple vista uno vería diferencias importantes entre un lapso de nueve años y tres meses (el que va desde la asunción de Perón el 4 de junio de 1946 hasta su derrocamiento el 21 de septiembre de 1955) con otro de doce años y medio (que se inició el 25 de mayo de 2003 y terminará el 10 de diciembre de este año), pero bien puede tomarse la fase de influencia de Juan Domingo Perón desde el 7 de julio de 1944, cuando es nombrado vicepresidente de Edelmiro Farrell. Si se considerara como fecha de inicio la de su ingreso en el Departamento Nacional de Trabajo, el 27 de octubre de 1943 (dependencia que un mes después se convertiría en secretaría, dándole a Perón rango de ministro), los ciclos terminan teniendo sólo meses de diferencia. Pero si bien el accionar de un ministro puede influir fuertemente en una etapa de gobierno, su rango simbólico no es determinante para el resto de la sociedad. La confirmación de Perón como integrante del Poder Ejecutivo en cambio, sí puede ser considerada la legalización final del ingreso del movimiento obrero como actor central de la vida argentina, y el 17 de Octubre –hecho bisagra de nuestra historia– la reacción popular a la renuncia forzada del coronel y su detención en la isla Martín García.
Coincide también en ambos casos –aunque aquí Evita queda de lado–, que tanto el fundador del justicialismo como el matrimonio Kirchner participaron de los procesos a los que finalmente pusieron fin. Perón cumplió distintas tareas –agregado militar en Chile, observador en naciones europeas durante la Segunda Guerra Mundial y comandante de una unidad de montaña en Mendoza– en un Ejército que, tras el golpe a Yrigoyen, fue responsable de la Década Infame. Y Néstor y Cristina obtuvieron cargos ejecutivos y parlamentarios con la boleta del PJ, partido que en los 90 legó a la Argentina –según palabras del propio Kirchner– su “segunda Década Infame”.
También se parecen en extensión los procesos previos al primer peronismo y al que concluye con la asunción del ex gobernador de Santa Cruz en 2003: el tiempo que transcurre entre la caída de Yrigoyen y la llegada al poder de Perón (más allá de la fecha que se tome) se parece bastante al período que va desde la salida adelantada de Alfonsín en julio de 1989 y la asunción de Néstor Kirchner. Y los gobiernos de Ramírez y Farrell pueden ser a Perón lo que el de Eduardo Duhalde fue a Kirchner, ya que la alianza inicial que promociona políticamente a ambos termina en un distanciamiento evidente.
Hay, además, dos hechos que se concretan en los primeros años de ambos procesos y delimitan la relación con el afuera, convirtiéndose en el mojón ideológico que marcará a fuego tanto al naciente peronismo como al gobierno de los Kirchner. El 13 de febrero de 1947 se firma el acta por la que la Argentina pasaba a tomar posesión de los ferrocarriles británicos, acto que se concretará un año después y representaba un paso imprescindible, según el líder de los descamisados, para concretar la independencia económica y la soberanía política que, junto a la justicia social, eran los tres pilares del Movimiento.
En tanto, el jueves 15 de diciembre de 2005 el presidente que había llegado al poder con sólo el 22% de los votos le anunciaba al país la cancelación total de los 9.810 millones de dólares de deuda que mantenía con el Fondo Monetario Internacional, terminando un ciclo de tutela sobre los planes económicos que tenía vigencia desde comienzo de los años 80, tras el exponencial crecimiento de la deuda externa que generó Martínez de Hoz. En ambos casos, por razones de oportunidad o de orientación, estas decisiones fueron criticadas tanto por la derecha como por la izquierda del arco opositor, mientras que para los propios se convertía en una declaración de principios.
Quizás sean estos hechos –la ruptura con los ingleses y con el FMI– el comienzo de un distanciamiento definitivo con buena parte de los medios de comunicación tradicionales, lo que terminaría generando otras dos medidas de fuerte valor simbólico que marcarían las dos épocas, aumentando el enfrentamiento con los opositores: la expropiación por parte de Perón, el 12 de abril de 1951, del diario La Prensa –que pasaría a ser manejado por la CGT– y la Ley de Medios que Cristina Kirchner envió al Congreso y fue promulgada el 10 de octubre de 2009.
Sin embargo, la coincidencia más impactante quizás sea que en ambos procesos históricos, la muerte de uno de los integrantes de la pareja presidencial se produce (con la salvedad que ya hicimos de las fechas respecto de Perón) en el séptimo año.
En los dos casos son muertes que sorprenden –en Evita por su juventud y en Kirchner por lo inesperado– y suceden cuando los gobiernos ya habían dejado atrás la etapa idílica y atravesado fuertes crisis.
Cuando fallece Eva Perón, en 1952, la inflación (ver recuadro) empezaba a erosionar los acuerdos paritarios, se había producido la durísima huelga ferroviaria (1950-1951) y un intento del golpe de Estado por parte del general Benjamín Menéndez (1951), mientras que Néstor Kirchner muere en 2010, dos años después del conflicto por las retenciones que paralizó el país por más de cuatro meses.
La última similitud que vamos a destacar aquí es que si, como indican las últimas investigaciones históricas (y las propias confesiones del líder a su biógrafo y a uno de sus médicos), Juan Domingo Perón no nació el 8 de octubre de 1895 (esto dice la partida fechada en Lobos un día después, en la que figura sólo el nombre de su padre) sino dos años antes en Roque Pérez, el golpe militar del 16 de septiembre de 1955 lo derrocó cuando estaba a punto de cumplir los 62 años y no 59, como indica la historia oficial.
El 10 de diciembre, cuando Cristina entregue el bastón de mando a su sucesor, le faltarán poco más de dos meses para cumplir los 63 años.
Queda claro, como dijimos al principio, que nuestra democracia está mucho más sólida que hace seis décadas, y también que las situaciones personales de los líderes a esta altura son bien diferentes. Una cosa es un exilio forzado, sin familia, con penurias económicas y un apellido que ni siquiera puede ser nombrado, y otra un retiro por decisión propia en su lugar en el mundo, con hijos y nietos y una fortuna considerable. Lo que falta saber ahora es si la decisión íntima de la primera mujer reelegida presidenta en nuestro país es seguir actuando en política hasta el último día de su vida, como lo hizo el viejo caudillo, si se retirará, o si quedará como referente de consulta.
El lugar que le tenga reservado la gente –o las masas como decía Perón– frente a un escenario de necesidad o de crisis no será sólo decisión de ella, pero sí lo que haga con eso. Aquí o en cualquier otro país del mundo, en un estado de crecimiento constante los liderazgos irían perdiendo relevancia. Pero ni la región ni la Argentina parecen tener el camino allanado, por eso el futuro de Cristina Kirchner seguirá ocupando por largo tiempo, por decisión u omisión, el centro de la escena.
*Director de la revista Pronto. Autor de El día que secuestraron a Charly.