La Argentina fue el primer país del mundo en sancionar una ley de cupo femenino, en 1991. La norma establece un piso mínimo de 30% de candidatas en las listas de partidos políticos para cargos electivos nacionales. Esto permitió que en la actualidad, las mujeres representen un 36% de la Cámara de Diputados y un 42% del Senado, ubicando al país en el puesto 28 de 185 a nivel mundial en el ranking de Inter-Parliamentary Union. Aunque se ha avanzado mucho, los especialistas señalan que todavía queda mucho camino por recorrer hacia la paridad en la política.
“Han pasado 25 años y esta ley de cupo se ha interpretado más como un techo que como un piso. Las mujeres somos más del 50% de la población. Sin embargo, en la Legislatura somos sólo el 36%”, explicó Lucía Martelotte, responsable del Area de Políticas del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).
En el año 1997 las mujeres representaban un 25% de la Cámara de Diputados, pero no se ha producido un crecimiento sostenido hasta la actualidad (36%). En 2008 y 2009 se llegó a un 40% y desde 2010 este porcentaje ha ido disminuyendo.
Trampas. A pesar de la antigüedad de la norma, el cupo mínimo de las listas electorales no siempre se cumple. ELA identificó que en las últimas elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), un 10% de las 234 listas que se presentaron a nivel nacional en todo el país no cumplió con lo establecido en la ley.
“Esta resistencia a incluir mujeres no es privilegio de ninguna provincia, porque en las PASO fueron siete las que incumplieron; y tampoco de ningún partido político, porque dentro del arco político incumplían la mayoría de los partidos”, aclaró Martelotte.
“Hay una serie de trampas que hacen los partidos para que esa presencia de mujeres no evite la presencia de varones, por ejemplo, poner mujeres en la lista pero exigirles que renuncien para dejar paso al varón que sigue en la lista. Por eso es muy importante que cuando es una mujer la que renuncie sea otra mujer la que ingrese para no afectar el cupo, cosa que es muy dificultosa para nosotras hacer valer”, explicó a Chequeado Diana Maffía, filósofa y directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires.
“El porcentaje mínimo indicado por la ley de cupo casi nunca fue superado. Los partidos políticos siguen siendo misóginos y lo cumplen a reglamento o, a veces, no lo cumplen", añadió Maffía.
En todas las fechas electorales se han tenido que presentar quejas ante la Justicia por el incumplimiento de la ley. Todavía no se ha asimilado esa presencia de mujeres como no sea una forma degradada o de castigo. Una frase entre los políticos cuando arman frentes electorales es ‘la mina la paga la minoría’, es decir, el castigo por no tener suficiente peso electoral es poner las mujeres en la lista”, completó la filósofa.
Veinticinco años después de la sanción de la ley de cupo femenino en la Argentina, en la región se busca asegurar la paridad en la participación política de las mujeres.
“Son varios los países que han avanzado hacia un debate conceptual más rico como es el de la democracia paritaria, buscando los mecanismos para asegurar una participación de al menos el 50% en los cargos de representación. En el contexto actual en que se está hablando de reforma política y electoral, es imperioso instalar este debate superador, el de la paridad”, sostuvo Natalia Gherardi, directora ejecutiva de ELA.
Sin pareja y con menos hijos.
El incumplimiento de la ley de cupo femenino no es el único inconveniente que enfrentan las mujeres políticas durante su carrera profesional.
Debido a la dificultad de conciliar la vida familiar con el trabajo, en las Legislaturas hay proporcionalmente más mujeres solteras, viudas o divorciadas que varones en la misma situación.
A su vez, las legisladoras tienen menos hijos que sus contrapartes masculinas y hay una mayor cantidad de mujeres que deciden no tenerlos, de acuerdo con otro análisis realizado por ELA a partir de un relevamiento realizado en el Congreso de la Nación y seis Legislaturas locales en 2010.
En tanto, si bien las mujeres en las Legislaturas cuentan con mayor experiencia laboral y educación académica más avanzada, no logran alcanzar los cargos de liderazgo y conducción dentro de sus respectivas Cámaras, advierte el mismo estudio.
Su participación en la labor legislativa también se ve afectada por las inequidades de género, ya que, según el relevamiento de ELA, las mujeres se concentran en temas mayoritariamente reproductivos (políticas sociales, salud, educación, cultura, entre otras) mientras que los hombres en los productivos (economía, presupuesto, obras públicas, industria, comercio, entre otros).
“En la práctica sería necesario acotar los horarios de la política partidaria e institucional. Tener sesiones parlamentarias de madrugada o reuniones entrada la noche es malo para el acceso público a los actos de gobierno y sin duda entra en tensión con las personas con compromisos familiares”, señaló Lorena Moscovich, politóloga y profesora en la Universidad de San Andrés.
“También se debería empezar a considerar como un tema de interés público el cuidado de los niños e incorporar una agenda de políticas públicas que garantice el acceso y la gratuidad del cuidado de los niños en la primera infancia. Esto tiene dos consecuencias, la primera es no dar por sentado que van a ser las mujeres quienes se quedan en casa para cuidar a los niños; la segunda es dar las mismas oportunidades para quienes tienen hijos y quienes no”, agregó Moscovich.
Mirada diferente. “Es importante que haya mujeres en puestos de decisión por dos motivos. Uno tiene que ver con la justicia distributiva, el hecho de que somos la mitad de la ciudadanía y, por lo tanto, tenemos derecho a la participación. Pero el otro motivo tiene que ver con la perspectiva sobre la política, la presencia sobre los intereses, es decir, la representación es traer presencia con los elementos que puedan estar ausentes de las políticas”, detalló Maffía.
“La presencia de mujeres en las bancas hizo que se votaran leyes sobre salud sexual y reproductiva, sobre violencia, sobre trata, sobre parto humanizado, sobre lactancia, sobre acoso sexual, sobre reproducción asistida”, señaló Maffía.
Y agregó: “El motivo que tiene que ver con representar intereses, puntos de vista, necesidades que tengan que ver con la vida de las mujeres es un argumento que me parece importante y seguramente se subsanaría si los varones tuvieran una capacitación en género relevante. Es un entrenamiento que es tan importante como el de derechos humanos, es un marco para toda función política que debería estar presente”.
(*) Este artículo corresponde a la serie de análisis sobre la situación de género en Argentina, realizado por Chequeado.com