ELOBSERVADOR
ENTREVISTA A BRANKO MILANOVIC

"Detrás de la inestabilidad puede haber choques de clases sociales"

El mayor experto mundial en desigualdad asegura que la situación general dentro de los países hoy es peor que hace cuatro décadas. El cuadro en la Argentina, el FMI y el futuro del capitalismo global.

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En Palermo. Milanovic posta en la Capital Federal, tras hablar cuarenta minutos. | aballay

El fútbol, los números y la sociedad de clases son las tres pasiones que marcan la vida del economista serbio-estadounidense Branko Milanovic (65), el mayor experto mundial en desigualdad. “Las últimas dos las pude combinar en mis investigaciones, no así el fútbol”, dice en una entrevista con PERFIL hace dos semanas, cuando visitó el país invitado por el Boletín Techint, una publicación del holding siderúrgico que cumplió 60 años.

—¿Por qué elige estudiar la desigualdad y no la pobreza? ¿Cómo une ambos conceptos?

—La experiencia muestra que cuando se reduce la desigualdad, también se reduce la pobreza. Si hay políticas enfocadas en desigualdad se ataca la pobreza también. Si se eleva el salario mínimo, si se mejora la ayuda a los niños, su objetivo es reducir la pobreza, pero ahí el objetivo también es la reducción de la desigualdad. Pero hay otros temas que van más a lo filosófico que tienen que ver con la reducción de la desigualdad.

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—¿A qué se refiere?

—La reducción de la desigualdad es un concepto filosófico si uno cree que, aún si nadie fuera pobre, diferencias enormes en posiciones económicas entre los individuos no serían buenas para la economía o para la vida política. No es tan simple como se cree que si se elimina la pobreza no hay que preocuparse por nada más. La pobreza, además, siempre es un fenómeno relativo. La pobreza en la Argentina no es lo mismo que la pobreza en Congo o Estados Unidos. Cuando la gente no piensa en relación con el tiempo, además, piensa que si fuéramos capaces de reducir la pobreza ahora nos dejaríamos de preocupar por la pobreza. Pero a medida que un país se hace más rico, la expectativa de una riqueza mínima se incrementa. Esto significa que prácticamente nunca se va a eliminar la pobreza. Tal vez se elimine el hambre o la pobreza extrema, pero la pobreza es un fenómeno social. Es una ilusión creer que todo termina cuando se elimine la pobreza.

—Desde la política siempre se habla de atacar la pobreza, no tanto la desigualdad.

— Estamos de acuerdo. Y no está mal. Lo que digo es que no es el final del camino. Es parte del camino reducir la pobreza. Luego hay otra parte del camino donde hay que lidiar con la desigualdad.

—¿No necesita el capitalismo un mínimo de desigualdad para funcionar? Alguien acumula capital y lo invierte.

—Estoy de acuerdo con eso. Pero eso no significa que sea algo que se da ahora por primera vez. Ahora tenemos mucha más desigualdad que ese mínimo. Y también hay niveles de desigualdad que vienen simplemente del ciclo de la vida. Si se mide la desigualdad hoy, puede haber jóvenes que van a mejorar en términos de desigualdad en el futuro y tenés gente grande que acumuló bienes en el pasado. En una foto de la desigualdad de hoy puede haber efectos por el impacto de gente de distintas generaciones conviviendo al mismo tiempo. Acepto que el capitalismo siempre va a producir alguna desigualdad y también que siempre algún nivel de desigualdad es necesario.

—¿Habría que hablar de una desigualdad excesiva, entonces?

—No significa que debamos tener una elevada desigualdad. Es muy difícil decir cuál es el nivel. Si se ve el coeficiente de Gini (N. del R.: un indicador de desigualdad) de los países se puede arriesgar que por arriba de los 40 puntos posiblemente estemos ante una desigualdad muy elevada. Muchos países desarrollados pueden arreglárselas con un Gini de entre 28 y 35. Pero no es científico. Surge de mis observaciones.

—¿Qué tan alta es la desigualdad en el mundo desde una perspectiva histórica?

—Por los fenómenos como el crecimiento de China, Indonesia e India hoy hay menos desigualdad a nivel global. Y tenemos mucha menos desigualdad ahora entre países como EE.UU., Inglaterra o incluso la Argentina que a principios o mediados de siglo XX. Pero tenemos más desigualdad dentro de los países hoy que hace 40 años. Este es un punto importante para mí, porque parece que estamos en momentos contradictorios. Tenemos una desigualdad global más baja ahora que hace 40 años. Pero dentro de las naciones, tenemos una desigualdad más alta que 40 años atrás.

—Usted habla en sus libros del surgimiento de una “clase media global”.

—Por primera vez en la historia tenemos una clase media global. La próxima vez que estés en un aeropuerto en Europa vas a encontrar gente de clase media de todas las nacionalidades. Esta es la clase media global. Observá cuántas personas hay de Indonesia, Vietnam, Corea, Bangladesh, de todos lados. Y al mismo tiempo, dentro de los países, se ve el hundimiento de la clase media. Este es un desarrollo peculiar.

—La guerra comercial entre EE.UU. y China, ¿se puede interpretar como un choque entre un país que redujo su desigualdad y otro que la ha aumentado?

—No, la guerra es el resultado de que la globalización no resulta para la clase trabajadora en las formas en las que Clinton o Reagan creían. La globalización va en detrimento de la riqueza económica de la clase media americana.  Y las políticas actuales intentan mostrar que a Trump le importan esas clases medias. Yo no creo que eso pueda funcionar así, no creo que eso recupere las fuentes de trabajo, pero políticamente puede ser útil porque por primera vez pueden pensar que sus intereses son tenidos en cuenta, incluso si no pasa nada. Este es el resultado de una gran desigualdad en Estados Unidos, porque a la gente dentro del uno por ciento más rico le va muy bien y a la clase media o a la clase trabajadora, no.

—Uno no podría pensar que la globalización debería reducir la desigualdad en vez de agravarla. Por ejemplo, internet puede abaratar los costos de acceso a la educación.

—Cuando sos un inversionista  preferís contratar a un trabajador en Vietnam que te va a costar un dólar por hora en vez de contratar a alguien en Alemania o EE.UU. que te va a costar diez dólares la hora. Lo que hizo la globalización es generar competencia entre habilidades laborales en diferentes países y en diferentes niveles de ingresos.

—¿Cómo enfocan la desigualdad los organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial?

—Creo que el Banco Mundial tiene el foco en la pobreza porque fue uno de los ejes de su creación. Muy a menudo es importante documentar en forma empírica la pobreza y apuntar a políticas de reducción de la pobreza. Ahí no hay controversia. Lo que tiene más controversia es el foco en la desigualdad. Yo trabajé en el BM y no trabajan mucho la desigualdad. De hecho,  mis trabajos del tema eran por mi cuenta. Ellos no hablan de desigualdad, hablan de “equidad”. Porque desigualdad suena a clases. Y cuando se dice “equidad” no suena medible, no está bien ni mal. En el FMI, en tanto, hay más papers sobre desigualdad, pero si estos papers han percudido sobre las políticas del FMI, es otra historia. Porque las operaciones con la Argentina, con Egipto o Marruecos parecen seguir los viejos paradigmas. No se ve mucho de lo que se escribe sobre desigualdad en el trabajo del FMI.

—Aquí el Gobierno hizo hincapié en que “el Fondo cambió”.

—Puede ser que hayan cambiado en los papers, pero no creo en las medidas.

—Cuando lo escucho hablar del desafío de la reducción de la desigualdad en el mundo  pienso en que en la Argentina estamos urgidos por la inestabilidad, el salto del tipo de cambio o la inflación.

—Acuerdo con que si tenés mucha inestabilidad, la primera reacción tiene que ser macroeconómica porque la desigualdad es el problema más fundamental en un largo plazo. Si tenés inflación no podés solucionar la desigualdad sin que soluciones problemas primarios como la balanza de pagos, inestabilidad fiscal, tipo de cambio, pero en una perspectiva a más largo plazo podemos decir que la estructura de los problemas de la inestabilidad tal vez es de choques de clases sociales, o de diferentes intereses de los diferentes actores de la población y los problemas a corto plazo que vemos están de alguna manera relacionados con los  problemas estructurales a largo plazo.

—¿Cómo se lleva con los llamados modelos “populistas”?

—No me gusta el término “populismo”. Por mucho tiempo tuvimos partidos centrales que intercambiaban el poder, pero seguían las mismas políticas los socialdemócratas que llevaron a las crisis de 2006, 2007, 2008, y obviamente el espectro político cambió. La gente no estaba contenta con lo que pasaba. Los que quedaron disconformes con estos cambios decidieron llamar a todo “populista” menos al centro, que se encoge. Ahora entonces el 70% de los votos se considera populismo.


LLEGO INVITADO POR EL HOLDING TECHINT

“A los ricos les interesa la desigualdad por miedo”

Invitado por el Boletín Techint, la prestigiosa publicación económica del mayor holding siderúrgico del país, Branko Milanovic, el mayor experto mundial en temas de desigualdad, disertó en el auditorio de la compañía. En la primera fila lo escuchaba Paolo Rocca, CEO del grupo y una de las diez mayores fortunas de la Argentina.

—¿Por qué a los ricos les interesan estos temas?

—Por dos razones: porque se ve bien que se interesen en estos temas. Y también en cierto nivel porque están preocupados por que haya continuidad. Necesitan que haya más igualdad porque son conscientes de lo que el tema de la desigualdad podría desencadenar. Hay preocupacion o miedo.

—Usted se mete también con el estudio de los multimillonarios del mundo, y habla de una “plutocracia”. ¿Son causa o consecuencia de la desigualdad que usted analiza?

—Son causa y consecuencia. Alta desigualdad  redunda en el control del poder político  por parte de los ricos. Y es la causa por la que el poder político trabaja para restablecer  y reforzar el empoderamiento económico de las elites.

—Si la desigualdad es un problema global, ¿las respuestas deben ser globales?

—No hay instrumentos globales para la desigualdad mundial. Las únicas dos herramientas que mencioné son, por un lado, ayudas para los países muy pobres. Y por otro, la inmigración. La inmigración es una respuesta a la desigualdad global. La migración de Africa a Europa es una respuesta a la desigualdad global, pero políticamente es muy complicada de implementar. Pero en los países están las políticas de los gobiernos, y ahí los organismos tienen un rol por jugar para sensibilizar a los países y que pongan el tema en la agenda para hacer algo. Persuasión política, pero no herramientas.

—¿Un impuesto a los más ricos es una alternativa viable?

—Por supuesto, es una forma pero no la única para resolver la desigualdad. Porque también encuentran las formas de evitar impuestos y así mover dinero alrededor del mundo. Pero hay herramientas, como una menor concentración de capital financiero. Tal vez no en Argentina,  pero sí en países como EE.UU. para generar igualdad hay que generar condiciones para acceder a una educación de mayor calidad para tener salarios más altos. Las escuelas de elite, no es que solo te dan mejor educación, sino que te habilitan para tener automáticamente salarios más altos.

—¿Cómo imagina el capitalismo en el futuro?

—No creo en un futuro sin capitalismo, pero pienso que puede ser distinto. Las políticas tienen que tender a desarrollar las habilidades de las clases medias para que tengan acceso a capital a través de beneficios de impuestos o con programas de tipo de propiedad participada, y que no sean solo para los CEO.