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La primera vuelta

El “hecho maldito” hace el aguante

El autor sostiene que, pese a la traición de los neoperonismos, representados por el menemismo y el kirchnerismo, y a la figura del propio Massa, el núcleo duro del peronismo sigue unido.

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La primera vuelta. | cedoc

Ante la sorpresa de muchos observadores, volvió a repetirse un hecho de larga trayectoria en la política argentina: el conjunto “duro” del voto peronista es definitorio.

No sabíamos si ese voto acompañaría a Massa, de ahí la duda sobre su triunfo. Teniéndolo pasó lo que pasó, y que podría repetirse en el próximo ballottage.

Punto de partida. El general Perón enseñó que la unidad del peronismo es la condición de su supervivencia y de su triunfo. “Trabajadores únanse, porque a partir de la unidad de los trabajadores podrá lograrse la unidad de todos los argentinos”. La lección es bien temprana: del 17 de octubre de 1945.

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El peronismo, que es la base de la transformación del país, debe mantenerse unido siempre, y desde allí puede surgir el proyecto político transformador que abarque a todo el país. Él lo formuló y lo llevó adelante en sus dos gobiernos, y durante el largo exilio esa unidad peronista fue el obstáculo para que el liberalismo subyugara al país. Eso era “el hecho maldito del país burgués”, al decir de John William Cooke: el liberalismo no podía ganar elecciones porque el voto peronista unido no lo permitía.

El peronismo cortó en dos la historia argentina, terminó la etapa de la dependencia e inauguró una transformación cuya continuación, con todas las contradicciones que observamos, vivimos hoy. Nos pueden traicionar, pero no engañar. Sabemos muy bien lo que es comunidad organizada y lo que no es, lo que es justicia social y lo que son los “planes platita”. La conciencia nacional pide y espera, y tiene larga paciencia (tal vez demasiado larga). Pero justamente comprende las contradicciones del proceso y las traiciones que acumula, y que nos enseñan siempre cuando uno más nos traiciona.

La metáfora de Cooke explicaba lo incomprensible de que en un país burgués, un movimiento político derrotado sobreviviese con tal fuerza como para impedir una reorganización con otro signo: fuera la revolución llamada “Libertadora” o hechos políticos como el frondizismo. Había que recurrir al fraude –siempre de patas cortas–, o al golpe militar. Un hecho maldito se interponía a las pretendidas soluciones liberales: los cabecitas negras descamisados y las admiradoras de Evita impedían pasar.

Pero el peronismo (también el voto peronista) fueron reiteradamente traicionados por los neoperonistas que fueron apareciendo, disfrazados de una autenticidad que no tenían. 

Luego de la muerte del general Perón se abrió una etapa –que todavía continúa–, que encierra un gran interrogante: ¿cómo evolucionará el Movimiento Peronista, qué nuevos liderazgos creará? Ya hemos vivido cincuenta años desde su fallecimiento y visto dos liderazgos claramente neoperonistas, para usar la terminología que el propio Perón usó en su exilio: dirigentes que usan la estructura peronista para ganar poder político. Tempranamente lo hizo Vandor y algunos dirigentes provinciales. Luego de la muerte del Líder ya no es cuestión de crear estructuras paralelas, sino de apropiarse directamente de la organización central peronista. Y eso hicieron Menem primero, y los Kirchner después. Pero en ambos casos no se mantuvieron las ideas centrales del justicialismo, sino lo que el oportunismo zigzagueante de sus dirigentes iba solicitando.

Desde adentro. Probaron de todo, y la posibilidad les vino cuando desde adentro del movimiento se realizó el cambio de doctrina: tarea que Menem cumplió con Cavallo y personajes como María Julia Alsogaray. Allanado el camino, era cuestión de continuarlo, cosa que hicieron los Kirchner. Pero era un recorrido desgastante, se iba viendo el juego, y del triunfo pasaron a contar con un tercio de la sociedad, que es lo de ahora.

Perón dejó abierta la necesidad del rejuvenecimiento permanente de su Movimiento, verificada en lo que denominó “trasvasamiento generacional”, y la necesaria renovación de ideas según la mutante sociedad, por la actualización doctrinaria, para que el Movimiento no se anquilosase. Y dejó una fructífera reflexión de la organización gubernamental en su obra Modelo argentino para el Proyecto Nacional. O sea que dejó orientaciones y lineamientos que no fueron adoptados por los que en suerte heredaron la estructura del Movimiento y el grueso de sus votos.

Así el menemismo, cuyo personaje se disfrazó literalmente y cambió su aspecto y la doctrina apenas llegó a la casa rosada. Y los que siguieron…

Pero el voto peronista, disminuido y con algunas variantes, continuó unido, aunque fuera traicionado, porque descreía, y sigue descreyendo de la derecha liberal de por ejemplo Patricia Bullrich, o de los planteos mesiánicos contrarios a la justicia social, uno de los ejes de la doctrina peronista. Milei levantó la crítica a la justicia social como su bandera: no habló contra Perón, pero sí contra el papa Francisco, con cuya doctrina social el justicialismo tiene muchos puntos de contacto. 

La explicación. ¿Y cómo continúa unido si lo traicionan? 

Porque es la única autodefensa posible. 

Mantener la unidad es la condición de que quede un recurso para la transformación social necesaria. Y como nada se espera de las políticas liberales, es una manera pesimista, pero necesaria para guardar el recurso para cuando llegue el momento histórico de utilizarlo. El proceso histórico nacional nos indicará la etapa, y mientras tanto hacemos el aguante, aguantando la ineficacia y la traición de menemistas y kirchneristas, cuyas elites solo buscan hacer carrera profesional exitosa en política que les posibilite amasar fortuna. Los ejemplos los tenemos a la vista, bien a la vista.

Digo todo esto para los sorprendidos de que, con la pésima situación económica, la enorme pobreza y el escándalo de los precios de la canasta familiar Massa haya ganado la última elección. Es otro hecho maldito de la interacción que en el proceso histórico tienen la ubicación del movimiento nacional y del Movimiento Obrero organizado.

Una de las razones de la gravedad del momento que vive el país es este enredo peronista, desvirtuado y traicionado, pero con recursos y energía renovadora. Cristina comprendió el desgaste y la necesidad de aceptar que le quedaba un tercio de la sociedad y recurrió a Massa.  

Massa se inició en la UCeDé y transitó diversos rumbos antes de encajar en el kirchnerismo. Es candidato por elección de Cristina, heredera de los votos peronistas que le fueron transferidos, y que no le son propios. Cristina prefirió no poner el cuerpo, pero sí manejar el proceso y seguramente habrá cortocircuitos, pero dentro del círculo de La Cámpora, y los elegidos a dedo. Se repite lo de Alberto Fernández, el mismo truco ya fracasado una vez, como las ideas de Macri o estas mezcolanzas kirchneristas enemigas del Fondo Monetario, al que sin embargo, recurren para pedir plata. Pero no hay un planteo renovador, peronista y de fondo. Se renuevan clichés fracasados, aunque manejados con habilidad (soja tres o cuatro, ganancias, etc.).

Qué es el peronismo. Claro que decir peronista suena ambiguo.  Aclarando entonces que menemismo y kirchnerismo no integran el peronismo raigal, son neoperonismos oportunistas. No hay Comunidad Organizada con más del 40% de población en la pobreza, ni con millones de argentinos y argentinas viviendo de planes que les hacen ingresar un poco de plata. 

Al peronismo se le exige paciencia, como la que tuvimos en todos estos largos años después de la muerte del general Perón, y mantener la esperanza contra viento y marea. Porque el panorama solo repite esquemas como el del fracasado Alberto Fernández y tristes espectáculos como el de Insaurralde y compañía.

Estamos en un momento histórico muy difícil, y cuesta vislumbrar el proceso de cómo insertarnos en América Latina y en el mundo. Países vecinos han solucionado problemas que nosotros no superamos, pero lo lograremos en el proceso si sabemos elegir. El momento de la contradicción, del “hecho maldito” no es el mejor para observar el conjunto, pero hay que saber que es un hecho en movimiento y que las raíces del movimiento nacional están intactas y esperando, al igual que el voto peronista.

 

*Poeta y crítico literario. Autor de La encrucijada argentina. Verdad y mentira del sueño peronista (Sudamericana).