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El peso de las mutaciones políticas

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Desde que obtuve mi matrícula médica nacional, en 1955, me ha tocado estar en contacto con los servicios forenses argentinos, los que son múltiples, heterogéneos, mutando su calidad en razón de los tiempos históricos, sus jefes –mediatos e inmediatos–, lugares, circunstancias político-sociales y personas que intervienen en cada ocasión. En realidad, la experiencia de sesenta años de estar en el palo permite, empero, señalar que no son inmunes al nivel de poder del cual dependen y al cual responden. Ello puede explicar en parte la afirmación de la periodista Teresa Dussart la cual, sin embargo, por superficial generalización, no refleja ciertamente toda la verdad. Para comenzar es importante distinguir entre los servicios criminalísticos y forenses, de los servicios de informaciones (SIDE y sus hermanos de las FF.AA.). En cuanto a los primeros si bien se aprecian hoy en día limitaciones en recursos de equipos e instrumental, todos ellos sean de la PFA, Gendarmería, Prefectura Naval, Bonaerense u otras de algunas provincias en especial, han logrado adquirir un nivel de profesionalidad en sus cuadros que pueden codearse con organismos similares del hemisferio norte, ello siempre y cuando logren sortear con éxito las permanentes interferencias a las que son sometidas desde niveles del poder. Los fracasos, errores, distorsiones, manipulaciones y deliberadas minimizaciones y hasta ocultamientos que suelen apreciarse ante resultados no favorables a estos niveles deben imputarse exclusivamente a los niveles administrativo-ejecutivos de los cuales dependen. Sobre todo al cambio permanente que suele acompañar las constantes mutaciones políticas. En tal sentido es fácil hallar en las historias de cada servicio, interrupciones bruscas en el seguimiento de medulosas planificaciones, retiros de jefes y/o subalternos a veces irreemplazables e introducción en cargos de responsabilidad y conocimiento científico de verdaderos mequetrefes en donde la ausencia de idoneidad corre a la par de la obsecuencias hacia quien o quienes los designaron.

Los cuerpos forenses de la Justicia nacional y provinciales no son ajenos a estos principios, y así es fácil hallar entre sus cuadros una vasta policromía en donde se codean figuras serias, con otras improvisadas, emparentadas, por lo general estas últimas, con algún “juez” o político afín al poder de turno o, como se está viendo en estos últimos tiempos, embanderados con un poder fiscal que se rodea de expertos fanatizados, productores de verdaderos dislates en sus dictámenes, pero favorables a la acusación. Llevar orden a este conglomerado no es tarea fácil en el nivel claramente psicótico en que está sumergida la Nación.

El retorno a un respeto profundo por los cuadros auxiliares de la Justicia, con la instauración de concursos transparentes y justos, ajenos por completo a la dedocracia y a las “bajadas de línea”, la permanencia de los jefes respetados y la continuidad en los planes y proyectos que tiendan a mejorar la calidad de los servicios, tanto en calidad humana como en recursos técnicos, se impone más que nunca si se desea mejorar este nivel de auxilio a la Justicia. En cuanto a los servicios informáticos, se trata de harina de otro costal y no creo que estemos ni mejor ni peor que algunos de las más destacadas agencias del primer mundo. Son núcleos poderosos de poder y de erradicarlos se sustituirán inevitablemente con otros al servicio de los amos que lo engendren, a no ser que un Poder Legislativo no servil los controle debidamente.

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*Médico. Ex profesor de Medicina Legal y Psicología Forense en la UBA.