Cuando nos sentimos enfermos, buscamos un hospital con médicos que cuenten con aparatos modernos que estudien nuestros males. Personalmente soy ignorante en todo lo que se refiere a la medicina, pero mientras más modernos parecen los exámenes a que me someten, tengo más confianza en que sanaré.
Si alguien me dice que no vaya al hospital porque los médicos que piden estudios no saben nada y es mejor acudir a un brujo que conoce la verdad por intuición, no le hago caso, creo que es un ignorante y sigo rumbo al sanatorio. El argumento de que hay pacientes que mueren en los hospitales parece tonto. Sería absurdo que desate una guerra de exámenes concurriendo a varios centros de salud, pidiendo a los médicos que me mientan para sentirme mejor. Estos comportamientos parecen ridículos en la vida privada, pero parecen respetables en los políticos arcaicos.
Estrategias. Algunos brujos de la política dicen que no creen en las encuestas y lo único que cuenta es su intuición. Suelen decir que las encuestas fracasaron en el Brexit, en el plebiscito de Colombia y en otras ocasiones. Cuando discutimos con ellos, generalmente no tienen idea de cómo fue la disputa de Santos con Uribe, cuál fue el nivel de abstención, porqué ocurrió lo que ocurrió. Sólo saben repetir una frase vacía: “las encuestas fracasaron”. Normalmente son comentaristas que no han estudiado los descubrimientos de la psicología contemporánea, no asisten a foros en universidades de los países desarrollados, tienen una formación académica pobre o muy arcaica.
Hay otros políticos y analistas que creen que las elecciones se ganan manipulando a la gente con encuestas y análisis mentirosos. Cuando se acercan las elecciones patrocinan la aparición de membretes que dicen que hacen encuestas. En nombre del pluralismo, algunos medios publican esos números de manera irresponsable, los que pagan la operación sienten que eso es “hacer política”, pero las encuestas serias detectan que todo eso no sirve para nada. Nadie ha ganado las elecciones mintiendo que las encuestas lo favorecen o logrando que algunos analistas digan que su triunfo es inevitable. En el mismo plano, existen encuestas “militantes” y otras que se hacen para adular a clientes poco preparados que terminan angustiados cuando se cuentan los votos y se disipa el humo de sus propias mentiras. El 25 de junio del 2009 me reuní con un respetable encuestador que había aplicado una encuesta para el Frente para la Victoria en la que Néstor Kirchner ganaba las elecciones por seis puntos. Sus clientes se habían enojado, le acusaron de venderse al macrismo, dijeron que no le pagarían el estudio. Se sorprendió cuando le conté que según nuestros estudios De Narváez ganaría por tres puntos. Los encuestadores K predecían un triunfo con al menos diez puntos. Pasó algo semejante con Cristina en estas PASO: los mismos encuestadores le dijeron que tenía 40% de intención de voto y Cambiemos menos de veinte. A Sergio Massa y a varios periodistas otros encuestadores les dijeron que había un empate de a tres. En ninguna encuesta seria de las que manejamos Sergio se acercó siquiera a sus adversarios. Su alianza con Stolbizer fue una equivocación estratégica que le estancó por debajo de los 16 puntos y que afectó la imagen de Margarita. Sus seguidores no se sentían cómodos viéndole compartir una lista con Massa y Solá, a quienes siempre combatió. Los encuestadores que dijeron esto mentían o carecen de nivel profesional. Desde hace más de una década he tenido acceso a centenares de encuestas de todo tipo que me han dado información veraz. Hay que escoger a los encuestadores, combinar informaciones y procesarlas profesionalmente. Desde 2006 nunca tuve una sorpresa en una elección argentina.
Los analistas conservadores creen que en todas las elecciones se desatan guerras de encuestas. En estas elecciones decían que la oposición trataba de posicionar sus encuestas, mientras el Gobierno pretendía instalar una encuesta que nunca llegué a ver. Desde el 2006 los dirigentes del PRO no han participado nunca en guerras de encuestas porque saben que esas publicaciones hacen daño a la campaña. Si algún comedido produce una encuesta “favorable” ni siquiera la revisan.
Muchos de sus dirigentes se han formado más en el estudio que en correr por las calles, y han llamado la atención por lo que dicen en los medios internacionales del más alto nivel. Hace años, cuando pocos creían que llegaría a Presidente, Mauricio Macri dictó una conferencia en la GWU, dos años después lo hizo Horacio Rodríguez Larreta y después María Eugenia Vidal lo hizo como “rising star”, estrella naciente de la política latinoamericana. Los tres fueron aplaudidos por sus conferencias en una universidad famosa por la severidad de sus evaluaciones. Marcos Peña participó en el 2013 como profesor en un seminario al que asistieron 600 políticos mexicanos de izquierda de alto nivel entre los que estaban senadores y gobernadores. Muchos de ellos, quisieron contratarlo como consultor por la solidez de su exposición. Era de esperarse que en este año dirija la campaña nacional de Cambiemos con la solvencia con que lo hizo. Todos ellos están habituados a usar las encuestas para lo que sirven en realidad: herramientas, que unidas a otras investigaciones, sirven para comprender la realidad desde los ojos de los votantes y comunicarse mejor con ellos. Ningún enfermo se sana publicando radiografías retocadas que ocultan las enfermedades.
Rechazo. Desde 2006 todos los estudios detectaron que en Argentina, como en otros países occidentales hay un amplio sector de la población que rechaza la vieja política y quiere una alternativa diferente. Cuando Mauricio supo encarnar ese deseo de cambio ganó unas elecciones muy difíciles por la calidad de sus adversarios y porque en ese momento Néstor Kirchner tenía en la Ciudad una aceptación que bordeaba el 80%. Si las encuestas hubiesen servido para hacer lo que dice la gente el PRO debía tener como lema “Viva Kirchner”. No lo hizo, expresó el cambio y obtuvo un triunfo tan contundente como inesperado para el círculo rojo. Mauricio mantuvo una línea política y de comunicación. Coherente con el deseo de cambio y por eso llegó a la Presidencia y dirige un proceso tan innovador como el actual.
Presión. En el 2007 muchos políticos y analistas tradicionales creyeron que nunca ganaría la segunda vuelta en la Ciudad y presionaron para que enfrentara a Cristina Kirchner para ser derrotado. El argumento de quienes no saben lo que pasa en Brasil y que es el PT, fue que había que seguir el camino de Lula, experimentar varias derrotas para llegar finalmente al poder. Mauricio mantuvo su liderazgo del cambio y ganó en la segunda vuelta por 61% a 39% a un Daniel Filmus que inauguraba su carrera de eterno perdedor. En el 2009 Mauricio apoyó a Francisco de Narváez que logró expresar el cambio en la medida en que “desperonizó” la campaña. El Colorado fue un gran candidato, tuvo un gran jefe de campaña y un buen equipo. Tuvo que hacer algo que terminó siendo ridiculizado por Tinelli con mucho ingenio: escondió a Felipe Solá que quitaba muchos votos. Si aparecía en la campaña no hay duda de que habría ganado Néstor. No tenemos estudios para saber concretamente cuántos votos le quitó a Massa en estas elecciones.
En el 2011 el círculo rojo quería que Mauricio sea candidato del peronismo federal para que el inevitable triunfo de Cristina sea menos contundente. Macri mantuvo la coherencia de quienes buscaban el cambio y se lanzó a la reelección en la Ciudad. Cuando llegaron las elecciones del 2015 hubo presiones de todo tipo. Algunos querían que el binomio sea Reutemann para atraer a votantes peronistas, o algún político de otro signo para atraer al aparato de otros partidos. Algunos analistas arcaicos se burlaron de las posibilidades que tenía Maria Eugenia Vidal y pidieron que se hiciese una alianza con Sergio Massa para la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Mauricio supo mantener la coherencia con el cambio que representaba y ganó las elecciones. Las encuestas sirvieron para hacer políticos concretos, que están más allá de las supersticiones.
* Docente de la GWU y miembro del Club Político Argentino.