Este 20 de septiembre se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Julio Troxler por la organización parapolicial autodenominada Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Por ello, es una ocasión oportuna para recordar, además de las circunstancias en que fue asesinado, otro episodio vivido por él años atrás, cuando había podido salvarse de los fusilamientos de José León Suárez en 1956. Aquí rememoramos estos dos muy especiales momentos: la singular situación en que Troxler había podido eludir la muerte en 1956 –según el relato de Rodolfo Walsh en Operación Masacre– y las características de la organización paraestatal Triple A que lo asesinó, así como las circunstancias en que él halló su muerte
Troxler y los fusilamientos de José león Suárez. Los fusilamientos de José León Suárez ocurrieron en junio de 1956. El año anterior, un golpe de Estado encabezado por el general Eduardo Lonardi había derrocado el 16 de septiembre al gobierno de Juan Perón. Poco tiempo duró Lonardi como presidente de facto, ya que fue desplazado en noviembre de ese año por un sector de las Fuerzas Armadas dirigido por el general Pedro Eugenio Aramburu, que proponía una tarea “desperonizadora” más rotunda. Cuando Aramburu era presidente, se produjo un levantamiento militar peronista liderado por el general Juan José Valle, que fue prontamente sofocado. Se llevó a cabo la represión en diferentes zonas, siendo una de ellas Florida (zona norte del Gran Buenos Aires). Allí, en una casa se hallaba un grupo de militantes peronistas que fue detenido. Luego de ciertas peripecias, fue llevado para ser fusilado a José León Suárez (partido de San Martín).
La reconstrucción de lo sucedido con el mencionado grupo fue llevada a cabo por Rodolfo Walsh en su famosa obra Operación Masacre (1957), algunos de cuyos fragmentos referidos específicamente a Troxler recordamos a continuación. Según lo que Walsh relata, Troxler llega a la casa de Florida una vez que se han llevado a los que allí estaban, quedando varios vigilantes de guardia en el lugar: “Entretanto, la casa fatídica de Florida vuelve a cobrarse dos imprevisibles víctimas. Julio Troxler y Reinaldo Benavídez vienen en busca de algún amigo a quien suponen allí. No hacen más que recorrer el pasillo y llamar al departamento del fondo extrañamente silencioso y obscuro cuando la puerta se abre de golpe y aparecen un sargento y dos vigilantes que les apuntan con sus armas”.
Luego, se llevan detenidos a él y a Benavídez a la Unidad Regional de San Martín, donde se encontraba el resto de los detenidos en Florida. Allí, el jefe de la Unidad recibe la orden de que se los fusile, por lo cual los hace subir a un carro de asalto: “Frente a la Unidad hay estacionado un carro de asalto, uno de esos camiones azules con carrocería abierta a ambos lados y bancos transversales de madera. Detrás, a algunos metros de distancia, espera una camioneta policial. (…) Los vigilantes colocan las cortinas de loneta que cierran la carrocería y el vagón policial, seguido por la camioneta (…) se pone en marcha en dirección noroeste”.
Los dos vehículos realizan un recorrido por distintos lugares. Finalmente concluye esa travesía en un terreno baldío de José León Suárez y allí hacen bajar a la mayoría de los detenidos. Troxler y Benavídez, quienes aún permanecían en el carro de asalto, logran fugarse: “En el camión Troxler ha tendido la flecha de su cuerpo. Casi toca las rodillas con la mandíbula. —¡Ahora! –aúlla y salta hacia los dos vigilantes. Con una mano aferra cada fusil. Y ahora son ellos los que temen, los que imploran: —¡Las armas no, señor! ¡Las armas no! (…) Troxler les junta las cabezas a los vigilantes y tira uno a cada lado, como muñecos. Da un salto y se pierde en la noche”.
El grupo de policías dispara a los detenidos matando a algunos de ellos, dando por muertos a algunos, que en verdad no lo estaban, y se marcha. Troxler, que se hallaba escondido en una zanja, al irse los policías hace algo singular, vuelve al lugar del fusilamiento: “Vuelve arrastrándose sigilosamente y llamando en voz baja a Benavídez, que escapara con él del carro de asalto. Ignora si se ha salvado. Llega junto a los cadáveres y los va dando vuelta uno a uno (…). Los cuerpos están tibios todavía. (…) Comprende que ya no tiene qué hacer allí y empieza a caminar en dirección a José León Suárez”.
Troxler se acerca a la estación de José León Suárez, pero debe enfrentar un último peligro al aproximarse un camión con soldados del Ejército. Con serenidad, enfrenta este nuevo desafío: “Como siempre, Julio Troxler hace lo más natural: se dirige a una reducida cola de madrugadores que esperan un ómnibus de la Costera y se incorpora a ella. No piensa tomar el ómnibus –por otra parte, no tiene ni cinco centavos–, pero sabe que ahí llama menos la atención”.
Sin embargo, el peligro no cesa pues el camión se para justo frente a esa cola. Mirando especialmente a Troxler, un oficial pregunta si no escucharon tiros: “La pregunta parece formulada a todos, pero es a Troxler a quien mira el oficial, es a él a quien se dirige, por un motivo muy sencillo: es el más alto de la fila. Troxler se encoge de hombros. —Que yo sepa... –dice. El camión se va. Troxler abandona su puesto en la fila y empieza a caminar. (…) Está exhausto y aterido. Desde la noche anterior no prueba bocado. Camina once horas seguidas por el Gran Buenos Aires, convertido en desierto sin agua ni albergue para él, el sobreviviente de la masacre”.
Troxler y su asesinato por la Triple A. La Triple A fue una organización creada hacia finales de 1973 por José López Rega, quien se desempeñó como ministro de Bienestar Social desde mayo de 1973 a julio de 1975, durante los gobiernos peronistas de Héctor Cámpora, Juan Perón y María E. Martínez de Perón. Esta organización fue en un principio una banda paraestatal organizada y financiada con recursos del citado ministerio, pero sin conexiones con las fuerzas de seguridad. Esta situación cambió luego con la reincorporación al servicio activo en 1974 de los comisarios Alberto Villar y Luis Margaride, quienes llegaron a ser jefe y subjefe de la PFA (Policía Federal Argentina). La organización paraestatal pasó a tener articulación con las fuerzas de seguridad y se transformó en un escuadrón de la muerte que sistematizó su accionar.
Si bien la Triple A no fue la única violenta organización paraestatal en el período 1973-1976, ella es la que ha quedado en la memoria colectiva como símbolo de la represión ilegal de la época. Según Carlos López de la Torre, ello se debe a su particular modo de accionar: “Su modus operandi se caracterizó por (…) generar el miedo social necesario para el disciplinamiento de la población. Confección de ‘listas negras’, atentados con coches bomba, acribillamientos a mansalva, ejecuciones colectivas (‘masacres’), mutilación y abandono de cadáveres en sitios públicos fueron algunas de las prácticas que conmocionaron a la sociedad”.
El período de mayor despliegue de las acciones de la Triple A se extendió alrededor de un año entre la muerte de Perón, el 1º de julio de 1974, hasta la renuncia de López Rega, en julio de 1975. Dentro de ese período, además del de Troxler, muchos fueron los asesinatos llevados a cabo por la organización paraestatal. A modo de ejemplo, considerando solo fechas próximas al asesinato de Troxler y teniendo en cuenta únicamente nombres de algunas figuras relevantes de la época, pueden mencionarse los siguientes casos: el 31 de julio de 1974 la Triple A fue responsable de la muerte de Rodolfo Ortega Peña, diputado y abogado defensor de presos políticos; el 9 de agosto de ese año secuestró y asesinó a Atilio López, importante dirigente gremial y vicegobernador de Córdoba durante la gobernación de Ricardo Obregón Cano; el 27 de septiembre llevó a cabo el secuestro y asesinato de Silvio Frondizi, abogado, militante marxista y hermano del expresidente Arturo Frondizi.
Para aquellos que no conozcan quién fue Julio Troxler, cabe recordar que se formó en la escuela de la Policía Bonaerense Juan Vucetich y en 1955 se retiró de la institución policial con el grado de oficial inspector. Él era peronista y durante la gobernación de Oscar Bidegain, en 1973, se desempeñó por unos escasos tres meses como subjefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Posteriormente fue subdirector del Instituto de Estudios Criminalísticos de la Facultad de Derecho (UBA).
El 20 de septiembre de 1974, cuando Troxler se dirigía precisamente hacia la mencionada facultad, fue secuestrado y llevado a la zona de Barracas, cerca de las avenidas Suárez y Vieytes. Sus secuestradores lo hicieron bajar del automóvil en el cual lo habían secuestrado con las manos atadas y le ordenaron caminar. Troxler dio unos pasos y una ráfaga de ametralladora terminó con su vida.
*Licenciado en Letras (UBA), doctor en Ciencias Sociales (UBA). IG: carloscampora01.