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Retratos digitales

La pasión por innovar, según Juan Manuel Haddad

Abogado, es uno de los grandes impulsores del uso de tecnología de punta en el derecho, al que también busca acercar a la gente y humanizar su lenguaje, que se ha vuelto críptico y para iniciados.

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Capacidad. Dirige la Diplomatura Internacional en Derecho 4.0 en la Universidad Austral. | cedoc

Atención desprevenidos: Juan Manuel Haddad es locuaz, ocurrente, entrador. Está convencido de que el fútbol explica todo, y por eso no duda en echar mano de toda clase de metáforas, leyendas y anécdotas surgidas del balompié para esclarecer asuntos de la más variada índole. 

Es gracioso, efectivamente. Tiene esa chispa que da el vestuario (no olvidar sus años de arquero juvenil en Platense y Argentinos Juniors); una cercanía natural, y la media sonrisa del porteño que gastó suela, que aprendió en la calle algunas picardías y, especialmente, a semblantear a sus interlocutores con un golpe de vista. 

Todo esto está okey, pero el personaje encierra más vericuetos. Aunque no se note, Haddad es abogado. A fines del año pasado se dio el gusto de publicar su primer libro, aún cuando se reconoce “un conversador nato”. La obra es, en sí, innovadora para el mundo jurídico porque “intenté sintetizar las tres cosas que hago y que me marcaron en la vida. Por eso se llama Abogar, liderar, atajar”. 

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Padre de cuatro hijos, es inquieto –¿dejará de talonear y levantar la rodilla en algún momento de la charla?–, y esa condición hace que le cueste mucho mantenerse por largos períodos en el mismo asunto. 

Traducido: se aburre rápido, pero, por lo mismo, es muy veloz para encontrarle la vuelta a los problemas.
Esa virtud, más que otra cosa, es la que lo convirtió en el líder de la transformación digital del área legal de Telefónica, hace más o menos una década. 

“Fuimos atravesando varias etapas, desde la digitalización hasta crear Maite, un nuevo vertical de negocios incubado en el área jurídica. Pasamos de comprar a vender servicios jurídicos usando tecnología”.

Maite es el asistente legal virtual que usan a diario en el equipo de legales a su cargo. Es un software que responde consultas jurídicas, y ahorra tiempo y trabajo de poco valor agregado a los profesionales. 

Haddad lo explica así: “Todo empieza cuando te das cuenta de que en ciertas tareas, como profesional, no aportás valor. Por ejemplo, contestar cuál es el canon del alquiler de un local donde tenemos montada una antena, o cuándo vence cierto plazo para responder una demanda. Ahí entendés que la tecnología te puede ayudar a sacarte trabajo burocrático de encima, para poder dedicarle más tiempo a cosas en las que sí un ser humano hace la diferencia”.

Ese es el verdadero origen de la transformación digital de las organizaciones, según la mirada de este referente regional del Legaltech, disciplina en la que se cruzan derecho y tecnología buscando evolución y eficiencia. 

En general, se trata de procesar grandes volúmenes de textos cuya estructura y lógica son similares. Por otro lado, hacer interoperables diversos sistemas permite agilizar procesos. Por eso el equipo de Haddad ya programó más de cuarenta automatizaciones en el último año. 

Es que, en muchas tareas, el ejercicio tradicional de la abogacía impone copiar y pegar argumentos que se vuelven fórmulas. Y allí es donde la inteligencia artificial (IA) hace de las suyas con facilidad: por ejemplo, los RPA –Robotic Process Automation– encuentran palabras clave y otorgan significado por contexto a lo que está escrito, incluso en expedientes voluminosos, para luego ofrecer respuestas textuales o, incluso, habladas. 

“La tecnología puede ayudar a sacarte trabajo burocrático de encima”

Asimismo, si un equipo legal trabaja con documentos en formato PDF, hoy los profesionales pueden usar un sistema de reconocimiento óptico de caracteres –su sigla, del inglés, es OCR– que lee y edita o extrae la información indicada.

Por su parte, la jurimetría es el campo en el que se cuantifica la jurisprudencia haciendo una suerte de Big Data del derecho, para poder predecir decisiones judiciales y tendencias en el derecho internacional comparado.

De todo esto entiende Haddad, que, sin embargo y como quedó advertido, no es, exactamente, lo que parece. Para terminar de entenderlo hay que detectar, en cada escenario, qué lo apasiona. Esa es la brújula.

De los varios encuentros compartidos es posible concluir que cultiva cierta prolijidad en el atuendo, sin llegar al traje, que sólo usa –valga el hallazgo– cuando le toca reunirse con autoridades nacionales. 

Jamás despeinado ni desalineado, tampoco es ostentoso; no decora su figura –no hay pulseras, ni tatuajes, ni reloj siquiera– pero cada cosa, en él y a su alrededor, parece estar en su sitio. Es clásico y moderno a la vez, o al menos lo intenta. 

Cada año, desde hace casi un lustro, Juan Manuel (que debe su nombre, desde luego, al célebre Restaurador de las Leyes) disfruta las clases en la Universidad Austral, donde dirige la Diplomatura Internacional en Derecho 4.0.  
Ahí, frente a enormes grupos de abogados de toda América Latina, “siempre me pregunto para qué estudiamos Derecho, o, más precisamente, para qué somos abogados y cuál es el futuro de esta profesión” reflexiona, quizá como resultado de la herencia profesional: su padre,  

La incógnita que desvela a Haddad es, verdaderamente, una de las más importantes de este tiempo, porque el sistema normativo e institucional que regula nuestra vida hoy está en debate. Con cada innovación aparecen desafíos, con cada nuevo negocio algunos ganan y otros pierden, y la sociedad se vuelve más compleja. 

Como sea que lo intentemos ver, siempre necesitamos premios y castigos, y reglas claras para jugar; pues bien, allí está el derecho, analógico o digital, con o sin robots, pero, al menos por ahora, encarnado en profesionales que deben adaptarse a los cambios bruscos que atravesamos.

Afianzado en su nueva jerarquía regional, probablemente la trayectoria innovadora de este “arquero devenido abogado” se riegue por geografías disímiles, con problemas parecidos: cómo acercar el derecho a los clientes, usuarios y personas en general; de qué forma humanizar un lenguaje que se volvió críptico, pero cuya esencia es resolver problemas.

Garantizar conectividad, bajar al mínimo posible el nivel litigios que la empresa enfrenta, aceitar la relación con el sector público gracias a una creatividad frondosa. Todo eso se propone Juan Manuel Haddad. 

Pero, de nuevo, eso no es todo. 

El resto (por ejemplo, su rol como experto en regulación de las telecomunicaciones) lo guarda en el cajón de las cosas que no lo apasionan. 
Y de ahí no lo saca

*Docente del posgrado en Inteligencia Artificial y Derecho de la Facultad de Derecho UBA.