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Locos, rehenes de la ‘grieta’ que divide al país

La salud mental está en una encrucijada: mientras el Gobierno nacional propugna la desmanicomialización, la Ciudad se hace cargo de la internación de los pacientes graves, pero con métodos cuestionados por los organismos de derechos humanos.

Hospital.El interior del Moyano.
| Cedoc

En Argentina, donde coexisten la calle más larga, el río más ancho y las mujeres más lindas del mundo, también se inventó la transfusión sanguínea, la birome y el dulce de leche. Y, por si fuera poco, nos jactamos de tener una legislación de salud mental progresista.

Pero no todo es como aparenta, y de “apariencias” los argentinos sabemos bastante. Tanto la Ley 448 del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (2000) como la Ley 26.657, de carácter nacional (2013), sintonizan conceptual e ideológicamente sus lineamientos de avanzada, apuntando a un cambio de paradigma a fin de tratar a los enfermos con padecimientos mentales no exclusivamente con un problema clínico terapéutico, sino también como una cuestión social.

Las dos leyes apuntan a la “desmanicomialización”, con la premisa de evitar internaciones prolongadas, reemplazar los hospitales neuropsiquiátricos por salas de internación en hospitales generales y dispositivos intermedios como centros psicosociales y casas de medio camino, entre otros. Asimismo, y como explicó el psicólogo y diputado nacional Leonardo Gorbacz, autor de la norma nacional, para que todo funcione es necesario poner a disposición del externado programas del Ministerio de Trabajo, de Vivienda y de Desarrollo Social.  
Las leyes existen en la teoría pero para la práctica falta todo. En diciembre pasado, la diputada Virginia González Gass (Partido Socialista Auténtico en FA-UNEN), presidenta de la Comisión Especial de Salud Mental en la Ciudad de Buenos Aires, denunció el incumplimiento de la Ley 448. Destacó la falta de reuniones del Consejo General de Salud y los obstáculos para la conformación del cuerpo del Cogesam (Consejo General de Salud Mental), como también la reducción sistemática del presupuesto de salud mental.

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Desmanicomialización cero. Por su parte, el psicólogo Osvaldo Avelluto, ex presidente de la Confederación de Psicólogos de la Ciudad de Buenos Aires y actual integrante de la comisión directiva de la institución, considera que la Ley 448 casi no se ha aplicado ya que no ve al enfermo de salud mental como un sujeto de derecho. “La ley se planteó para evitar las internaciones prolongadas pero se siguen haciendo. También implicaba la apertura de nuevos lugares con otras formas de atención –como centros psicosociales o casas de medio camino–, pero tampoco se han creado hasta el momento”, explica.
Para Avelluto el problema es que subsiste un pensamiento psiquiátrico y un  fuerte anclaje a que se aísle al paciente. “Es cuestión de no abandonarlo. La solución tiene que ser integral: no significa que ahora sea ‘moderno’ sacarlos de la institución porque si no hay alternativas preparadas para que los pacientes se integren a la sociedad y a su núcleo familiar no tiene sentido”, especifica.

El psicólogo pone como ejemplo el caso del Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda, donde funcionaban talleres protegidos que, explica Avelluto, el Gobierno de la Ciudad fue desmantelando. “En el Borda hay un gran negocio inmobiliario y se plantea cerrar el hospital y que la gente se arregle como pueda”, agrega.
Cabe recordar que en abril de 2013 trabajadores del Borda y delegados gremiales se opusieron a la demolición de un taller donde trabajaban enfermos mentales. Se enfrentaron y fueron reprimidos por la Policía Metropolitana. La semana pasada la Sala IV de la Cámara Criminal confirmó el sobreseimiento tanto del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, como de la vicejefa de Gobierno, María Eugenia Vidal, y de Horacio Giménez, jefe de la Metropolitana, por falta de pruebas. Sin embargo, continúa la investigación de Daniel Chain, ministro de Desarrollo Urbano porteño. Por su parte, la doctora María Grosso, directora general de Salud Mental de la Ciudad de Buenos Aires, no concedió una entrevista sobre el tema que se aborda en esta nota.

La otra cara de la moneda. En charla informal, Carlos Contín, subdirector médico en Prevención y Rehabilitación del Hospital Infanto Juvenil Dra. Carolina Tobar García, explica que cuando hablan de “desmanicomialización” no les hablan a ellos. “No nos consideramos un manicomio. Aquí el promedio de internación es de cincuenta días. Contamos con 64 camas, tres salas (para niños, adolescentes mujeres y varones) y si tuviéramos mil camas, las tendríamos llenas”, explica.

El Tobar García es el único hospital neuropsiquiátrico infantil en Latinoamérica y atiende más del 60% de pacientes que no viven en la Ciudad de Buenos Aires. Cuando finaliza la internación y los casos deben seguir el tratamiento en forma externada, las instituciones de la provincia de Buenos Aires o de otras provincias que deberían velar por estos pacientes no contestan las derivaciones solicitadas. “Es perverso no recibir respuesta. En el 80% de los casos se hace cargo la Ciudad de Buenos Aires de estos pacientes”, recalca. Asimismo, la provincia de Río Negro, una de las supuestamente más “adelantadas” en la ley nacional de desmanicomialización, deriva casos al Tobar García.
 

Por otro lado, el trabajo en equipo con instituciones como el Hospital General de Niños Pedro de Elizalde ya comenzó y allí hay algunas internaciones de pacientes más pequeños. Sin embargo, los médicos del Tobar García consideran que las instalaciones edilicias del Elizalde no están preparadas para atender patologías como las que ellos trabajan ya que no están adecuadas ni con la suficiente protección y disposición para este tipo de pacientes.
Para el profesional, las leyes de desmanicomialización carecen de una visión amplia y desestiman los problemas psiquiátricos  para convertirlos en problemas sociales.

 

Historia mínima en el Moyano

Lorena está internada en el área de Emergencias del Moyano. Allí las pacientes “agudas” pueden estar un mes y reingresan si es necesario. La “descompensación psicótica con ideas de muerte” que reza en su diagnóstico se esfuma cuando ve a su hijito que corre a abrazarla. Lo trajo Fernanda, la única amiga que la visita cada domingo. Su familia y otras amistades brillan por su ausencia.
Lore tiene esperanzas de salir a fin de mes, pero la atormenta el miedo. “No sé adónde ir y espero que mi familia me tramite un subsidio porque nadie me va a dar trabajo”. Cuando recuerda a qué se dedicaba años atrás, se le ilumina la cara:  “Vendía camperas. Si conocés el producto es una papa”, dice.
Ver cómo se despide de su hijito provoca dos nudos: uno en el estómago y otro en la garganta.